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Antiimperialismo y anticapitalismo

19. April 2003

Tesis del Campo Antiimperialista

Existe una divergencia crucial la cual explica las divisiones no sà³lo dentro del movimiento contra la globalizacià³n sino tambià©n dentro del ámbito que se define antiimperialista, una divergencia básica de la cual se deducen muchas otras (entre las cual está el juicio sobre el Islam fundamentalista y todos los movimientos o regà­menes no-revolucionarios, sobre la cuestià³n de apoyarlos o no y hasta que punto.)
Muchos compañeros afirman que no puede haber un antiimperialismo que no sea al mismo tiempo anticapitalista. Nosotros en cambio afirmamos que sà­, pueden existir fuerzas, movimientos, corrientes de pensamiento, naciones y gobiernos que son antiimperialistas a pesar de que no son anticapitalistas. Mientras que si es cierto lo contrario: no se puede ser anticapitalista sin ser firmemente antiimperialista.
Es sintomático que la tesis de la necesaria unidad entre anticapitalismo y antiimperialismo no sà³lo se encuentra entre las corrientes de ultra-izquierda, sino tambià©n entre las fuerzas de tradicià³n reformista como el Partido de la Refundacià³n Comunista de Italia o los diversos herederos del pensamiento “no-global”, desde ATTAC, Naomi Klein hasta Toni Negri. A pesar de que la ultra-izquierda y los reformistas llegan a conclusiones opuestas, el hecho de partir de la misma idea se debe a la misma premisa equivocada de ambos: Imperialismo, globalizacià³n o imperio sean una simple y pura forma de camuflarse del sistema capitalista en su fase de máximo desarrollo. Por lo tanto la lucha en contra del imperialismo o de la globalizacià³n sà³lo puede ser verdadera y apoyada cuando llega a combatir a la esencia de estas formas: el capitalismo.
Nosotros no pensamos que el imperialismo es un mero revestimiento, pensamos que es la estructura concreta que el capitalismo se ha dado histà³ricamente, es una verdadera y propia formacià³n social. “El capitalismo”, como fue considerado por Marx en El Capital es sà³lo una abstraccià³n. El imperialismo es el capitalismo realmente existente, la forma sin la cual el capitalismo mismo no pudiera funcionar ni un solo instante. De ahà­ lo imprescindible de esta categorà­a que es cientà­fica porque indica algunos presupuestos constitutivos del capitalismo sin los cuales es imposible entender sus mecanismos de evolucià³n y sus contradicciones.

Que son estos requerimientos?

1. Contrariamente a lo que algunos piensan, Marx nunca afirmaba que la existencia de una proletariado sin propiedad sea condicià³n suficiente para el inicio de la acumulacià³n del capital a gran escala. En un sistema cerrado y autárquico el capitalismo nunca hubiera podido surgir. Para iniciar su acumulacià³n primitiva a gran escala (o sea para emplear la fuerza de trabajo proletaria de manera capitalista), hacà­a falta una condicià³n previa: la existencia de un montà³n colosal de dinero. Esta masa de dinero venà­a principalmente del robo y del saqueo colonialista de las áreas no-capitalistas (Amà©rica, Ífrica, Asia y algunas zonas europeas). Sà³lo el colonialismo permità­a la concentracià³n, sobre todo en Inglaterra, de una masa de capital potencialmente destinado a su propia valorizacià³n. Del punto de vista histà³rico, el saqueo colonialista precedà­a la expropiacià³n de los campesinos y la formacià³n de un proletariado urbano desheredado, dispuesto a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. El colonialismo (no sà³lo la rapiña simple y pura de áreas vastas, sino su transformacià³n en mercados de venta) por lo tanto no es una casualidad, sino una precondicià³n constitutiva de capitalismo mismo. Asà­ el capitalismo ya era un imperialismo incipiente en aquel entonces.

2. En contra de una lectura simplista y euro-cà©ntrica del desarrollo capitalista nosotros afirmamos que el capitalismo desde su cuna contiene no sà³lo una, sino dos contradicciones constitutivas: una endà³gena entre proletariado y burguesà­a, otro exà³gena entre las naciones capitalistas emergentes y los pueblos coloniales pre-capitalistas. Recordemos que para Marx el “conflicto entre capital y trabajo” (que para las mentes simplistas representa el alfa y omega del marxismo, mientras que en realidad sà³lo lo era para los socialistas à  la Proudhon-Lassalle), no era mas que una de las formas, por cierto decisivas, de la contradiccià³n central en su análisis, la contradiccià³n entre el “desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de produccià³n capitalistas.”

3. Es una deformacià³n tà­pica del pensamiento economista afirmar que el campo de accià³n de esta contradiccià³n entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones capitalistas de produccià³n se limita a los paà­ses donde el capitalismo se ha vuelto el modo de produccià³n predominante, de considerar por lo tanto el conflicto entre naciones colonialistas y pueblos colonizados como “secundaria” o “subordinada” a la entre “capital y trabajo”. En cambio son complementarias, biaxiales y ligadas.

Nota sobre “las contradicciones”
En tà©rminos marxistas esta definicià³n del “trabajo” no es por nada cientà­fica; el “trabajo” es un concepto amplio, genà©rico. De hecho tambià©n trabajan los comerciantes, los artesanos, muchos de los mismos capitalistas. Un antagonismo potencial sà³lo existe entre los trabajadores asalariados (explotados por ser creadores de la plusvalà­a) y los capitalistas.
El concepto de contradiccià³n implica una oposicià³n, una lucha entre dos sujetos, para simplificar entre A y B; de ahà­ no sà³lo uno de los dos es dominantes, sino su dominio implica el sometimiento del otro. El predicado “antagonista” expresa la tesis según la cual esta lucha no sà³lo es permanente (mas allá de cualquier equilibrio momentáneo), sino debe concluir con el derrocamiento del sujeto dominante por el dominado.
Este juicio no contiene ninguna valorizacià³n, no nos indica por si sà³lo que el predominio del sujeto dominado es deseable en cuanto à©ticamente justo o histà³ricamente progresivo.
Marx y Engels por ejemplo afirmaron que la lucha entre las clases ha sido el elemento distintivo de las sociedades humanas desde la à©poca de la esclavitud en adelante. Al mismo tiempo destacaron (y en esto se siente fuertemente la influencia de la filosofà­a determinista sobre la historia de Hegel) que si los esclavos o los sirvientes de la gleba hubieran derrocado los regà­menes dominantes, no sà³lo no hubieran podido realizar el socialismo sino, a causa del atraso de las fuerzas productivas, hubieran dado vida a sistemas sociales necesariamente clasistas y tal vez mas retrà³grados que los sustituidos. En otros tà©rminos hubieran sido rebeldà­as sin desenlace progresivo.
A las mentes simplistas finalmente queremos recordar que tambià©n las contradicciones entre paà­ses imperialistas o bloques de paà­ses imperialistas pueden asumir formas antagonistas. De otra manera no se pudiera explicar las dos guerras mundiales de aniquilamiento recà­proco con el fin del reparto de la torta colonial y de los mercados externos. Ya que en este caso la contradiccià³n tenà­a un carácter reaccionario, la posicià³n de los antiimperialistas era fundamentalmente derrotista. Todo esto debe advertir a nuestros crà­ticos de tener mas cuidado en el manejo de la categorà­a de contradiccià³n.

4. Toda la historia moderna confirma que la contradiccià³n entre paà­ses imperialistas y naciones y pueblos oprimidos tiene un carácter antagonista. En el último siglo el imperialismo no sà³lo ha profundizado las desigualdades relativas entre los paà­ses dominantes y dominados, sino en muchos casos ha empobrecido estos paà­ses en tà©rminos absolutos, a pesar de la “descolonizacià³n”, causando catástrofes econà³micos, sociales y ambientales sin precedentes. Esta pauperizacià³n ha sido y es la condicià³n de la relativa opulencia del occidente (la cual permite la corrupcià³n de amplà­simos sectores de la poblacià³n). Por lo tanto hay que constatar que al igual que el Capital que consiste sobre todo en una relacià³n social, tambià©n el imperialismo constituye una relacià³n entre pueblos, naciones y áreas, un sistema jerárquico de relaciones globales en el cual se realiza el flujo de riqueza de los paà­ses pobres a los ricos. La direccià³n unilateral de este flujo depende en primer instante de causas econà³micas (monopolio de las fuerzas productivas, concentracià³n de capital financiero, etc), pero al mismo tiempo tiene que ser asegurado por el predominio militar y polà­tico absoluto del occidente sobre el resto del mundo. Entonces, el sistema capitalista no existirà­a sin ese flujo neocolonialista, y al mismo tiempo ese flujo no funcionarà­a sin ejercicio sistemático de la soberanà­a militar occidental. La doctrina de la “guerra preventiva y permanente” asumida por la Casa Blanca es la consecuencia là³gica de este modo de ser del capitalismo imperialista. Existe un montà³n impresionante de datos empà­ricos que demuestran que, comparado con los tiempos de la Compañà­a Indiana, la rapiña y el saqueo de materias primas y recursos humanos hoy dà­a son mas sistemáticos y capilares. El encierro sin salida de esos paà­ses en el mercado mundial, la creciente exportacià³n de capital en vez de la estimulacià³n de la formacià³n de un mercado interno y un desarrollo autà³ctono y auto-cà©ntrico de las fuerzas productivas, los ha ahogado transformándolos en los basureros para las mercancà­as occidentales.
El carácter no sà³lo central sino antagonista de la contradiccià³n entre imperialismo y nacià³n o pueblo oprimido se demuestra de manera positiva en la ola revolucionaria que atravesaba el siglo pasado. De Rusia a Vietnam, pasando por Cuba y China, las revoluciones mas desastrosas para el capitalismo mundial (y las únicas revoluciones victoriosas) sucedieron en los paà­ses coloniales o semi-coloniales. Estas revoluciones, a pesar de sus diferencias, eran sobre todo antiimperialistas, motivados por lo tanto por el carácter antagonista de la contradiccià³n entre esos pueblos en busca de su propia emancipacià³n y el imperialismo que lo impedà­a y los sometà­a.
Asà­ hemos llegado a un punto central. La contradiccià³n entre los pueblos-naciones oprimidos y el imperialismo es antagonista porque no es mas que una forma de la contradiccià³n fundamental del capitalismo descubierta por Marx: la entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones burguesas (o sea imperialistas) de produccià³n. Nosotros “tercermundistas” somos los únicos en entender la fenomenologà­a de esta contradiccià³n, subrayamos la centralidad de su dinámica, indicamos que hoy opera sobre todo en las áreas semi-coloniales del mundo, señalamos que de las dos contradicciones esenciales del capitalismo (ambos formas de la madre de todas cuantas, la contradiccià³n entre fuerzas productivas y relaciones de produccià³n), una se ha vuelta secundaria y la otra principal.

Nota sobre Lenin
Lenin era el primero en romper la chaleco de fuerza determinista y euro-cà©ntrica del “marxismo ortodoxo” heredado de la escuela de la “Neue Zeit” de Kautsky. Lenin no sà³lo rechazaba la idea que el colonialismo europea serà­a justificado y progresivo (una idea basada en la tesis que el colonialismo lleve el capitalismo a las sociedades en estagnacià³n y los arrastre de su subdesarrollo). Constataba que el capitalismo en su fase imperialista, que encadenaba a los pueblos no-europeos a sus mecanismos de funcià³n, sobre todo lleva el empobrecimiento y la destruccià³n de los recursos indispensables para el inicio de un desarrollo industrial moderno a esas áreas del mundo. Pero la ruptura con el “marxismo ortodoxo” fue aún mas importante en el nivel polà­tico y estratà©gico. Lenin afirmaba que la lucha de los pueblos coloniales y oprimidos se habà­a vuelto – junto a la lucha de los obreros europeos – una fuerza motriz fundamental para la revolucià³n internacional. Despuà©s del fracaso de la revolucià³n europea (1918-1921) Lenin finalmente se dio cuenta que el epicentro de la revolucià³n se habà­a trasladado hacà­a el oriente y las colonias (lo que de hecho ha sucedido). De ahà­ el agregado decisivo a la consigna de la KOMINTERN que Lenin propuso: “Proletarios de todo el mundo y pueblos oprimidos unios”. Lo que se refiere a las cinco caracterà­sticas leninistas del imperialismo, sà³lo queremos recordar que esas no eran el punto fundamental del cambio decisivo propuesto por Lenin; en cambio este consistà­a sobre todo en: 1. la ruptura con la concepcià³n euro-cà©ntrica y determinista de la historia, 2. en la intuicià³n que la lucha de los pueblos oprimidos se ha vuelto central para la lucha contra el imperialismo y el capitalismo, 3. en el descubrimiento de la importancia absoluta para el movimiento obrero occidental – si quiere volverse una fuerza revolucionaria y acabar con su subordinacià³n a la aristocracia obrera, o sea la socialdemocracia – de unir sus luchas a la lucha de los pueblos oprimidos y colonizados, 4. en la tesis que la lucha antiimperialista de los pueblos oprimidos como parte de la revolucià³n socialista mundial puede permitir a estos pueblos hacer un salto hacia el socialismo sin pasar por un estadio capitalista.

Conclusiones
A. Es triste que hoy tenemos que repetir la banalidad que pueden existir fuerzas, movimientos, corrientes de pensamiento, naciones y gobiernos que, a pesar de no ser anticapitalistas (y con frecuencia incluso son el sostà©n del capitalismo nacional), no sà³lo asumen posiciones antiimperialistas, sino llevan a cabo las luchas populares antiimperialistas. La historia misma del imperialismos serà­a incomprensible sin reconocer esta verdad lapidar. Si asumimos que la resistencias contra el imperialismo por parte de los pueblos oprimidos ha sido una constante histà³rica y al mismo tiempo que sà³lo en muy pocos casos esa resistencias fue dirigida por fuerzas de orientacià³n comunista/anticapitalista, entonces todos los demás casos son ejemplos de movimientos de lucha encabezados por fuerzas burguesas nacionales o de la inteligencia pequeño burguesa. Mas aún: en algunos paà­ses fueron incluso fuerzas de tipo semifeudal que estaban a la cabeza de los movimientos de liberacià³n (como en el caso de la Etiopà­a ocupada por el fascismo italiano) o en otros casos de carácter tribal (como en las tres guerras de ocupacià³n de Afganistán por los Ingleses).
Este carácter no anticapitalista de tantos movimientos de resistencia contra el imperialismo no depende de factores mà­sticos, sino del mismo carácter de las formaciones sociales en la mira del imperialismo, o sea de su naturaleza pre-capitalista o de capitalismo sà³lo en estado embrionario, y finalmente de la conciencia que un desarrollo nacional tiene que romper en primera instancia con la rapiña imperialista. En todos estos casos el movimiento comunista internacional, apoyándose en las fuerzas antiimperialistas mas revolucionarias, siempre ha defendido una posicià³n de apoyo sin vacilaciones de las fuerzas de resistencia, o movimientos populares, guerrillas, gobiernos o fuerzas religiosas.
Sà³lo un militante de la posmodernidad como Negri (retomando los viejos cuentos de la ultra-izquierda anti-leninista para la cual toda la burguesà­a mundial es reaccionaria y por lo tanto ninguna de sus fracciones puede ser apoyada) puede sostener que debemos desinteresarnos de la lucha entre el imperialismo y las naciones y pueblos oprimidos. Pero el por lo menos es consecuente afirmando que el imperialismo haya dejado de existir y que hayamos entrado en un nuevo perà­odo histà³rico. Cuan mas contradictoria es la posicià³n de aquellos que afirman que la globalizacià³n de nuestros dà­as no es otra cosa que el imperialismo con nuevos vestidos y al mismo tiempo promueven el derrotismo en la lucha entre la resistencia talibán y los marines, o mas generalmente quedan indiferentes frente al enfrentamiento entre el fundamentalismo islámico y el imperialismo aliado. Detrás de este indiferentismo nosotros sentimos el viejo vicio economista y euro-centrista (racista) que todo los que asume formas religiosas es la peor basura reaccionario, en fondo peor que el turbo-capitalismo yanqui.
Hay que subrayar esta ceguera economista impide a muchos compañeros entender que en algunos casos (debido entre otro al carácter raquà­tico y parasitario de las burguesà­as compradoras nacionales, de su sumisià³n al imperialismo, por fin al colapso del movimiento comunista y la decreciente importancia de la inteligencia urbana) la ideologà­a asume una importancia central (Gramsci). El odio irreconciliable contra los explotadores blancos, el rechazo de una “modernidad” que se manifiesta como miseria y barbarie y de unas elites dominantes serviles, el deseo irreductible de un rescato no sà³lo social sino tambià©n moral (Gramsci), explican porque las masas- y no es por casualidad que son sobre todo las capas mas desesperadas – están abrazando el Islam, las ideas mesiánicas, escatolà³gicas, religiosas.

B. El Islam es sà³lo una alegorà­a, pero una alegorà­a de significacià³n histà³rico-mundial. Su creciente influencia entre vastas masas empobrecidas (de Indonesia hasta Nigeria) tiene un doble carácter: por un lado expresa una tendencia progresiva de voluntad de lucha para deshacerse del imperialismo, de rebelarse contra sus satà©lites locales y de emancipacià³n de los pueblos oprimidos; por otra parte es regresivo porque postula la instauracià³n de las leyes coránicas; en vez de mirar hacà­a adelante se orienta hacà­a atrás, a una sociedad cerrada y articulada en castas.
Para dar un juicio sobre este fenà³meno y definir como relacionarse a el, hay que tener en cuenta este doble carácter. En el movimiento anticapitalista occidental en cambio muchos prefieren tener en cuenta sà³lo el segundo aspecto, esperando poder justificar asà­ su repudio a tener en cuenta el Islam. Si analizamos este punto de vista unilateral, muy pronto descubrimos una visià³n cultural “modernista” insoportable, extremamente ligado no sà³lo al pensamiento liberal-burguà©s sino a formas extremas de racismo cultural occidental. Detrás está una concepcià³n unilineal del desarrollo histà³rico, la idea anti-cientà­fica que el proceso histà³rico que ha llevado a Europa del feudalismo al capitalismo (a la sociedad civil secularizada) debe ser el parámetro para todos los pueblos o civilizaciones, un parámetro universal de la evolucià³n histà³rica. Obviamente no es asà­. Esta concepcià³n distorsionada de la permanente centralidad europea en la historia mundial se manifiesta tambià©n en la idea que hay sà³lo un camino posible para la liberacià³n de los oprimidos: aquella indicada por el proletariado europeo (que, dicho sea de paso, fue derrotado) caracterizada por luchas sindicales y democráticas para el derechos al voto universal, los consejos obreros, frentes populares y antifascistas, etc. Obviamente no es asà­.

Nota sobre el Islam
El pasaje de la Europa de la Edad Media a la modernidad de los Estados Naciones es lleno de siglos de luchas religiosas sanguinarias donde las grandes herejà­as, reformas y contra-reformas marcaban el ritmo de los eventos. Nuestros crà­ticos apuntan al integrismo religioso de los fundamentalistas islámicos a la Bin Laden y olvidan que el renacimiento del occidente se anuncià³ con las Cruzadas (en contra del Islam, en aquel tiempo la verdadera cuna de la civilizacià³n) encabezadas por fanáticos y obscurantistas como Pedro el Eremita; que la “à©tica capitalista” (Max Weber) se abrià³ el camino bajo los golpes de los luteranos, calvinistas, presbiterianos que teorizaban la subordinacià³n radical de la sociedad polà­tica a los dictámenes y dogmas religiosos y evangà©licos y el retorno al cristianismo de los orà­genes (de hace 1500 años antes). Olvidan que el mismo comunismo moderno tiene sus fuentes en el igualitarismo de las herejà­as cristianas. Para no tomar ejemplos muy lejanos, sà³lo recordemos las rebeliones campesinas anabaptistas y husitas (vea Engels y su juicio sobre Tomás Müntzer y las rebeliones campesinas del siglo XVI.)
Quien puede excluir que el integralismo religioso puede ser la cáscara debajo de la cual está tomando forma el renacimiento de la civilizacià³n islámica? Quien puede excluir que detrás de la idea del retorno al Islam de los tiempos del Profeta, detrás del aparente oscurantismo, se esconde sobre todo el impulso de muchos pueblos a volverse protagonistas de la historia moderna? Sà³lo un iluminismo burguà©s vulgar puede excluirlo!

C. El imperialismo es un vampiro. Para sobrevivir debe chupar sangre no sà³lo de los proletarios (los cuales entre otro se concentran en los paà­ses pobres), sino de los pueblos y naciones oprimidas. La liberacià³n de estos pueblos, quitando al imperialismo su principal fuente de alimentacià³n, pondrà­a en cuestià³n su sobrevivencia. La desnutricià³n del imperialismo causarà­a el fin del “compromiso social” entre los proletarios y la burguesà­a en el occidente y abrirà­a el camino a un nuevo perà­odo revolucionario donde en ultima instancia se decidirá la posibilidad de la transicià³n al socialismo.
Por esto los anticapitalistas y comunistas deseamos esa independizacià³n de los pueblos oprimidos del imperialismo, debemos apoyarla sin vacilacià³n incluso en aquellos paà­ses donde este proceso podrà­a llevar a la constitucià³n de regà­menes oscurantistas y de orientacià³n reaccionaria. Que esos serán sà³lo una parà©ntesis es algo que dependerá del desenlace de la lucha revolucionaria mundial y con esto tambià©n de la capacidad de los proletarios occidentales a retomar el camino del socialismo (para la visià³n burguesa esto será formalmente un paso atrás en la historia) y con esto de los comunistas a retomar la ofensiva.
Nuestro apoyo a la resistencia palestina, al Irak, como a todos los pueblos atacados no tendrà­a fuerza y sentido histà³rico si no se inscribirà­a en un proyecto estratà©gico: el fin de la supremacà­a mundial del imperialismo con los EE.UU. como principal baluarte. Todo ataco contra esta supremacà­a es saludable porque golpea el enemigo mas potente que se opone al camino de la liberacià³n del mundo de la cadena capitalista.
Los comunistas no conquistaremos la hegemonà­a en este proceso de liberacià³n con el exorcismo anti-islámico apartándonos de los movimientos populares a causa de sus ilusiones ideolà³gicas, sino sà³lo volvià©ndonos parte integral de estos movimientos. Y nos convertiremos en una parte integral si consideramos su doble carácter y actuamos concientes de su contradiccià³n entre su ser sustancialmente antiimperialista y sus formas retrà³gradas, y si sabremos liberarnos un vez por todas de la carga de las concepciones unilineales y euro-centristas que han fosilizado el comunismo como una variante del progresismo burguà©s.

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