Ecuador, Marzo 2001
De Dr. Guillermo Cohen DeGovia
El paàs vive uno de sus peores momentos a nivel econà³mico y polàtico. Tiene el primer puesto en àndices de corrupcià³n en el mundo, la tasa más alta de inflacià³n en el continente y tambià©n el primer lugar en concentracià³n de riqueza en pocas manos. Según la Unicef, en apenas un año tuvo un retroceso de 100 años (un siglo) en materia social
Alexis Ponce, quiteño de origen y según à©l mismo declara, “no afiliado a partido polàtico alguno”, fue director de la Oficina de Derechos Humanos del Tribunal de Garantàas Constitucionales, de 1991 a 1998, y director nacional de Derechos Humanos de la Defensoràa del Pueblo de 1999 a 2000. Desde 1992 y a la fecha es vocero nacional de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH), una de las más importantes organizaciones humanitarias del Ecuador.
Fue defensor de los indàgenas y militares detenidos luego de los sucesos del 21 de enero de 2000, que culminaron con la caàda de Jamil Mahuad, a raàz de lo que fue publicado por Heinz Dieterich en su reciente libro, tambià©n publicado en Mà©xico, La cuarta vàa al poder, junto con otros nueve dirigentes sociales ecuatorianos. Entrevistado en exclusiva para La Jornada, reflexiona sobre la crisis que actualmente vive Ecuador y apunta algunos vericuetos de à©sta que no se cuelan fácilmente a la prensa mundial.
Ecuador vive uno de sus peores momentos a nivel social, econà³mico y polàtico. Tiene la tasa más alta de inflacià³n en el continente, el primer lugar en Latinoamà©rica en las estadàsticas de concentracià³n de riqueza en pocas manos, el primer puesto en àndices de corrupcià³n en el mundo y -según la Unicef- en apenas un año, entre 1999 y 2000, tuvo un retroceso de 100 años (un siglo) en materia social.
Exodo y rebelià³n
Con apenas 12 millones de habitantes, del paàs salià³ un millà³n de ecuatorianos en los últimos años, a consecuencia de la crisis social y la debacle financiera disparada a raàz del escándalo de “salvataje a los bancos” y del congelamiento de las cuentas de los ahorristas, dictada por el anterior presidente, Jamil Mahuad, para salvar a los banqueros inescrupulosos, caso que fue uno de los principales detonantes de la rebelià³n indàgena-social y militar del 21 de enero del 2000, que derrocà³ al ex presidente y culminà³ con un efàmero gobierno indio-militar y el ascenso de Gustavo Noboa, vicepresidente del anterior rà©gimen.
Desde 1997, en que una insurreccià³n popular logrà³ la caàda del ex presidente Abdalá Bucaram, Ecuador ha tenido siete gobiernos sucesivos, no ha logrado consolidar su endeble institucionalidad y ha vivido, más que ningún otro paàs de Amà©rica Latina, una situacià³n intermitente de insurrecciones sociales, movilizaciones populares masivas y levantamientos indàgenas, cuyas causas deben buscarse en la profunda crisis que atraviesa: en Ecuador tocaron fondo 20 años de polàticas de ajuste estructural neoliberal y de “democracia formal representativa”, tà©rmino con el que eufemàsticamente se denomina a una democracia excluyente en lo social, lo polàtico y lo econà³mico.
Privatizaciones, dolarizacià³n y ajuste estructural, esquema básico de Noboa
El gobierno del presidente Noboa, que subià³ al cargo conspirando con el alto mando militar en contra de su binomio, Jamil Mahuad, mantiene el esquema econà³mico básico: privatizaciones, dolarizacià³n y ajuste estructural.
Precisamente el último “paquetazo” de medidas econà³micas detonà³ la actual rebelià³n indàgena-social que, nuevamente, sacude al paàs. A nivel social desestima los alarmantes indicadores de los organismos internacionales y de las agencias del sistema de Naciones Unidas y en lo polàtico, culminà³ el viraje hacia la extrema derecha, que empezara Jamil Mahuad. Me
da la impresià³n que, debido a la lealtad que profesa al alto mando militar que lo puso en la presidencia, el mandatario vive “secuestrado” por las mismas à©lites econà³micas, polàticas y militares que han mandado por dà©cadas en el paàs. Es decir, se vive en Ecuador una suerte de peligroso “bordaberrismo”, en el que el presidente cada vez deja las decisiones más importantes a una pequeña à©lite polàtico-financiera y, por supuesto, al alto mando, jugando un papel parecido al de Bordaberry en Uruguay antes de la instauracià³n abierta de la dictadura militar.
La clase polàtica coadyuva a este callejà³n sin salida, pues las expresiones partidarias de derecha, centro e izquierda, desafortunadamente no han podido vertebrar un proyecto de largo aliento para el paàs. Los partidos tradicionales han apuntalado al actual rà©gimen y modelo, y la centroizquierda (la socialdemocracia) no ha entendido los veloces cambios ocurridos en la base de la sociedad.
Los empresarios aparecen divididos ante este panorama de convulsià³n polàtica y social, y hasta regionalmente, excepto en los temas estratà©gicos de interà©s mutuo: las privatizaciones a ultranza y el mercado libre.
Sin embargo, la dolarizacià³n ha abierto brechas entre los grupos econà³micos, pues una significativa corriente de ellos ha terminado por oponerse a la misma y a la polàtica de ajuste.
El sector financiero es el que, a pesar de tanto levantamiento social y convulsià³n polàtica, manda en el paàs: las 234 familias más ricas tienen vinculaciones con la banca y los grandes medios.
Las Fuerzas Armadas tambià©n aparecen divididas, su pretendida cohesià³n es formal: los hechos del 21 de enero hicieron emerger una corriente progresista, democrática, nacionalista y bolivariana, de los coroneles hacia abajo, que existe, porque nuestras Fuerzas Armadas son atàpicas en el continente, más dedicadas a lo social que a lo “profesional”, más enlazadas en la cotidianidad a los sectores humildes que a las à©lites.
El presidente Noboa le debe su cargo a la Marina y a los generales del Ejà©rcito y la Fuerza Aà©rea. La Armada Naval ha sido la tradicional aliada de los grupos de poder de Guayaquil, y hoy mantiene el control hegemà³nico del alto mando, por vez primera en muchos años.
La Fuerza Aà©rea y el Ejà©rcito, en cambio, mantienen en su interior una heterogeneidad de posiciones, que van desde el fascismo puro, las menos numerosas claro está, al nacionalismo, la democracia con contenido social e incluso el bolivarianismo.
Estas corrientes patrià³ticas esperamos que impidan el retorno a la era de las dictaduras en Ecuador, que seràa, según nuestro punto de vista, el paàs “modelo” para emerger esta alternativa en caso de que las cosas se pongan difàciles en la regià³n para las à©lites y los Estados Unidos.
La sociedad civil no ha dejado de movilizarse, de luchar y acumular poder estratà©gico. El pueblo ecuatoriano ha resistido bravàamente el silencioso genocidio econà³mico que le han impuesto sus à©lites: a mil 500 niños los hicieron pobres cada 24 horas, sà³lo en 1999, según la Unicef. Es decir, la magnitud de la crisis ha generado una movilizacià³n pocas veces vista en el continente.
Papel del movimiento indàgena
La columna vertebral de todo este creciente y caudaloso rào es, sin lugar a duda, el movimiento indàgena, el más organizado y vertebrado grupo de la sociedad civil ecuatoriana, que incluso plantea una visià³n propia de paàs, una profunda transformacià³n nacional y un cambio civilizatorio.
Pero se vive tambià©n una recomposicià³n del sindicalismo, cuya muerte fue decretada junto al “fin de la historia”, y un insurgir activo de otras capas y sectores sociales medios y pobres, cuyo crecimiento sostenido pareceràa obedecer al crecimiento de la pobreza: 85 por ciento de los ecuatorianos son pobres, según datos de agencias de Naciones Unidas.
Ecuador no ha vivido procesos represivos como los conocidos en el Cono Sur en los setenta, o en Centroamà©rica en los ochenta. Las dictaduras fueron “dictablandas” según muchos, y las izquierdas y los càrculos intelectuales elitistas de Amà©rica deben comprender que los militares tambià©n han sido vàctimas del neoliberalismo, el “fin de la historia”, la globalizacià³n y el posmodernismo: es decir, el sistema ha conseguido un efecto “boomerang” en estas instituciones, no creo que solamente en Ecuador sino en gran parte de la regià³n andino-amazà³nica: Venezuela tambià©n responderàa a ese patrà³n, del que habla Dieterich.
Sin embargo, la corriente hegemà³nica en el paàs, hoy parece ser la conservadora y es por ello que empieza a gestarse una escalada progresiva de la represià³n abierta.