Mà©xico, 10/01/01
Mà‰XICO EN LOS TIEMPOS DE LA MODERNIDAD
La izquierda mexicana y el cambio de poderes federales en el 2000
(Informe del Càrculo de Estudios “26 de Julio Opina”, Mà©x. DF, 10.01.01)
Índice
I Quà© es lo que deseamos explicar
II Algunos rasgos del mundo en que vivimos
III El paàs
IV Lo que ocurrià³ el 2 de julio del año 2000
V ¿Cà³mo se autodefine la izquierda mexicana?
VI Las cuatro propuestas de la izquierda
VII ¿Cà³mo refundar la izquierda?
VIII Pronà³stico
1.- QUà‰ ES LO QUE DESEAMOS EXPLICAR
Los espectaculares resultados de las elecciones del dos de julio de 2000, vinieron con la là³gica inexorable de los hechos, a impulsar un viraje en la vida polàtica de Mà©xico. El significado más claro y general de tal acontecimiento es extraordinariamente contradictorio ya que por una parte es un recordatorio de que las cosas cambian y pueden seguir cambiando y por otra, que la derrota del PRI abrià³ las puertas del gobierno, no ya a nuevos intermediarios, sino a los dueños genuinos del gran capital. Resultados contradictorios, porque el producto subjetivo del dos de julio, al nivel popular, fue una nueva esperanza en el cambio, mientras que el resultado objetivo equivalià³ a la entronizacià³n de una democracia de derecha que amenaza con liquidar las conquistas sociales que costaron ràos de sangre, siglos de prisià³n y sacrificios sin fin de varias generaciones de luchadores sociales, a partir de 1910.
Y como ya es costumbre, desde hace muchos años, el dos de julio fue, tambià©n, la fecha de una nueva derrota de todos los sectores de la izquierda mexicana, desde la demo-populista hasta la comunista. Llovià³, pues, sobre mojado, porque la izquierda venàa ya derrumbándose a pausas a partir de la represià³n violenta de las huelgas ferroviarias de los años 1958-59 y el fracaso de la revolucià³n democrática de liberacià³n nacional en 1960-65, para desbaratarse casi totalmente despuà©s del gran derrumbe del socialismo real en Europa del Este y la demolicià³n de lo que quedaba de los viejos partidos comunistas y socialistas en 1981.
En el año 2000, se seguàa hablando de una izquierda conforme el ambiguo y elástico cà³digo de la academia y el cafà© de intelectuales, pero ¿realmente puede hablarse en esta fase de una izquierda revolucionaria? Ya demostraremos un poco más adelante que no y à©sta es la circunstancia de fondo que permitià³ el triunfo del PAN en las elecciones del dos de julio. Es cierto que alrededor de dichos comicios hubo incalculables derramas de dinero, influencias y presiones espirituales para estimular y decidir los resultados finales, pero si hubiese existido una fuerza de izquierda organizada y consecuente, Vicente Fox no habràa triunfado nunca, ni cualquiera de los otros candidatos burgueses.
Estudiar ahora la historia de los acontecimientos electorales del año 2000 y el interior de la seudoizquierda mexicana no es pues, una mera curiosidad historiográfica, sino una necesidad cultural y polàtica, con vistas a reconstruir una autà©ntica fuerza de izquierda revolucionaria, apta para resolver las tareas presentes y futuras del pueblo mexicano; es decir, en concreto, una masa de luchadores sociales con su partido polàtico que pugne por el derrocamiento del capitalismo y la construccià³n de un socialismo verdadero. Explicar la problemática anteriormente señalada y al mismo tiempo discutir las propuestas programáticas de la izquierda, en la hora presente, son los objetivos centrales de este informe.
II. ALGUNOS RASGOS DEL MUNDO EN QUE VIVIMOS
Un hecho inesperado que marcará la historia futura de todo el continente americano y el mundo entero fue el derrumbe del intocable mito sobre la democracia electoral estadounidense; saludable e irrisorio fue el espectáculo que ofrecià³ el último escrutinio electoral iniciado en los EUA el dàa 7 de noviembre y terminado arbitrariamente por la Suprema Corte de ese paàs hasta el 13 de diciembre de 2000. La caàda del mito de la democracia perfecta, supuestamente basada en la transparencia y la libertad, entre otros efectos positivos, ha desarmado moralmente a los observadores y misioneros estadounidenses que vagan por el mundo llevando la buena nueva de la sacra democracia yanqui. Desde el siete de noviembre se desenvuelven acontecimientos que vienen a ratificar lo que algunos elementos parecàan anunciar: la gestacià³n de una profunda crisis social de consecuencias imprevisibles en los EU.
Hay mar de fondo en esa confrontacià³n entre demà³cratas y republicanos protagonizada por Bush y Al Gore. La polàtica de la gran burguesàa yanqui navega en aguas peligrosas. A veces la historia se venga por donde menos pensamos y ahora, despuà©s de que Bush ha escamoteado el triunfo electoral con menos de la cuarta parte del electorado de su lado, los presagios son buenos para los pobres y los dà©biles, pues no es lo mismo un pueblo de gordos sentados frente al televisor, bebiendo cerveza, que un pueblo dividido y en lucha.
Ya cerrando el año 2000 la lucha contra Cuba prosigue aceleradamente bajo la direccià³n del gobierno de los EU. Hay cosas nuevas en este vital escenario regional: La ONU y la OEA han reactivado sus acciones con el fin de presionar al gobierno de Fidel Castro para que de una vez por todas abrace la democracia burguesa y entierre la revolucià³n socialista. A este plan se sumà³ el gobierno mexicano de Ernesto Zedillo, arrastrando consigo a personalidades de la cultura otrora defensoras de esa revolucià³n, como lo era el escritor Carlos Fuentes. Es necesario advertir que la burguesàa de Amà©rica Latina y la mayoràa de sus intelectuales se han disciplinado en este turbio asunto a las indicaciones de Washington, con la excepcià³n de la corriente polàtica que encabeza, en Venezuela, el presidente Hugo Chávez.
En el año 2000 el cerco anticubano se apretà³ por el lado mexicano, bajo la responsabilidad del ex presidente Zedillo, pero en las primeras palabras de Vicente Fox, como presidente constitucional, hubo algunas señales que prometieron rectificaciones a este respecto; sin embargo, habrá que esperar para ver si efectivamente el nuevo gobierno mexicano va a aplicar una polàtica respetuosa de la soberanàa cubana, o bien sigue la senda lacayuna del zedillismo en materia de relaciones internacionales. Por ello no deja de ser oportuno recordar a la gente dispuesta a apoyar las agresiones contra Cuba, que este pequeño paàs sigue siendo una potencia moral y polàtica que disfruta de la simpatàa y el apoyo de todos los pueblos de Amà©rica Latina y que, además, al superar la crisis econà³mica que afrontà³ en la dà©cada pasada por el desastre de la URSS y el endurecimiento del bloqueo yanqui, está en el camino de convertirse en una potencia econà³mica. A este respecto el vicepresidente cubano Carlos Lage informà³ recientemente que en el año 2000 la economàa cubana crecià³ un 5.6 por ciento, hecho extraordinario desde todos los puntos de vista. Por lo demás la reciente visita a Cuba del presidente de la Federacià³n Rusa Vladimir Putin, podràa traer cambios importantes en la correlacià³n de fuerzas en la regià³n del Caribe.
No cabe duda que actualmente la regià³n caribeña, en su parte continental e insular, sigue siendo epifoco de las principales y más agudas contradicciones sociales y polàticas que sacuden Amà©rica. Por un lado la permanencia revolucionaria de Cuba; luego la heroica y tenaz lucha de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y últimamente la “revolucià³n bolivariana” en Venezuela; por la otra, en sentido contrario, la codicia del Departamento de Estado y de sus socios menores, incidiendo con su geopolàtica para imponer ahà una democracia y una paz al estilo granadino, panameño o guatemalteco. Frente a proyectos revolucionarios de diferente naturaleza, grado de desarrollo y profundidad que se dan en el Caribe, el gobierno estadounidense, con la subordinacià³n del presidente de Colombia Andrà©s Pastrana, a pretexto de la lucha contra el narcotráfico, prepara la aplicacià³n del Plan Colombia, el cual se propone ahogar en sangre los movimientos insurgentes que se dan en esa regià³n, para de una vez por todas correr sus fronteras territoriales hasta la Patagonia.
Desde que el presidente Hugo Chávez asumià³ el poder en febrero de 2000 se produce en Venezuela uno de los acontecimientos más importantes en la actualidad latinoamericana, que ha sido la llamado “revolucià³n bolivariana”. El nuevo rà©gimen venezolano ha instrumentado en el interior de su paàs un proceso de reformas constitucionales y en el exterior ha impulsado relaciones positivas con Cuba en el marco de una geopolàtica latinoamericanista. Es interesante lo que está haciendo el gobierno de Chávez porque de muchas maneras está tratando de frenar los deseos expansionistas de los imperialistas, sin embargo no debemos olvidar los làmites de todo proyecto populista.
En otras partes del mundo hay huellas sangrientas recientes del paso vandálico y genocida de la OTAN con sus jefes anglonorteamericanos. Los bombardeos reiterados con proyectiles radiactivos sobre Irak y Yugoslavia, son una prueba clara del cànico desafào que los imperialistas lanzan cotidianamente a los más elementales derechos humanos, con la complicidad de la ONU, la OEA y la mayoràa de los gobiernos demà³cratas del mundo.
III. El PAIS
El neoliberalismo econà³mico impuesto a Mà©xico hace 20 años se caracteriza por la privatizacià³n de los sectores estratà©gicos de la economàa, tradicionalmente sujetos al control del Estado, y se define como el imperio del mercado usufructuado por las grandes transnacionales y el G-7. La polàtica de este proyecto es la liquidacià³n de los estados dà©biles al amparo de la democracia formal, la balcanizacià³n de sus territorios y la ciudadanizacià³n de la miseria, el desempleo, la enfermedad y la incultura. Dicha estrategia del gran capital se propone superexplotar a los trabajadores y controlar a la poblacià³n para irla llevando progresivamente hasta una situacià³n tal en la que, aunque ella quisiera, ya no podràa ofrecer ninguna resistencia a su exterminio masivo, tal y como sucede en algunas regiones africanas, al sur del Sahara. Prevenir y aplastar la protesta popular por los efectos sociales de tal polàtica es la razà³n de ser del Estado policàaco neoliberal y no la “inseguridad pública.”
El modelo neoliberal pudo imponerse a la humanidad debido fundamentalmente al colapso del socialismo real en Europa del Este, al debilitamiento del movimiento sindical dentro de los paàses capitalistas desarrollados y al fracaso de la mayoràa de las revoluciones de liberacià³n nacional en el Tercer Mundo. En Mà©xico surgià³ dicha forma del capitalismo moderno, apoyándose en gobiernos que han sabido combinar la represià³n y el soborno de los sindicatos obreros, de los estratos marginales urbanos, las comunidades indàgenas y los individuos aislados. En el pasado, antes de 1980, cuando la burguesàa criolla realizaba los cambios econà³micos que en su momento exigàa el desarrollo del capitalismo, aunque echaba mano de la violencia represiva; no obstante, concedàa a las masas cierto bienestar econà³mico y perspectivas de progreso social. Recuà©rdese el discurso y la práctica oficial de los gobiernos de Lázaro Cárdenas, Adolfo Ruiz Cortines, Luis Echeverràa y Josà© Là³pez Portillo. Pues bien, el neoliberalismo ha barrido con todo eso, incluso con el recuerdo nostálgico de la Revolucià³n Mexicana y de otras grandes revoluciones. En la nueva situacià³n no hay continuidad. Se habla mucho de la democracia pero hay un salto brusco hacia un porvenir negativo, sin perspectivas y sin esperanzas para los trabajadores y para la juventud. El neoliberalismo con cualquier apellido, es el reino de los peritos mercantiles animados por una là³gica pragmática de mercaderes sin ningún tipo de escrúpulos.
La propuesta de los partidarios de la “tercera vàa” o sea la versià³n “social” del neoliberalismo, parte de una cràtica hipà³crita al “tatcherismo” y de la revisià³n y el enriquecimiento de la experiencia y las ideas socialdemà³cratas, para modificar entre otros conceptos, el del mercado mundial libre y unificado. La funcià³n de los partidarios de esta vàa, como fue la de sus abuelos socialdemà³cratas europeos de principios del siglo XX, es imponer mejor las formas modernas del desarrollo capitalista a travà©s de la mediatizacià³n de la lucha de clases, la cooptacià³n masiva de los sectores más rebeldes de la clase obrera y la paliacià³n de carencias mediante el denigrante asistencialismo caritativo.
Nosotros comprendemos que el capitalismo de Estado y sus mecanismos de mediacià³n ya representaban un freno para el desarrollo del propio sistema en su conjunto y necesitaba encontrar nuevas formas de produccià³n y cambio; lo que sucede es que el capitalismo en su fase neoliberal, al concentrar la riqueza social, de manera monstruosa, en manos de un grupo reducidàsimo de agiotistas, hace imposible la sobrevivencia de los demás y à©sta es una de sus contradicciones mortales
Mà©xico atraviesa por una grave situacià³n caracterizada por las enormes deudas, interna y externa; inflaciones y devaluaciones; congelacià³n de salarios nominales y disminucià³n de los salarios reales; pensiones y jubilaciones eutanásicas; reduccià³n progresiva de los presupuestos destinados a Educacià³n, Salud y Seguridad Social; marginacià³n de vastas capas sociales del campo y la ciudad; venta de industrias y servicios de propiedad estatal al sector privado, a tal grado que de las 2000 empresas que poseàa el Estado mexicano en 1980 ahora sà³lo le quedan 13; subsidio de empresas privadas en quiebra real o supuesta; ruina masiva de campesinos e industriales pequeños y medianos; violacià³n de los derechos humanos y civiles de los trabajadores del campo y de la ciudad; fortalecimiento monstruoso de los cuerpos policàacos y paralelamente un acelerado proceso de lumpenizacià³n de todas las clases sociales.
Los partidos de la burguesàa PAN, PRI, PRD, PT, PVE, PDS, PCD, antes de las elecciones, aislados o en coaliciones, se disputaron el gobierno en una confrontacià³n que a veces parecàa encarnizada pero que nunca fue de principios, sus diferencias formales, muchas de ellas eran de carácter retà³rico, situacià³n que sentaba las bases para componendas “tácticas” y concertacesiones estratà©gicas posteriores, como vamos a ver más adelante.
Los pequeños partidos polàticos democráticos y socialistas “independientes” son muy dà©biles y por lo general no se atreven a romper con su herencia dogmática; no obstante, es justo reconocer que algunos de ellos, en condiciones sumamente difàciles, se esfuerzan en transformarse en ese partido histà³rico de clase que hace falta y romper con la fatal inercia que los jala al torbellino del oportunismo de “izquierda”.
El movimiento sindical se encuentra atenazado por la ideologàa socialdemà³crata y la corporativizacià³n estatal, no hay asomo, todavàa, de organizaciones obreras concientes e independientes. Sus làderes, herederos de Fidel Velázquez, son fieles servidores de la burguesàa y han contribuido mucho para que no exista, o no rija en la práctica, ninguna legislacià³n democrática del Trabajo que proteja los derechos sindicales.
Del campesinado hay que decir que es un estrato social en decremento numà©rico y creciente proletarizacià³n debido a la trasformacià³n de las relaciones de propiedad y de trabajo en el agro, asà como por la emigracià³n hacia las grandes metrà³polis mexicanas y hacia el campo estadounidense. En el último censo nacional la poblacià³n campesina se vio reducida al 33% de la poblacià³n total y en su mayoràa sobrevive en la pobreza extrema y sujeta a las organizaciones controladas por el Estado, circunstancias que hace necesaria la formacià³n de sus propios partidos polàticos.
La intelectualidad mexicana, que en los años cincuenta y sesenta rodeaba cálidamente a los partidos de la vieja izquierda comunista y socialista, tampoco pudo resistir el trauma causado por la caàda del muro de Berlàn y mucho menos la oferta masiva de sueldos jugosos, becas, viajes pagados a todo lujo y premiaciones que ex profeso promovieron los gobiernos neoliberales con un evidente propà³sito de decapitar los movimientos sociales. La inteligencia progresista abjurà³ del marxismo y de su simpatàa por el socialismo y en masa, con poquàsimas excepciones, tratà³ de ocultar su defeccià³n tras de las banderas de la democracia formal o cabalgando sobre el bronco lomo de las corrientes demo-populistas.
Por lo que se refiere a las masas populares en general y la llamada sociedad civil, en su conjunto, todavàa al terminar el siglo XX andaban en pos de un tata que las representara en los organismos burocráticos del Estado. En los últimos años del siglo aparecieron diversos movimientos sociales espontáneos de resistencia al neoliberalismo; entre ellos hay que considerar al neozapatismo, al movimiento estudiantil dirigido por el Concejo General de Huelga (CGH), las organizaciones guerrilleras rurales y a los movimientos urbanos marginales. Tambià©n hay que incluir en este rubro algunas formas de lumpenizacià³n, como respuesta al hambre y al desempleo de millones de jà³venes trabajadores. De todas maneras estamos de acuerdo en que la resistencia de masas al neoliberalismo se mueve en un campo polàtico estrecho y amojonado por la fuerza policiaco-militar, la burocracia oficial y la intelectualidad mediatizadora, que recurren a todos los mà©todos inimaginables para cooptarla o destruirla.
IV. LO QUE OCURRIÓ EL DOS DE JULIO DEL Aà‘O 2000
En las elecciones federales mexicanas del dos de julio se enfrentaron dos coaliciones y un partido polàtico: la “Alianza por el Cambio”: (PAN+PVEM); la “Alianza por Mà©xico”: (PRD+PT+ PCD+PSN+PAS) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Fueron a las urnas 37.603,923 ciudadanos que pudieron escoger entre las tres opciones mencionadas, como puede verse en las tablas siguientes:
Tabla N° 1 Eleccià³n de presidente de los Estados Unidos Mexicanos
Alianza por el Cambio 15.988,740 (42.52%)
PRI 13.576,385 (36.10%)
Alianza por Mà©xico 6.259,048 (16.64%)
PCD 157,119 (0.42%)
DSPPN 592,075 (1.57%)
Cand. No Reg. 34,457 (0.09%)
Votos nulos 789,838 (2.10%)
Total 37.603, 923 (100%)
______________________________________
Fuente: IFE. (09.07.00.)
En las tablas 2 y 3 se expone el número de diputados federales y senadores que resultaron electos según sus agrupamientos polàticos.
Tabla N° 2 Número de diputados federales por agrupamiento electoral
Alianza por el Cambio 208
PRI 209
Alianza por Mà©xico 52
Total 469
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Tabla N° 3 Número de senadores por agrupamiento electoral
Alianza por el Cambio 46
PRI 60
Alianza por Mà©xico 15
Total 121
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En la tabla 4 se puede apreciar la composicià³n de la Asamblea Legislativa del DF despuà©s de las elecciones de julio.
Tabla N° 4 Diputados en la II Asamblea Legislativa
Alianza para el Cambio 10 diputados
PRI 12
Alianza por Mà©xico 38
Total 60
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(Fuente: las cifras expuestas en las tablas 3 al 4 fueron tomadas del artàculo de Max Ortega, publicado en la revista Trabajadores, año 4, julio-agosto 2000, N° 19, p, 3-6.)
El PAN, que encabezà³ la Alianza para el Cambio, ganà³ la Presidencia de la República y dos gubernaturas (Guanajuato y Morelos), pero sin lograr la mayoràa en las cámaras de diputados y senadores, ni en la Asamblea Legislativa del DF. El PRI perdià³ la Presidencia de la República, pero conservà³ el mayor número de representantes en las cámaras de diputados y senadores, mientras que el PRD conservà³ la gubernatura del DF, pero perdià³ más de la mitad de sus legisladores en la cámara de diputados y además la mayoràa absoluta en la Asamblea Legislativa.
El análisis de la ruta electoral del PAN en cuanto a resultados es la siguiente: sus porcentajes electorales de 1982 al 2000 pasaron del 17.07% al 42.52%. En 1982 el PAN obtuvo 3.700.045 votos a expensas, sobre todo, de un incremento logrado en el estado de Chihuahua y otros estados del norte de la República; en 1988 descendià³ a 3.267.159, para subir en 1994 hasta 9.146,841 y llegar en el 2000 hasta 15.988,740 votos. Estudiando la curva electoral del PAN se abren incà³gnitas muy interesantes que todavàa ahora no es posible develar en su totalidad; no obstante ya es obvio que los niveles más bajos de votacià³n obtenidos por dicho partido coincidieron con la presencia de una fuerte corriente electoral de la izquierda y sus puntos más altos cuando el desprestigio del PRI tocà³ fondo y la imagen del PRD se deteriorà³ considerablemente. La causa fundamental del repunte electoral del PAN, observado a partir de 1994 no se debe atribuir, como afirman algunos analistas, sà³lo a la corruptibilidad del mercado electoral y a las tà©cnicas sofisticadas de mercadotecnia puestas en práctica bajo el amparo del IFE, sino fundamentalmente a un fenà³meno ideolà³gico claro, como fue la masiva derechizacià³n de las clases medias y claro, tambià©n a la frenà©tica actividad del clero catà³lico, que con fruicià³n estuvo llamando a sus fieles a votar por “el color azul de la virgen”.
Si examinamos la situacià³n postelectoral del PRD, comprobaremos que es, quizá, el principal perdedor a mediano y largo plazo, pues sus porcentajes electorales bajaron del 30.8% en 1988 hasta 16.64% en 2000. Recurriendo a las cifras. su ruta marcà³ 5.911,133 votos en 1988, 5.852,134 en 1994 y 6.259,048 en 2000. Las cifras absolutas hablan de un ligero ascenso, o mejor dicho de un estancamiento, pero los porcentajes comprueban un franco decremento, pese a que todavàa el PRD ganà³ apretadamente la gubernatura del DF.
La derrota del PRD se explica por el abandono de sus posiciones ideolà³gicas originales democrático-revolucionarias y su “apuesta” a la incolora “sociedad civil”; por su reiterada renuncia a organizar y apoyar los movimientos sociales a partir del III Congreso Nacional de Oaxtepec y por la adopcià³n de una polàtica electoral aventurera, sin principios de ninguna clase.
Las cifras obtenidas por el PRI confirman una tendencia a la baja a partir del año de 1982 cuando sus porcentajes electorales fueron de más del 71% para llegar hasta 36.10% en el 2000; es decir, registrà³ un descenso de casi el 35%. Lo que visto ya en cifras absolutas equivale a lo siguiente: en 1982 obtuvo 16.141,454 votos; en 1988 disminuyà³ a 9.641,329; en 1994 ascendià³ a 17.181.651 y en 2000, 13.576,385 votos. No en balde para Dulce Maràa Sauri, presidenta del PRI, la noche del dos de julio fue la más difàcil de su vida.
Y aquà una pequeña acotacià³n: en relacià³n con las amplias variaciones que registraron las cifras de votacià³n obtenidas por el PRI, las que sugieren las mismas dudas que nos despertà³ el examen de la ruta electoral del PAN, o sea la posible presencia de factores desconocidos que influyeron en los resultados de los comicios.
Para completar el panorama postelectoral hay que tener en cuenta que para las elecciones del 2000 se levantà³ un padrà³n gigantesco, nunca antes alcanzado, de 58.782,737 electores. Este hecho es tan importante que merece una investigacià³n especial. ¿En que estados crecià³ el padrà³n? ¿En que sectores sociales? ¿Cà³mo se logrà³ este crecimiento? La respuesta a estas preguntas quizá nos develaràan algunos de los secretos de la pretendida legalidad democrática, porque es de suponer que tal crecimiento tuvo beneficiarios concretos. Por ahora prosigamos señalando que del total de electores empadronados anotado arriba sà³lo votaron 37.603,923, es decir, se abstuvieron 21.178,814 de la poblacià³n empadronada, además de los 789,834 votos anulados y de una enorme cantidad de hombres y mujeres en edad de votar que no acudieron nunca a los múltiples llamamientos que hizo el IFE para que se enlistaran en el padrà³n. Esto quiere decir que el número de abstencionistas superà³ las cifras de votos alcanzados por cualquiera de los tres candidatos presidenciales oficiales: Vicente Fox, Francisco Labastida Ochoa y Cuauhtà©moc Cárdenas y por consiguiente que en Mà©xico 2000 este fenà³meno tiene ya un profundo significado polàtico de rechazo al sistema en su conjunto.
Durante la campaña electoral hubo sà³lo un candidato a la Presidencia de la República que se presentà³ a la contienda sin registro oficial, marginado por las normas pactadas por los tres grandes partidos, casi solo y su alma, rodeado de un silencio absoluto de los medios de comunicacià³n. Este insà³lito candidato fue Manuel Aguilar Mora, en representacià³n de la Coalicià³n Socialista que agrupaba al Partido Obrero Socialista y la Liga de Unidad Socialista, ambas organizaciones de filiacià³n trotskista. Aguilar Mora, no obstante, denuncià³ en donde pudo, el oportunismo de las consignas en boga sobre el “mal menor” y el “voto útil”, convertidas en los dogmas frescos de la “nueva izquierda” pragmática. Este candidato afirmà³ que buscaba reinsertar en la polàtica nacional el proyecto revolucionario de independencia de clase y de alternativa socialista. Su campaña electoral se orientà³ substancialmente a denunciar las privatizaciones y otras manifestaciones de la globalizacià³n neoliberal. Es posible que algunos de los 34,457 votos que obtuvieron los candidatos no registrados hayan sido para Aguilar Mora.
Algunos dirigentes polàticos como el Subcomandante Insurgente Marcos atribuyeron la derrota del PRI y la victoria de la “Alianza por el Cambio”, simple y llanamente a que la ciudadanàa dijo ¡NO!. Esta aseveracià³n igual que la teoràa del hartazgo contiene, indudablemente, parte de verdad, sin embargo, hay que destacar otros factores que a nuestro juicio fueron decisivos en tal desenlace, a saber: la formacià³n de un poderoso bloque econà³mico-polàtico trasnacional que promovià³ por todos los medios la candidatura de Vicente Fox; la divisià³n de la “familia revolucionaria” en dos partidos polàticos, PRI y PRD.
La campaña del PAN, si bien fue demagà³gica, hay que reconocer que siempre fue fiel a sus principios ideolà³gicos tradicionales, a diferencia del PRD que ejecutà³ maromas y saltos mortales en ese mismo terreno. Fox, que según sus propias palabras, seràa el presidente de los pobres, los marginados y los excluidos, incluso se dio el lujo de invitar a Cuauhtà©moc Cárdenas a compartir el gobierno, pero nunca abandonà³ la lànea trazada por sus abuelos
Luego vinieron nuevas señales de carácter democrático en el discurso de toma de posesià³n de Vicente Fox ante los poderes de la Unià³n, en la protesta ante el famoso cà³digo de à©tica y en la recomposicià³n del grupo gubernamental con la inclusià³n de elementos de extraccià³n neocardenista y democrática como Alejandro Gerz Manero (SEP), Rodolfo Aguilar Zinser (Asesor de Seguridad Nacional de la Presidencia de la República) Ricardo Pascoe (embajador de Mà©xico en la República de Cuba) y Gilberto Rincà³n Gallardo (CCEPD). Hechos que indican la intencià³n de Fox de ampliar y consolidar una base social propia y crear un nuevo bloque polàtico gobernante con cierta pluralidad dentro del llamado “consenso de Washington” y asà tratar de contrarrestar el carácter definitorio que dio al nuevo gobierno la composicià³n social del gabinete presidencial y la historia del PAN.
El discurso de toma de posesià³n de Vicente Fox, contiene elementos positivos que despertaron ilusiones en algunos mexicanos. Es cierto, hubo algunos pronunciamientos que sonaron esperanzadores, pero en esencia no son hechos tan nuevos como se quiere hacer creer. Las grandes promesas presidenciales, sobre todo en el discurso de toma de posesià³n, vienen siendo lugares comunes cada seis años, sobre todo si la gobernabilidad del paàs está en riesgo, como en 1952 cuando tomà³ posesià³n el presidente Adolfo Ruiz Cortines o cuando lo hizo Gustavo Dàaz Ordaz en 1964. Las promesas no empobrecen.
V. ¿CÓMO SE AUTODEFINE LA IZQUIERDA MEXICANA?
Desde el año de 1999 hasta el mismo fin del siglo, hubo en Mà©xico varias reuniones de los representantes más conspicuos de la izquierda social y acadà©mica de este paàs bajo los auspicios de diversas universidades de la República, a fin de “reflexionar” sobre su propia identidad y sus perspectivas para el siglo XXI. Los resultados de tales cà³nclaves fueron, digámoslo de una vez, harto miserables. Al parecer los izquierdistas en nada se pusieron de acuerdo, salvo en que navegan a la deriva sin saber de donde vienen y cual será su destino. El profesor universitario Ugo Pipitone publicà³ una crà³nica sobre una de tales reuniones realizada en la ciudad de Puebla, en la que, con mordaz ironàa, trata las ideas expuestas ahà por sus colegas: el Viejo Honorable, el Polàtico Malogrado, el Ciudadano Imaginario, la Feminista, el Gran Arquitecto, etc. Al leer este ensayo nos quedamos con la impresià³n de que el autor, por una personal y morbosa inclinacià³n, al presenciar el desarrollo de la junta de Puebla estaba, en realidad, clasificando por sus pecados ideolà³gicos pasados y presentes a los desgraciados miembros de un pelotà³n de prisioneros de guerra dispuestos a ser pasados por la piedra de los sacrificios. Pipitone, un escritor que se auto califica de izquierdista, tuvo el tino de describir de una sola vez reuniones paralelas que se realizaron en Ciudad Juárez, Mà©xico y otros lugares de la República, ya que, nos consta, en nada se distinguieron unas de las otras.
Para los fines de nuestro informe hemos recogido algunas de las definiciones de la “nueva izquierda” formuladas por los intelectuales democráticos, dentro y fuera de las reuniones mencionadas; a saber:
Pablo González Casanova uno de los intelectuales mexicanos que más se ha esforzado por dar un sustento teà³rico y justificacià³n polàtica a los movimientos neocardenistas y neozapatistas, o sea a la “nueva izquierda”, en un abierto desafào al pragmatismo imperante, afirma que esta corriente del pensamiento y de la praxis polàtica aparecià³ en Mà©xico en los años sesenta y la definen siete caracteràsticas esenciales: 1.- Considera al imperialismo como fenà³meno omnipresente dentro y fuera de todas las naciones del centro y de la periferia. 2.- Destaca las contradicciones de todos los sistemas econà³micosociales y la de los movimientos de liberacià³n nacional. 3.- Encajona la lucha de clases dentro de la resistencia al neoliberalismo 4.- Considera la democracia universal como meta suprema con participacià³n y representacià³n de todos, con pluralismo ideolà³gico y articulacià³n de los derechos individuales y sociales; postula que sin democracia no habrá socialismo ni democracia sin socialismo. 5.- Funde las luchas parciales de las “vàctimas” en una gran lucha nacional y mundial que incluye las corrientes socialistas, democráticas y de liberacià³n nacional. 6.- Supera el antiguo dilema de “reforma o revolucià³n” y, más que combinar una y otra, propone construir redes de organizaciones de resistencia que avancen de lo local a lo mundial y viceversa y que combinen la polàtica con el poder, y la defensa de lo público y colectivo, con la construccià³n de un sujeto histà³rico en la sociedad civil y a partir de ella, partidos y estados gobiernen obedeciendo, y 7.- Dar a la cultura à©tico-polàtica y al conocimiento histà³rico, humanàstico, cientàfico y tà©cnico, asà como a las ciencias de la comunicacià³n y de la organizacià³n, una importancia central en la educacià³n general y de las especialidades e impartir la educacià³n media y superior en forma universal, pública y gratuita.
Guillermo Almeyra, analista especializado en cuestiones internacionales, aprueba los 7 puntos de González Casanova, pero señala que la nueva izquierda surge de manera “confusa, con dogmatismos nuevos y viejos derivados de su reconocimiento de los movimientos de liberacià³n nacional, de la revolucià³n cultural china y el maoàsmo e incluso de la versià³n libresca veteroleninista y veterotrotkista de la IV Internacional.”
Octavio Rodràguez Araujo, casi al sonar la última campanada del siglo XX, se preguntaba desesperado ¿Quà© es la izquierda? Y se respondàa, “La izquierda es un concepto escurridizo, a veces asociado al PRD. Otras al EZLN, a los movimientos que rompen vidrieras de McDonald´s. Y como no se sabe bien a bien quà© es la izquierda, se incluyen en ella desde los anarquistas hasta los socialistas, pasando por los honestos, lo democráticos, los amigos de los pobres, los defensores de los derechos humanos y de la ecologàa y los que plantean la reivindicacià³n de Keynes o de la regulacià³n de la economàa.
El Viejo Honorable, de origen catalán, filà³sofo de oficio y por supuesto un acadà©mico intelectual que nos imaginamos responde al nombre real de A…Z…V., afirmà³ en la reunià³n de Puebla que “la izquierda es el archipià©lago de la disrupcià³n frente al dominio”… o sea una especie de “contrapoder”, con un proyecto de “democracia radical representativa complementada por poderes sociales en los distintos ámbitos de la vida colectiva”. Como puede apreciarse una definicià³n muy semejante a la González Casanova.
Despuà©s de la significativa leccià³n que la izquierda neocardenista cosechà³ el dos de julio, obligadamente tuvo que entrar en una fase de redefinicià³n. El II congreso estatal del PRD en el DF, celebrado en la segunda quincena de octubre de 2000, tuvo que reconocer que el partido no fue capaz de retener el voto obtenido en 1997 en la tercera parte de las delegaciones en que se divide la ciudad de Mà©xico y lo calificà³ de “fràvolo”, “intolerante” y “alejado de la gente.” Admitià³ tambià©n que el “desgaste” de su imagen polàtica se acelerà³ desde las fraudulentas elecciones internas celebradas en marzo de 1999, cuando se actuà³ “al mero estilo priàsta” con todo tipo de corruptelas y errores polàticos. Enrique Semo, historiador socialdemà³crata, despuà©s de los resultados electorales referidos afirmà³ que con el fracaso del PRD quedà³ convertido en una especie de movimiento populista.
Luego, el 28 de octubre de 2000 aparecià³ publicado un extenso desplegado que vino a informar que la corriente hegemà³nica del PRD, encabezada por Cuauhtà©moc Cárdenas, por fin aceptaba la existencia de una crisis profunda en el interior de su partido y planteaba públicamente la necesidad de refundarlo y regenerarlo. Empero tal autocràtica más parecià³ un llamamiento a la renovacià³n moral y una maniobra futurista de cara al VI Congreso Nacional, que una propuesta seria de refundacià³n. De todas formas es un hecho importante que Cuauhtà©moc Cárdenas, làder moral del PRD, haya tenido que aceptar que su criatura polàtica “ha perdido la confianza de buena parte de la poblacià³n y de millares de simpatizantes”.
En cambio, en los demás agrupamientos de la “nueva izquierda” no hubo ni “j” sobre redefinicià³n o autocràtica: EZLN, PPS y partidos y grupos de filiacià³n trotskista, veamos:
La fundacià³n Lombardo Toledano, con motivo del 40 aniversario de la transformacià³n del Partido Popular en Partido Popular Socialista, llamà³ a todos sus afiliados y simpatizantes para que se reagruparan en torno a la bandera izada por Lombardo Toledano hace 40 años y contribuyeran a lograr la unidad de todas las fuerzas democráticas, tanto del PRI como del PRD, para reabrir la perspectiva de un mundo nuevo sin explotadores ni explotados por la vàa de la Revolucià³n Mexicana. Nuevamente, sin mencionarlo, con su lenguaje campesino, el PPS llama a la formacià³n de un frente democrático antiimperialista, comandado por la burguesàa progresista y a reanimar el cadáver de la Revolucià³n Mexicana, como si este proyecto no hubiera fracasado ya cien veces y sin comprender (¿o comprendià©ndolo?) que precisamente esta ruta estratà©gica fue la que condujo al movimiento comunista mexicano a la bancarrota.
Las organizaciones trotstkistas tampoco han hecho ninguna consideracià³n autocràtica sobre su programa, su organizacià³n y su práctica. En 1976 se formà³ el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), afiliado a la IV Internacional, que hasta 1991 desplegà³ una intensa labor en la sociedad mexicana, pero luego entrà³ en una larga crisis que lo dividià³ varias veces y que a partir de 1994 lo llevà³ a supeditarse al nacionalismo neocardenista. Eso sà, la condena moralista de Stalin sigue siendo la preocupacià³n y ocupacià³n predilecta y la pesadilla que turba los sueños de estos agrupamientos.
En abril de 1996 un grupo de militantes trotskistas se separaron del PRT y formaron la Liga de Unidad Socialista (LUS), que si bien mantuvo su independencia frente a los partidos burgueses, no ha superado su dimensià³n grupuscular y tampoco hizo ningún esfuerzo autocràtico sobre la historia del trotskismo. Y no sà³lo eso sino que Manuel Aguilar Mora, uno de sus más importantes dirigentes no tuvo empacho en afirmar: “Somos de los poquàsimos que podemos hablar con la verdad, que podemos decir bien alto las verdades que han determinado el curso del siglo XX y que no tenemos la menor responsabilidad en los cràmenes enormes que condujeron al fracaso de la experiencia sovià©tica.”
El PCM formalmente dejà³ de existir en 1981 por acuerdo de un congreso nacional con mayoràa de eurocomunistas partidarios del “compromiso histà³rico” (XX Congreso Nacional). Del grupo dirigente de este partido que consumà³ su liquidacià³n no ha habido ni puede esperarse ninguna autocràtica sobre las atrocidades antidemocráticas que consumà³ desde que accedià³ al Comità© Central en 1960, hasta que lo hizo desaparecer en el seno del neocardenismo. Todo lo contrario, cada que Arnoldo Martànez Verdugo, Valentàn Campa y otros de sus simpatizantes, tuvieron la oportunidad de hablar sobre la historia del PCM, fue para rendir culto a su labor liquidadora. La autocràtica de los comunistas han tenido que hacerla viejos militantes que en la expulsià³n del partido y la marginacià³n de la “nueva izquierda” siguieron luchando individualmente o agrupados en pequeños grupúsculos, como lo fueron en su tiempo Josà© Revueltas, Guillermo Rousset Banda, Mario Rivera, Carlos Fà©lix, Carlota Guzmán y algunos otros compañeros. Es muy significativo y no casual que algunos intelectuales como Pablo González Casanova y Ugo Pipitone alaben a los liquidadores del PCM, porque fueron los primeros en “replantear” el proyecto socialista como un proyecto democrático o porque supieron “apurar el trago amargo de emancipacià³n de una ideologàa monolàtica”.
VI. LAS CUATRO PROPUESTAS DE LA IZQUIERDA
Al modelo econà³mico y polàtico impuesto por el super-Estado globalizador, la izquierda mexicana le ha opuesto cuatro alternativas principales, a saber:
1- Proyecto de los indàgenas zapatistas. Contiene los siguientes puntos esenciales: i) democracia plural, participativa, representativa, à©tnica y local, nacional y universal; ii) construccià³n del poder, la à©tica y las autonomàas en la sociedad civil, y de las autonomàas en la sociedad civil y el Estado; iii) define las comunidades como localidades, municipios y regiones internas e internacionales; iv) se opone a la discriminacià³n y a la exclusià³n racial, econà³mica, cultural, de gà©nero o inclinaciones sexuales y lucha por la justicia social e individual; vi) defiende el derecho de los pueblos al disfrute de sus territorios y recursos naturales, ejidos y comunas.
El proyecto zapatista, afirma González Casanova, propone un “protagonista social plural al que se sume la clase obrera industrial sin reclamar para ella un puesto ontolà³gico de vanguardia”. Los zapatistas, aclara González Casanova, no menosprecian el papel que los trabajadores manuales e intelectuales cumplen en las luchas de la evolucià³n democrática; simplemente no les asignan un papel privilegiado al margen de la historia real. Y prosigue: La novedad y riqueza del proyecto se advierten en el uso sistemático de la combinacià³n de todas las variantes y en todos los campos. Esboza asà los planteamientos de una globalizacià³n alternativa a la del capitalismo salvaje y corporativo, en la que lo primero a imponer es un gobierno cuyos dirigentes manden por eleccià³n o consenso de los ciudadanos y de las comunidades, y en el que como mandatarios obedezcan los mandatos de sus mandantes. González Casanova destaca la necesidad de la universalizacià³n conceptual del planteamiento zapatista a fin de que se convierta en el proyecto del pensar y el hacer de las redes virtuales de reflexià³n, informacià³n y accià³n que puedan actuar en las distintas partes del paàs y de la tierra. Asà mismo como objetivos de la revolucià³n moral e intelectual proponen el “control y la eliminacià³n” de la cultura priàsta en materia de trampas electorales y de la dogmática o sectaria, que viene del “oscuro sendero revolucionario con su aritmà©tica contrarrevolucionaria, que reaparece cuando menos se piensa.” (subrayados nuestros)
González Casanova asegura que el plan de la Convencià³n Nacional Democrática (CND) organizada por el EZLN constituàa el “plan de lucha por la democracia más avanzado del paàs”, sin advertir sus grandes contradicciones e inconsecuencias, cuando al mismo tiempo que renunciaba, explàcita y reiteradamente, a la toma del poder polàtico, soñaba con crear “en la práctica” un gobierno democrático, plural del pueblo, por la vàa del sufragio popular, sin revolucià³n, mediante un proceso de “evolucià³n” social. Sin darse cuenta que la potencialidad polàtica del sujeto social que el EZLN proponàa habilitar no era la de un vigoroso Frankenstein, sino la de un muñeco de pies de barro incapaz de caminar por sà mismo por un largo trecho, debido a su utà³pico programa y a su composicià³n predominantemente indàgena, intelectual y campesina. Y sin olvidar que una fuerza polàtica que está dispuesta a “apoyar a quien gane” aunque sea mediante elecciones “limpias” –como resolvià³ la CND en 1994- no es confiable y más si su discurso está plagado de fà³rmulas moralistas, evolucionistas, humanistas y sicologistas.
En resumen el proyecto zapatista se basa en la tácita aceptacià³n de un Estado benefactor apolàtico y un sistema de partidos que mandan obedeciendo a una sociedad civil estructurada en redes de organizaciones que ejerce su mandato a travà©s de elecciones democráticas y limpias y dotada de una alta moralidad cristiana.
Ahora, despuà©s de cinco meses de hermà©tico silencio, el EZLN vuelve a la palestra estimulado por el discurso de toma de posesià³n de Vicente Fox y nos dice que está dispuesto a reanudar el diálogo con el gobierno bajo tres condiciones mànimas: reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indàgenas de acuerdo con la iniciativa de la Cocopa; libertad a todos los zapatistas presos en toda la república, y retiro total de las 7 posiciones del ejà©rcito federal en la zona de “guerra”. Marcos hablà³ de pesadillas y amaneceres, y está bien que haya la disposicià³n de hacer polàtica con o sin pasamontañas, en el marco de la legalidad existente, ya que despuà©s de todo, esto es lo que substancialmente ha hecho el EZLN despuà©s de los enfrentamientos armados iniciales, y lo que tendrá que hacer ya que concluya el diálogo y adopte una estructura civil. En el conocimiento de que el EZLN, o como decida llamarse en el futuro, no pasará de ser un “grupo de presià³n”, como se ha dicho, incapaz por sà mismo de impulsar un proyecto estratà©gico que implique la sustitucià³n del sistema social que los ha discriminado, por otro que les confiera plena igualdad y sea respetuoso de sus peculiaridades.
La propuesta zapatista no carece de justificaciones sociales y representa uno de los más destacados esfuerzos por la democracia y la revolucià³n moral en el ambiente rural, esto es cierto, y es de tenerse en cuenta, pero el problema es que, como todo proyecto voluntarista, parte de y quiere llegar a una sociedad imaginaria, irremediablemente irreal sin contradicciones de clase y sin un Estado polàtico. Y aunque su programa es, aparentemente un miniprograma, queda totalmente fuera de las posibilidades transformadoras reales del EZLN, aun considerando los à©xitos polàticos y organizativos que en algún momento ha alcanzado en el ámbito nacional e internacional. EL EZLN ofrece en consecuencia la perspectiva de la democracia universal a travà©s del radicalismo martiano, obviamente para un futuro que habràa que situar en el fin de los siglos.
La insurreccià³n zapatista de 1994 se legitimà³ moralmente frente a los indàgenas y otros estratos sociales marginados del paàs, pero en polàtica no se puede contar sà³lo con la legitimidad moral y la voluntad personal o colectiva, a riesgo de repetir indefinidamente los errores del foquismo de los años sesenta y principios de los setenta y aquellos consumados por el propio EZLN en el contexto de la Segunda declaracià³n de la Selva Lacandona (1994), cuando desconocià³ los poderes de la Unià³n y la legalidad realmente existente, e imaginà³ la posibilidad de un nuevo gobierno democrático emanado de la convencià³n. Mario Rivera Guzmán recordà³ oportunamente a este respecto, que no debe olvidarse que en polàtica es un grueso error confundir el estado de ánimo del movimiento con su capacidad real para ejecutar sus deseos y que el proyecto zapatista contemplaba al mundo desde una perspectiva rural e indigenista, aunque navegara por internet, tratando de ignorar que sin la participacià³n protagà³nica de las clases sociales urbanas, particularmente de la clase obrera, no habrá ningún cambio profundo de la situacià³n del paàs.
Claro que el zapatismo es una respuesta social-popular explicable frente al agresivo modelo neoliberal, pero con su dà©bil plataforma programática y los elementos sociales que aglutina actualmente, como dice Roitman Rosenmann, en ningún caso cabe considerarlo expresià³n de un movimiento polàtico alternativo contra-hegemà³nico. Seràa una irresponsabilidad afirmarlo.
Entre las contradicciones intrànsecas del neozapatismo, además de las ya señaladas, destacan fundamentalmente las que se evidencian entre la caducidad de las formas de propiedad y produccià³n de las comunidades indàgenas chiapanecas y las que operan y se desarrollan en el resto del paàs; la que subyace, aunque no se reconozca, entre la nacionalidad mexicana y las proclamas de liberacià³n nacional, la que se da entre las polàticas de democracia y consenso; entre el asambleàsmo y la necesaria disciplina industrial (o militar); la que se siente entre su laxa polàtica de alianzas con la “sociedad civil” nacional e internacional y la aspiracià³n a formar un bloque libertario y mantener un Estado benefactor; la que se advierte entre la polàtica de ordeno y mando y el referà©ndum perpetuo; finalmente la que se observa entre su anhelo de dejar de ser lo que son y su esperanza de que un sistema social como el presente otorgue garantàas de cambios profundos y estables.
2 .- Proyecto de los neocardenistas. Con este proyecto se identifican el PRD y otros agrupamientos de la llamada “nueva izquierda”. Originalmente postulà³ como programa la Constitucià³n de 1917 y señalà³ como objetivos fundamentales el Estado benefactor; la creacià³n de partidos polàticos de la burguesàa y de las clases medias; organizaciones de la sociedad civil; rà©gimen polàtico de alternancia con alternativas; elecciones libres y limpias; colaboracià³n de clases en los marcos del respeto a la propiedad privada de los medios de produccià³n, la defensa de las empresas estatales y lucha por la soberanàa nacional; renovacià³n moral del aparato administrativo; encuestas, plebiscitos y referà©ndum, que “lejos de plantear una lucha de clase contra clase -informe y metafàsica- planteen una lucha ciudadana contra quienes pretenden preservar y aumentar sus privilegios a costa de la soberanàa nacional, de la propiedad pública y de las polàticas de subsidio y exencià³n.”
Los ideà³logos de esta corriente confàan en la potencialidad revolucionaria de la sociedad civil, urbana y rural, para lograr un profundo y pacàfico cambio democrático a travà©s de la reanimacià³n de la Revolucià³n Mexicana, según eso, “traicionada” o “cooptada”. Los neocardenistas afirman que el triunfo de la “revolucià³n” democrática se realizará única y exclusivamente en las urnas electorales, en las encuestas y plebiscitos, por lo que llaman a luchar contra el abstencionismo y por la participacià³n más amplia de la ciudadanàa en los procesos electorales. Las demás formas de lucha, legales o ilegales, son ignoradas y se les considera secundarias, puesto que no ofrecen el acceso al verdadero poder construido “desde abajo”.
Los minimalistas argumentan que las demandas “moderadas” son el fundamento de la polàtica que ofrece el menor riesgo con las máximas ganancias para la gobernabilidad democrática y la paz, según opinià³n de Von Neuman (citado por Pablo González Casanova). à‰sta seràa la esencia táctica de la corriente radical minimalista.
Los elementos sociales que aglutina el neocardenismo surgieron a la historia moderna en 1988 con la máscara de demà³cratas puros y pronto lograron integrarse al mundo polàtico de la à©poca y ser reconocidos como parte de la oposicià³n oficial. Aparecieron primero como un frente (FDN), luego se organizaron en un partido polàtico, el PRD y finalmente les alcanzà³ el aire para formar coaliciones de cierta importancia como la Alianza por Mà©xico. Pero contrariamente a lo que piensan determinados analistas el neocardenismo nunca representà³ a ninguna fraccià³n homogà©nea de la burguesàa mexicana unida por grandes intereses comunes y deslindada de los otros conjuntos de la misma clase por relaciones particulares de produccià³n, sino a una masa heterogà©nea de dirigentes polàticos que se enriquecieron y se prestigiaron a la sombra del Estado emanado de la Revolucià³n y de escritores, periodistas y profesionistas de ideas democráticas, cuya fuerza emanaba fundamentalmente de la animadversià³n que el pueblo mexicano sentàa hacia el PRI y por supuesto del nacionalismo mexicano.
El PRD, desde que se arraigà³ en el pragmatismo ideolà³gico renuncià³ a tener un perià³dico polàtico. La revista Motivos fue la última publicacià³n seria de este partido, actualmente edita un panfleto llamado La Fuerza del Sol que es un remedo de prensa. Extraoficialmente cuenta con La Jornada, que es su instrumento en la lucha propagandàstica electoral y tribuna de sus intelectuales; es un perià³dico que tambià©n empezà³ siendo un diario de los demà³cratas puros y de un grupo indeterminado de ex…. La Jornada ha contribuido mucho a los à©xitos y a los fracasos del PRD y del EZLN. Es actualmente la banderola de la socialdemocracia y del neopopulismo y reflejan todas las cualidades positivas y negativas de una clase media que marcha paulatinamente de la izquierda hacia el centro y la derecha.
Una circunstancia agravante más de la situacià³n interna que priva actualmente en el PRD y en general en todo el campo del neocardnismo, es su divisià³n en fracciones diversas que se enfrentan entre sà: los amalios, los chuchos, los càvicos, los cuauhtemistas y otras que pugnan, no por cuestiones de principios, sino por la hegemonàa dentro de la organizacià³n, proceso por lo demás normal en todos los partidos registrados que participan en la recomposicià³n del bloque burguà©s gobernante. La mejor contraprueba de la existencia de un proceso de descomposicià³n interno en el PRD es la “radicalizacià³n” que se observa en el discurso de algunos de sus làderes despuà©s de la derrota del dos de julio, con el objetivo demagà³gico de recuperar el terreno perdido.
No obstante, González Casanova afirma que los sujetos sociales que levantarán y harán realidad las metas del PRD, son un conglomerado inmenso de mexicanas y mexicanos que ha internacionalizado la democracia como proyecto polàtico y social de carácter nacional y universal…”. Los ideà³logos del neocardenismo piensan que a pesar de la derrota, los planteamientos básicos del PRD en materia de programa social: rà©gimen democrático, superacià³n del neoliberalismo y defensa de la soberanàa nacional, siguen siendo suficientes para relanzarlo como opcià³n de cambio democrático y popular cuando, afirman, todavàa no ha surgido un nuevo rà©gimen polàtico basado en la democracia y los derechos individuales y colectivos del pueblo mexicano. Banderas todas, que se disputan entre sà los socialdemà³cratas y neopopulistas de “izquierda” y de derecha.
Estas son, no obstante, las contradicciones menores que incuba el neocardenismo. Las más importantes y claras para la gente sencilla del pueblo se manifestaron cuando el PRD logrà³ algunas ànsulas de poder polàtico y chocaron en su interior los grupos de interà©s que se disputaban las más jugosas partidas del subsidio gubernamental y las que se dieron en el campo de la seguridad pública, cuando se convirtià³ en gobierno del DF y chocà³ en varias ocasiones con la poblacià³n gobernada, supuestamente que debe “mandar a los mandantes”. Los pogroms prenavideños que Rosario Robles, jefa del gobierno capitalino, organizà³ contra el barrio de Tepito en la Ciudad de Mà©xico DF, los dàas 17 de octubre y 8 y 17 de noviembre de 2000, son una prueba evidente de ese choque de intereses. Los pogroms, fueron aplicados con el fútil pretexto de “asegurar” bebidas alcohà³licas adulteradas, armas y drogas, en realidad, actos para proteger a los grandes centros comerciales trasnacionales de la competencia “desleal” de los pequeños comerciantes y por supuesto parte del plan general neoliberal para ampliar el control policiaco de la sociedad mexicana.
Actos similares de violencia policial antipopular injustificada se han sucedido durante los últimos dos años en el DF, dirigidos contra los estudiantes de la UNAM y su organizacià³n, el Consejo General de Huelga.
La práctica polàtica del nuevo gobierno del DF encabezado por Andrà©s Manuel Là³pez Obrador pronto dio muestras de continuar la polàtica de fuerza de su antecesora con los actos represivos consumados contra los vendedores ambulantes.
CRÍTICA A LAS PROPUESTAS NEOPOPULISTAS Y SOCIALDEMÓCRATAS DEL EZLN Y EL PRD.
Aquà se impone hacer un alto para profundizar brevemente en la cràtica de las dos propuestas anteriores:
El neozapatismo y el neocardenismo en ocasiones parecen poseer una armonàa formal y un contenido humanista y noble, por tanto seductores. Hay que decir, no obstante, que representan la resurreccià³n de movimientos e ideas que parecàan superadas en la experiencia histà³rica de la humanidad despuà©s de su impugnacià³n metà³dica y cientàfica que hicieron Plejanov y Lenin ya hace un siglo. Estamos hablando del populismo y de la socialdemocracia de derecha en Rusia, que ahora reviven en Mà©xico con arrestos de modernidad y nuevos alientos de vida, en brazos de las clases medias, la intelectualidad y algunos sectores indàgenas y campesinos. Reaparecen por generacià³n espontánea, quizá estimulados por la conviccià³n subliminal de la omnipotencia y longevidad del capitalismo y el fracaso definitivo del socialismo. Resurge en las múltiples declaraciones y documentos del EZLN y del PRD y en los artàculos y libros de los acadà©micos de izquierda que los apoyan, escudados como siempre en las añejas y justas demandas econà³micas de los indàgenas y, por supuesto, en un riguroso cà³digo de moral cristiana.
Con base en los elementos expuestos, cabe caracterizar al neozapatismo y al neocardenismo, en tà©rminos ideolà³gicos, como movimientos reformistas conservadores que se han autodeslindado de cualquier forma de socialismo cientàfico. Se trata de proyectos radicales, en el sentido “martiano” porque sà³lo pretenden democratizar y humanizar el sistema imperante y porque además, contradictoriamente, desean adueñarse, ocultándolo, de una funcià³n polàtica que no pueden desarrollar. Para los ideà³logos de la socialdemocracia de derecha y el neopopulismo el fracaso del socialismo real, la actual ausencia de la clase obrera y la inexistencia de un partido polàtico proletario en Mà©xico, constituyen hechos definitivos e inmodificables que les dan la razà³n absoluta y que abogan en su favor de manera indefinida en el proceso histà³rico. Su peculiar idea sobre la evolucià³n pacàfica, sin lucha de clases, por consenso de la sociedad civil y la sociedad polàtica, los coloca en una posicià³n francamente conservadora. No niegan, explàcitamente, las posibilidades del advenimiento de nuevas formas de socialismo pero recomiendan una democracia bajo la dictadura de la sociedad civil absolutamente imaginaria. Los partidarios de estos proyectos afirman que los suyos son los más radicales y verdaderos, inmunes a la cooptacià³n y la corporativizacià³n por parte del Estado. Aseguran que representan lo más avanzado de lo existente porque según ellos “replantean” en la democracia los movimientos liberales, nacionalistas y socialistas del pasado: tratan de organizar en la práctica “un gobierno democrático y plural del pueblo, para una mayor equidad hacia el pueblo y con el poder participativo y sufragante del pueblo”. Para nada hablan de la liquidacià³n de las actuales formas de propiedad y produccià³n, para nada de la sociedad sin clases, para nada de eliminar la explotacià³n del trabajo ajeno, para nada de un estado social proletario; esas cosas, para ellos, son cosas muertas del pasado, fruto de elucubraciones dogmáticas superadas.
Algunos dirigentes del neozapatismo y del neocardenismo sueñan en mantener las siete cañadas insurgentes de Chiapas y la Ciudad de Mà©xico como ànsulas de su poder libertario, desde donde se proponen extenderlo dentro y fuera de las fronteras de la República, sobre la base de una red infinita de organizaciones que agrupen a todos los sectores sociales del mundo. Pero hay que observar que tales propuestas no han encontrado la amplia respuesta buscada en las grandes masas, a pesar del fuerte apoyo propagandàstico que han recibido de los medios de comunicacià³n durante varios años. Tal es la conclusià³n que hay que sacar del análisis de los resultados electorales. Si no hay una pronta rectificacià³n de sus programas y planes quedarán como palabras y sueños frustrados que los recursos electorales, los plebiscitos, los referà©ndum, las encuestas, los ayunos, las canciones de protesta, los encueramientos públicos, etc. no podrán hacer realidad.
Pero de una vez por todas digamos algo sobre la esencia de la tan traàda y llevada sociedad civil. Cuando se habla en nuestro medio, de la “sociedad civil”, se pretende aludir a algo incorpà³reo y gelatinoso, en cuyo interior no existen clases sociales ni partidos polàticos y por principio, ajeno y antagà³nico al Estado. Empero esta categoràa social no es otra cosa que la sociedad burguesa estrechamente vinculada con el rà©gimen de partidos y el Estado burguà©s. La acepcià³n vulgar de este concepto, es sà³lo un instrumento demagà³gico de los intelectuales pequeñoburgueses para tratar de confundir a las masas y asegurar su hegemonàa ideolà³gica y polàtica. Desde luego que la sociedad civil existe, pero se trata de una entidad que tiene todos los atributos y las relaciones que implican la definicià³n inicial. La Sociedad civil es tan burguesa, como gubernamentales son las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
Por consiguiente, no es casual que con el triunfo electoral del PAN, las ONG, que se autodenominan tambià©n pomposamente “organizaciones filantrà³picas”, hayan entrado en una etapa de exacerbacià³n polàtica, pues intuyen que con la profundizacià³n de la polàtica econà³mica neoliberal, su funcià³n esencial, asignada por el gran capital (la mediatizacià³n de la lucha de clases), será más necesaria que nunca. Con este motivo los nuevos filántropos y sus 15 mil organizaciones, claman por más lana y mayor apoyo gubernamental para “atender causas sociales emergentes” y paliar mejor, en las zonas más álgidas, los efectos del capitalismo salvaje. Y claro que las ONG probablemente obtengan todo lo que piden, porque además de que sus propà³sitos tienen la apariencia de ser nobles y humanos, marchan a la luz del dàa con la engañosa y blanca bandera del apoliticismo. Sin que ello quiera decir, naturalmente, que sus dirigentes más conspicuos no escalen, pisando sobre ellas, elevados o modestos puestos burocráticos en los gobiernos neoliberales. Estas organizaciones seudofilantrà³picas se han convertido en una jugosa industria administrada por damas y caballeros “voluntarios” que manejan cuantiosos recursos financieros de procedencia extranjera; por ello despuà©s del dos de julio, han demandado en la mesa de estudios para la reforma del Estado, una nueva legislacià³n que les reconozca y les otorgue seguridad juràdica. Curiosamente, la formacià³n de una amplia red nacional e internacional de ONG es tambià©n uno de los proyectos estratà©gicos del gran capital. ¡Cà³mplices, simplemente cà³mplices¡
Cabe, en este breve addenda una observacià³n sobre la potencialidad polàtica de las clases medias, ya que representan la base social más importante del neocardenismo e incluso del neozapatismo, a sabiendas que estamos utilizando desde hace rato, un lenguaje prohibido por las academias. Las clases medias son incansables y aguerridas, incluso heroicas, cuando tienen que defender sus intereses, pero al mismo tiempo es notable su gran capacidad para cambiar de rumbo a veces hasta en 180 grados como de nueva cuenta ha quedado demostrado en la reciente coyuntura electoral. Como ocurre en la senilidad de los hombres: las viejas cualidades se extinguen, mientras que los viejos defectos se acrecientan. La inveterada inestabilidad polàtica de las clases medias, su miedo al cambio histà³rico y la tendencia a rematar sus ciclos de hiperactividad en el cariñoso seno de la burocracia gubernamental no hay que buscarlo en los manuales de sociologàa, se han manifestado claramente en Mà©xico en cualquiera de los movimientos sociales de las últimas dà©cadas: 1960, 70, 80, 90.
3.- Alternativa obrero-comunista. Dispersos a lo largo y ancho del territorio mexicano, cierto número de pequeños grupos y de individuos aislados luchan, cada cual a su manera y en su área de influencia, por la ampliacià³n de la democracia burguesa y por una alternativa socialista basada en los principios fundamentales del marxismo-leninismo. Esto es, por un sistema social que implante nuevas formas de propiedad y produccià³n colectivas y establezca, transitoriamente, el Estado social democrático de la clase obrera. Los grupos y personas que proponen esta alternativa no son los fundamentalistas recalcitrantes del marxismo dogmático de los años cincuenta, sino aquellos que resistieron y resisten a pie firme la gran ola demo-populista y reaccionaria que barre al mundo desde hace varias dà©cadas; los mismos que previa cràtica y autocràtica prueban cotidianamente su fidelidad a los principios del socialismo cientàfico. La propuesta socialista, pese a la pasividad actual de la clase obrera y a la inexistencia de un partido proletario poderoso, cuenta con vectores histà³ricos que lo impulsen no sà³lo en la infraestructura econà³mica, sino tambià©n en las superestructuras sociales e ideolà³gicas, como son el gran peso cuantitativo de una clase social mayoritaria ligada a formas de organizacià³n y produccià³n avanzadas, la tradicià³n sindicalista del proletariado mexicano, las graves e irresolubles contradicciones del capitalismo, y por supuesto, la inviabilidad de las propuestas demo-populistas.
En Mà©xico, despuà©s de la derrota de las huelgas ferrocarrileras de 1958-59 y el golpe de Estado que sufrià³ el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana el 10 de enero de 1989, la clase obrera de este paàs no ha dado muestras de vida clasista propia. Está prácticamente adormecida y por tanto no podràamos citar muchos ejemplos locales, ni aún mundiales, que apuntalen la perspectiva socialista, para beneplácito de los neoliberales y sus analistas. Se han producido en el mundo, sin embargo, importantes esfuerzos del proletariado internacional en contra del neoliberalismo; verbigracia, el poderoso movimiento de huelga de los sindicalistas franceses en noviembre-diciembre de 1995 que detuvo importantes proyectos privatizadores; la huelga triunfante de la Asociacià³n Sindical de Sobrecargos de Aviacià³n (ASSA) de Mà©xico, que logrà³ captar la solidaridad internacional de 50,000 trabajadores de 170 paàses en 1998 y el movimiento de este mismo grupo sindical que triunfà³ tambià©n al despuntar el año 2000. Otros más recientes como los “cortes de cruces” y la huelga general que paralizà³ Argentina durante 36 horas en noviembre de 2000, y las manifestaciones realizada en la ciudad francesa de Niza del 7 y 8 de diciembre de 2000. Hay, pues, indicios que hablan de la reactivacià³n de la lucha de los trabajadores asalariados.
Tambià©n y a pesar de errores y deficiencias hay un cierto número de partidos comunistas que no capitularon y continúan la lucha social desde posiciones revolucionarias. Conviene destacar aquà los esfuerzos de los comunistas de la Federacià³n Rusa y de Bielorrusia para reunificar sus partidos y pugnar por el restablecimiento del socialismo y de la misma Unià³n Sovià©tica.
Pero es hora ya que opinemos sobre la forma de socialismo que queremos y para cuándo. En este punto vale más que hablemos claro: ¿Por quà© fracasà³ el socialismo real en la mayoràa de los paàses donde imperaba este sistema? Por muchos años se han difundido explicaciones que aseveran que el socialismo se derrumbà³ merced al autoritarismo de los gobiernos y partidos comunistas. Pero la causa de fondo de este desastre hay que buscarla en el atraso econà³mico y social prerrevolucionario, dentro de los paàses que de una u otra manera intentaron construir el Estado social y en la ineficiencia de la economàa estatista que luego ahà se implantà³, asà como por el carácter nacionalista de tales revoluciones. Jugà³ un papel muy importante para la derrota, la destruccià³n fàsica, en la guerra, de varias generaciones de revolucionarios que dejaron un gran vacào ocupado luego por burà³cratas ineficientes y ajenos al temple bolchevique de sus padres y abuelos. Hay que aceptar, pues, que en general se tratà³ de un salto en el vacào sin paracaàdas. No obstante algunos partidos comunistas y sus dirigentes, hicieron y siguen haciendo esfuerzos heroicos para sostener sus revoluciones, aunque para ello hayan tenido que aceptar diversas formas econà³micas de mercado. Los estados que sobrevivieron al gran derrumbe del socialismo real en la ex URSS y en Europa del Este marchan ahora por ese camino: China, Cuba, Viet Nam y Corea del Norte. ¿Se trata de cambios econà³micos sà³lidos e indispensables para reanudar posteriormente la construccià³n del socialismo o de reformas que inexorablemente desembocarán en el capitalismo? Sabemos que tal camino contiene posibilidades y riesgos para la perspectiva socialista en los paàses mencionados, pero jugar el juego que están jugando sus dirigentes, parece ser la única alternativa posible.
En estas condiciones y despuà©s de lo que el movimiento comunista ha vivido, seràa un grueso error de sentido común pugnar por el regreso a las viejas formas de socialismo ya superadas por la vida y peor aún, prohijar proyectos socialdemà³cratas, populistas, anarquistas, autogestionarios, multià©tnicos, etc. Ello equivaldràa a tratar de detener el progreso econà³mico y social de la humanidad.
Ahora bien, lo anterior no quiere decir que la propuesta socialista debe cancelarse temporalmente y que la there is no alternative se convierta en el nuevo dogma de quienes, de una u otra manera, han decidido adecuar su vida y su alma al mercado capitalista. Por el contrario, quiere decir que es la hora de resembrar las ideas de los clásicos del marxismo y las que deben crear los asalariados y los intelectuales revolucionarios de todo el mundo, al mismo tiempo que se elabora y se aplica un programa internacionalista alternativo al capitalismo. Esta no es una tarea fácil, pero representa una necesidad social histà³rica que se satisfará si comunistas y proletarios saben luchar en esta à©poca difàcil por la que atraviesa la humanidad, durante la cual deben lograr, junto al desarrollo de su cultura y su conciencia polàticas, una organizacià³n sindical clasista y un sà³lido partido polàtico internacionalista.
En lo inmediato, parece indispensable determinar la posicià³n de la clase obrera frente a la modernizacià³n del capitalismo: ¿debe o no participar en ella?. ¿Cà³mo luchar para defender la empresa pública y oponerse a las privatizaciones y al mismo tiempo defender las conquistas laborales y sociales y el derecho al trabajo? ¿Es el nacionalismo el buen camino para enmarcar esta lucha o bien el internacionalismo proletario? o ¿Una mezcla dialà©ctica de ellos? Estos son, en resumen, los problemas básicos e inmediatos a resolver para acercarnos a un programa cientàfico de la revolucià³n socialista.
Un caso concreto que la clase obrera mexicana está enfrentando en estos momentos y en el que deberá redefinir su identidad como clase y su posicià³n polàtica frente al capitalismo es el caso de la industria elà©ctrica. Hagamos al respecto un poco de historia:
La Mexlight y las empresas de la American and Foreing Power Co., fueron compradas por el gobierno de Adolfo Là³pez Mateos el 27 de septiembre de 1960. Entonces, dichas empresas, de manera anticonstitucional, detentaban la propiedad del 80% de la energàa elà©ctrica producida en Mà©xico y afrontaban una profunda crisis econà³mica debido en gran parte al abandono y deterioro de su infraestructura. Con ese motivo las mencionadas empresas, antes de su nacionalizacià³n, frecuentemente decretaban racionamientos de la energàa y apagones para justificar alzas desmedidas de las tarifas y la obtencià³n de onerosos prà©stamos a Nacional Financiera, S.A. (fondos mexicanos) y avales gubernamentales para conseguir emprà©stitos extranjeros, dizque para reinvertirlos en la modernizacià³n de la industria. Paradà³jicamente las referidas empresas extranjeras generaban la menor parte de la energàa elà©ctrica producida en el paàs y revendàan la que producàa la Comisià³n Federal de Electricidad, veamos:
Capacidad total de generacià³n de energàa en el paàs en 1960 igual a 2.192,718 Kw. Capacidad de la CFE y la Càa. Elà©ctrica de Chapala: 1.180,480 Kw (53.8%). Capacidad de la Mexlight: 585,846 Kw (26.8%). Capacidad de la A&FPCo: 336,988 Kw (15.4%). El resto (4%) era producida por empresas particulares pequeñas.
Pese a todo lo anterior al decir de Maxwell D. Taylor, gerente de Mexlight, las utilidades de las empresas extranjeras eran inferiores a 10.5 % sobre el valor de las acciones comunes en libros, por lo que, las compañàas decidieron vender sus acciones e invertir en otras áreas más rentables. En estas condiciones el gobierno de Là³pez Mateos comprà³ el 90 % de las acciones a precios más altos que las cotizaciones corrientes en el mercado de valores, a un precio equivalente de 650 millones de pesos mexicanos o sea 52 mdd. Se adquirieron 2.040, 811 acciones comunes, a 20 Dls. cada una, por una suma aproximada de 40.8 mdd y 853,244 acciones preferentes a 13 Dls. cada una, 11.1 mdd, lo cual sumà³ 51.9 mmd, cifra aproximada a la que informà³ Là³pez Mateos. Según los precios de la transaccià³n se supone que los extranjeros vendedores ganaron entre dos y tres dà³lares por accià³n sobre las cotizaciones corrientes, de donde se infiere que el gobierno pagà³ entre 6.1 y 4 mdd más de lo que debàa.
Los trabajadores y por supuesto, la izquierda demo-liberal, lombardista y comunista de aquella à©poca, tuvieron la ilusià³n ingenua de que “Mà©xico” podràa planificar en forma adecuada su industrializacià³n y que el desarrollo econà³mico resultante redundaràa en su beneficio, merced a una polàtica de justicia social e independencia nacional y que, de ningún modo seràa para beneficiar a la industria privada y extranjera. Con estas ideas en la cabeza, el dàa de la nacionalizacià³n de la industria elà©ctrica, los asalariados sindicalizados acudieron en masa al Zà³calo de la Ciudad de Mà©xico, portando grandes mantas con consignas patrià³ticas y “obreristas” y con numerosas banderas tricolores. No puede negarse que este acto del gobierno respondàa todavàa a los intereses de una burguesàa nacionalista y tambià©n a los sentimientos patrià³ticos de las amplias masas populares.
Años despuà©s, ya en pleno neoliberalismo, año 2000, el proletariado mexicano tiene que enfrentar, otra vez, el decidido intento de vender las empresas nacionalizadas en los tiempos de los gobiernos de la revolucià³n.. Está madura pues la siguiente pregunta: ¿a quià©n sirvieron y sirven en definitiva las nacionalizaciones y las desnacionalizaciones consumadas por los gobiernos de la burguesàa? Como se ha visto, no hay que hacer ningún esfuerzo intelectual para concluir que el más beneficiado con este tipo de maniobras financieras es el gran capital privado trasnacional. Hoy por hoy, despuà©s que el Estado, con el dinero del pueblo, ha construido una gran infraestructura (grandes presas, hidroelà©ctricas, planta nuclear y una red de cableado que abarca casi todo el paàs), se amenaza con su devolucià³n al capital privado. Despuà©s de todo, dicen por ahà los Chicago boys que en el capitalismo el propietario original de toda empresa es el capital privado, que el Estado no es otra cosa que un administrador y financiador transitorio y que las masas no tienen derecho a propiedad alguna, sà³lo pueden mal vender su trabajo cuando bien les va.
Cabe hacer, pues, algunas acotaciones en torno a la llamada propiedad “pública” y “nacional” que administra el Estado. Digamos para empezar que, al menos en Mà©xico, se trata de empresas estatizadas, adquiridas por la vàa burocrática y en ningún caso producto de expropiaciones democráticas, desde abajo, por la vàa revolucionaria y que es una forma de propiedad que tiende a desaparecer rápidamente en el capitalismo moderno. Por otra parte está claro en la experiencia histà³rica nacional que la plusvalàa que han dejado dichas empresas no ha sido usufructuada por Mà©xico, sino fundamentalmente y por diferentes vàas y procedimientos, por la gran burguesàa transnacional, como lo demuestran las enormes riquezas que han amasado los grandes monopolios y la miseria creciente que sufre la mayoràa de la poblacià³n mexicana, antes y despuà©s de las nacionalizaciones.
Ahora bien, los sindicatos de obreros electricistas, supuestamente de los más experimentados y conscientes, al acelerarse las polàticas neoliberales, tendrán que continuar su lucha contra la privatizacià³n de la industria. Pero en este camino deberán revisar su vieja estrategia constitucionalista-carrancista y ponerse a tono con la nueva situacià³n local e internacional, luchando por una industria pública, integrada, autà³noma y con participacià³n obrera en su direccià³n; apoyándose en un frente obrero nacional e internacional que incluya demandas clasistas posibles de alcanzar, como son sustancialmente la reduccià³n de la jornada de trabajo, el salario honorable, el derecho al trabajo, atencià³n a la salud y jubilaciones dignas asà como al disfrute pleno de libertades sindicales. Y por fin, que estos trabajadores comprendan la necesidad de construir un partido obrero independiente de la burguesàa. Un frente obrero y un partido que pongan en práctica formas de lucha proletarias como la huelga econà³mica y la huelga general polàtica, porque como afirma Mario Rivera Guzmán, “Desde la pura perspectiva del sindicalismo gremial es imposible confrontar ventajosamente el plan general de la burguesàa internacional…”
Es menester pues, que comunistas y proletarios examinen autocràticamente su experiencia histà³rica, para dejar rápidamente y sin titubeos, todo lo que ha sido y es negativo.
4. – Otras propuestas de la izquierda mexicana. Estas son las que emanan de los grupos que luchan con las armas en la mano en diferentes regiones del paàs desde el 28 de junio de 1996 cuando aparecià³ públicamente el Ejà©rcito Revolucionario del Pueblo (EPR) en la ceremonia luctuosa que se realizaba en el vado de Aguas Blancas, Guerrero. Ahà se dio lectura a un manifiesto en el que exhortaban a formar tribunales militares para juzgar a los enemigos del pueblo y a crear grupos de autodefensa armada. El EPR surgià³ como fruto de la unidad de varias organizaciones clandestinas que operaban en los estados de Oaxaca y Guerrero desde los años sesenta.
El programa original del EPR, decàa basarse en el marxismo-leninismo y se fijaba como metas estratà©gicas la toma del poder por el proletariado y la instauracià³n del socialismo en Mà©xico. Aunque de inmediato privilegià³ la vàa armada como opcià³n fundamental para el cambio, adoptà³ una táctica de autodefensa frente al ejà©rcito y demás fuerzas represivas del Estado. Su plan estratà©gico, el de la Guerra Popular Prolongada, previà³ tres etapas operacionales: la primera llamada de “la defensiva táctica y estratà©gica” apoyada en la guerra de guerrillas; la segunda, de la “ofensiva táctica y la defensiva estratà©gica”, basada en la guerra de movimientos y la guerra de guerrillas y, la tercera, de la “ofensiva general”, basada principalmente en la guerra de posiciones, apoyada por todas las formas de lucha.
Con relacià³n al pronunciamiento inicial del EPR, en contraste con el EZLN en 1994, no hubo repercusiones solidarias en la sociedad civil mexicana e internacional. Las ONG en su mayoràa guardaron significativo silencio; sà en cambio hubo un alud de declaraciones cràticas que partieron básicamente de la izquierda neocardenista, sin comprender que si la gente tomaba las armas era porque existàan razones y causas sumamente graves que la impulsaban a ello y que no les permitàan otra alternativa; verbigracia el genocidio de Aguas Blancas. A este respecto Heberto Castillo, quien no era ningún pensador marxista, ni mucho menos partidario de la vàa armada, declarà³ a la revista Proceso: “… nos extraña la fobia con que los intelectuales progresistas, de izquierda, han fustigado a los alzados del Ejà©rcito Popular Revolucionario.”
En la historia polàtica del EPR destaca el llamamiento a la unidad que hizo al EZLN en febrero de 1997. En ese documento decàa que seguiràa aportando su grano de arena a la democratizacià³n del paàs desde sus posiciones de autodefensa armada sin obstaculizar los procesos electorales oficiales, creyendo que en aquel momento se abràan posibilidades para solucionar pacàficamente el conflicto con el triunfo electoral de la oposicià³n de centro-izquierda. El EPR tambià©n proponàa una nueva constituyente, que dicho sea de paso fue un lugar común de casi toda la izquierda en los años noventa. El llamamiento de unidad del EPR fue contestado por el EZLN hasta septiembre del mismo año en los siguientes tà©rminos: “Sigan ustedes su camino, decàa Marcos, y dà©jenos seguir el nuestro… Por nosotros no se preocupen.. No los atacaremos. No hemos caàdo en el juego del poder dominante que promueve el enfrentamiento entre la guerrilla “buena” y la “mala”. Ustedes no son nuestros enemigos ni nosotros lo seremos para ustedes… No suscribimos ninguno de los calificativos peyorativos que ahora les adjudican a ustedes y que ayer fueron para nosotros.” No eran pues sus enemigos, pero tampoco sus aliados.
Haciendo un resumen sobre la historia del EPR hay que decir que hace poca polàtica y sus acciones militares defensivas en las más remotas serranàas, poco repercuten en la vida nacional y particularmente en la lucha de masas urbana. Por otra parte creemos que su programa y su forma de lucha fundamental deben ser reexaminados a la luz de las complejas condiciones que privan en Mà©xico y en el exterior, no para capitular ni para sumarse a la cola de los socialdemà³cratas de derecha y los neopopulistas, como lo hicieron algunos grupos de ex guerrilleros de los años 60 y 70, sino para contribuir a solucionar de manera revolucionaria la grave situacià³n del paàs y de la izquierda en particular.
Ocasionalmente, a lo largo de casi cinco años, el EPR ha publicado declaraciones solidarias con algunos movimientos sociales, como la que hizo a fines de enero del 2000, en apoyo a los estudiantes de la UNAM agrupados en el Consejo General de Huelga (CGH), condenando el hostigamiento policàaco que en ese momento sufràa dicha organizacià³n.
Despuà©s de la investidura presidencial de Vicente Fox, la nueva administracià³n expresà³ su disposicià³n de otorgar amnistàa a los grupos alzados en armas y en particular a restablecer el diálogo con el EZLN. Como respuesta el EPR planteà³ al nuevo gobierno ocho condiciones para hincar el diálogo, entre las cuales figuraban el sometimiento a juicio polàtico de los ex presidentes Luis Echeverràa, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, por sus polàticas neoliberales y otros agravios; la liberacià³n de los presos polàticos e informacià³n veràdica sobre más de 800 desparecidos en la lucha contrainsurgente de los años setenta.
Desde su aparicià³n en público, hasta el mes de diciembre de 2000, el EPR ha sufrido cinco escisiones que dieron origen a otras tantas fracciones clandestinas armadas: Ejà©rcito Popular Revolucionario Insurgente (EPRI), Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), Ejà©rcito Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP), Comità© Clandestino Revolucionario de los Pobres –Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP-CJ y Ejà©rcito Popular Revolucionario –Tendencia Democrática Revolucionaria (EPR-TDR).
Las condiciones de clandestinidad en que viven estas organizaciones y la carencia de medios propios de informacià³n, hacen difàcil conocer sus programas, por lo que no podemos opinar sobre su perfil ideolà³gico y polàtico actual, mucho menos sobre el perfil de otros agrupamientos armados que quizá existen en la profundidad del tejido social mexicano.
VII. ¿CÓMO REFUNDAR LA IZQUIERDA?
En Mà©xico las fuerzas polàticas que “replantearon” el socialismo como una lucha por la democracia y ofrecieron a las masas programas demo-populistas, abandonaron por decisià³n propia el área polàtica de la izquierda revolucionaria y se pasaron al campo del reformismo pequeñoburguà©s. En estas condiciones a nadie deberàa sorprender que los grupos y movimientos clasemedieros se desgasten y se dividan poco despuà©s de su nacimiento, presas de crisis endà³genas incontrolables. Se trata de un mal congà©nito inevitable de este tipo de organizaciones.
Hace varios años, pues, que la izquierda mexicana desaparecià³ casi totalmente del horizonte polàtico y su lugar fue usurpado por todo gà©nero de formaciones demà³cratas seudoizquierdistas. Se trata ahora de un área que sà³lo puede ser recuperada por un bloque obrero internacionalista con su propio partido polàtico, apoyado por las demás clases sociales explotadas y marginadas de la sociedad. Esta es la única refundacià³n de la izquierda que puede ocurrir en Mà©xico. Todo lo que no sea esto será recomenzar la historia de los viejos partidos nacionalistas revolucionarios, lombardistas, trotskistas y comunistas del pasado.
Los acadà©micos e intelectuales progresistas mexicanos tienen una gran responsabilidad con lo que sucedià³ con la izquierda. Ellos contribuyeron mucho a su liquidacià³n y a la elaboracià³n de “nuevas” alternativas al neoliberalismo, bajo el falaz supuesto de que todo deberàa comenzar por la construccià³n de la democracia y la reforma del Estado, a pesar de que la tal democracia realmente existente en el mundo moderno y postmoderno está diseñada desde arriba y únicamente ofrece la posibilidad de escoger gobernantes que representan la dictadura del gran capital transnacional, no importa la transparencia de las elecciones que los lleven al “poder”. Refundar la izquierda quiere decir tambià©n, por consiguiente, recomponer la intelectualidad combatiendo ideolà³gica y polàticamente todas las formas del oportunismo de “izquierda” y sus programas minimalistas.
La izquierda es, pues, hoy en dàa, un lugar en la geometràa polàtica de este paàs que requiere el desalojo de los usurpadores y la llegada de sus autà©nticos dueños. Sin clase obrera revolucionaria, sin su partido polàtico, sin partidos campesinos, definitivamente en Mà©xico no existe ni existirá una izquierda y una democracia real. Por ello nosotros pensamos que la ruta cràtica que conduce a una verdadera refundacià³n de la izquierda no pasa por la reanimacià³n de ninguno de los partidos existentes, ni como piensan algunos luchadores sociales de buena fe, por la formacià³n inmediata de nuevos frentes democráticos con programas demo-nacionalistas, comandados por dirigentes “frescos”, “honestos” y “carismáticos” clasemedieros. Esta idea ya se quemà³ mil veces en la experiencia histà³rica nacional e internacional y sà³lo dejà³ fracasos y derrotas, masas desmoralizadas y acadà©micos y escritores que cobran magnàficos sueldos y reciben premios de todo tipo.
La ruta cràtica de la reestructuracià³n de la izquierda revolucionaria es la siguiente: primero, la clase obrera tendrá que irrumpir en masa y por su propia decisià³n en el espacio natural que le corresponde en la geometràa polàtica nacional e internacional, luchando por sus derechos democráticos y reivindicaciones clasistas; segundo, los sectores más avanzados de la clase, ayudados por los intelectuales revolucionarios y por los comunistas, tendrán que organizar uno o varios partidos obreros, luchas por la ampliacià³n de la democracia burguesa y preparar la nueva revolucià³n socialista.
VIII. PRONÓSTICO
Durante cuando menos 6 años más, el paàs atravesará por un periodo de dominio neoliberal en lo econà³mico y conservador en lo polàtico y, desde el principio del siglo XXI se incrementarán fuertes tendencias sociales contradictorias y excluyentes en todos los campos de la vida nacional; mas de ello esperar que el desenlace de esta situacià³n está prà³ximo, hay un trecho más o menos largo, por la sencilla razà³n de que la clase en el poder ha logrado recomponer un poderoso bloque “plural” hegemà³nico y porque no existe actualmente ninguna fuerza social o conjuncià³n de ellas, que ponga en peligro la estabilidad del Estado polàtico.
Paradà³jicamente, los grandes partidos registrados, PRI, PAN, PRD, aunque los separen diferencias importantes y protagonicen frecuentemente violentos enfrentamientos entre ellos, tienden más a la colaboracià³n que a la ruptura. Esta tendencia que ya se manifestaba desde antes del dos de julio en las elecciones de los estados de Nayarit y Chiapas, se refrendà³ en el momento que se integrà³ el gabinete presidencial y despuà©s, en las tendencias conciliatorias para resolver el conflicto electoral de Tabasco. La perspectiva es que el cogobierno siga consolidándose al mismo tiempo que la alianza postelectoral de facto PAN-PRD siga tratando de robar al PRI la mayoràa en todas las instancias de representacià³n electoral de la República.
Es verdad, los tres partidos mayores trataran de redefinirse a sà mismos una vez que asimilen los acontecimientos que rodearon el dos de julio, pero cuando lo hagan y terminen sus labores cosmà©ticas y se vean de nuevo ante el espejo, reencontrarán a un PAN, a un PRI y a un PRD iguales a los que fueron siempre. No creemos pues que tales agrupamientos tengan posibilidad de refundarse como algo esencialmente distinto.
La perspectiva del EZLN y los frentes y redes que ha desplegado en el paàs, si es consecuentes con lo que han venido afirmando despuà©s del primero de diciembre de 2000, no es su desaparicià³n inmediata, porque ellos mismos la han condicionado a la solucià³n de sus minidemandas y eso va para largo… Lo que sà puede ocurrir con esta organizacià³n es, quizá, su transformacià³n en un agrupamiento civil que dà© continuidad a la lucha iniciada el primero de enero de 1994.
Ugo Pipitone, en el ensayo que hemos citado al principio de este informe, concluye que “el comunismo es un recorrido llegado al final” y hace un vaticinio lúgubre: “estamos condenados a la democracia. El otro camino (el del socialismo) no nos llevà³ a ningún lado a donde valiera la pena ir”, aunque à©l mismo reconoce que construir la democracia en medio de la miseria y la ignorancia es la verdadera cuadratura del càrculo. Diràamos nosotros, este es el punto en el que los proyectos de los nacionalistasrevolucionarios, de los cardenistas y de los neopopulistas se muerden la cola y muestran su imposibilidad práctica; es más, siguiendo el discurso de Pipitone, tales proyectos son obra de una seudoizquierda que hace tiempo se ha instalado en el “conservadurismo”, como “guardián de campo de concertacià³n”.
Pablo González Casanova afirmaba desde 1997, que Mà©xico habàa llegado al filo de una “bifurcacià³n” entendida à©sta como el “momento en que un sistema cambia de rà©gimen o se destruye”. La tal bifurcacià³n quizá se presente, pero no muy pronto; vale la pena recordar aquà que el propio González Casanova ha señalado que el acuerdo electoral es una condicià³n fundamental para asegurar por un largo periodo la estabilidad social y la “gobernabilidad democrática”, y ese acuerdo para elegir y cogobernar existe. Entonces la alternativa de cambio hacia la democracia plena o al estado de excepcià³n, prevista por González Casanova, es, por ahora, una disyuntiva imposible. Lo más probable es que las cosas sigan más o menos igual a como las llevaba Ernesto Zedillo, a pesar de los discursos esperanzadores de Vicente Fox.
Durante el mes de diciembre de 2000 se han producido algunos hechos significativos que nos indican por donde irá la polàtica del nuevo gobierno; a saber: tras 22 dàas de huelga del Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera y Alcoholera de la República Mexicana fue declarada legalmente inexistente por las autoridades laborales, aduciendo para ello que “la zafra de 44 millones de toneladas de caña estaba en peligro” y por supuesto las consabidas argucias legaloides que nunca faltan; tal resolucià³n condenà³ a más de 50 mil trabajadores de 58 ingenios a continuar padeciendo condiciones de trabajo infrahumanas. Otra muestra semejante fue el aumento promedio del 6.99% concedido al salario mànimo en toda la República, que equivale aproximadamente a 2.45 pesos diarios, cantidad que apenas ajusta para comprar medio kilo de tortillas. Alfredo Pantoja Guzmán, coordinador nacional de la Unià³n Nacional de Sindicatos Libres, declarà³ a la prensa en relacià³n con lo anterior que “La luna de miel que podràa haber tenido el Presidente Fox con el pueblo pobre de este paàs terminà³ desde que nombrà³ a un secretario del Trabajo que es parte de los explotadores y beneficiarios del Fobaproa y del IPAB.” Más de lo mismo fue tambià©n, para los 2 millones 600 mil jubilados y pensionados, el insuficiente bono único que se les asignà³ como incremento sà³lo para el año 2001 y la amenaza del IVA. ¡Pà©simas señales! Con toda la razà³n el escritor Carlos Montemayor afirma que el gobierno de Vicente Fox no es el primero de una nueva à©poca, sino el cuarto periodo de esa misma orientacià³n econà³mica iniciada hace 18 años.
Ahora bien, tampoco es exacto que durante esta larga “crisis”, supuestamente terminal, del neoliberalismo, el pueblo mexicano haya asumido una actitud sistemática de oposicià³n a la violencia social, como afirman algunos polità³logos, pues junto a las movilizaciones en favor del diálogo y la paz que han promovido algunas ONG, algunas iglesias, el EZLN y ciertas personalidades aisladas, se han registrado innumerables manifestaciones de violencia civil y militar a lo largo y ancho de la República. De tal modo que la determinacià³n popular para impedir que el hambre y la enfermedad aniquile a grandes masas de mexicanos está presente. La capacidad de autodefensa del pueblo mexicano sigue siendo real y potencialmente polimorfa, en correspondencia al tipo de agresiones que recibe. Por lo demás, sabido es, por la experiencia histà³rica, que son las clases sociales dominantes las que cotidianamente echan a andar mecanismos genocidas de todo tipo.
Por tanto no nos explicamos cà³mo los ideà³logos, los teà³ricos y representantes literarios de la socialdemocracia de derecha y del neopopulismo, todavàa esperan una “solucià³n negociada” entre los dueños del capital y sus vàctimas. No sabemos a cuenta de quà© esperan meterle miedo a los primeros advirtià©ndoles que sobrevendrá una catástrofe que envolverá a Mà©xico y a los Estados Unidos. Como si la catástrofe no estuviera ya encima del pueblo mexicano y del resto del mundo. La intencià³n de quienes se esfuerzan por mover los buenos sentimientos o los temores de los muy ricos es quizá de buena fe, pero ello es pura y simple fantasàa para los ingenuos, pues, los señores del gran capital jamás retrocederán en sus planes de enriquecimiento por meros escrúpulos morales, no los tienen. Tampoco lograrán nada, acciones como las de los monos blancos que fueron a Praga a mostrar sus traseros, ni los rezos, ni las marchas locas de desgaste, ni otras formas semejantes de protesta contestataria. Serán las formas de lucha proletarias internacionalistas, viejas y nuevas, las únicas capaces de disuadir y derrotar a los enemigos de clase. Por consiguiente, pensamos que durante los prà³ximos años el recrudecimiento de la lucha de clases, en el plano mundial, será el signo cardinal de la escena polàtica nacional e internacional con todas sus consecuencias là³gicas e histà³ricas: la globalizacià³n de la lucha por el socialismo.
Circulo de Estudios “26 de Julio Opina”
Mà©xico DF a 10.10.01.