Izquierda Democrática Popular (IDP), Mà©xico
de Alberto Hàjar
Preocupa el interà©s militar del gobierno de Fox por cancelar el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) para sustituirlo por una estructura actualizada de defensa continental. A la par, su afán por ingresar al consejo de seguridad de la ONU, convierte al gobierno mexicano en un halcà³n en busca de presa, cosa enteramente novedosa en la historia de Mà©xico.
Halcà³n sin presa visible, salvo la amenazante potencia del norte empeñada en hacerla de policàa mundial pero imposible enemigo de Fox con quien celebra perià³dicamente sus buenas relaciones. Esto plantea un enemigo sin identidad precisa. Por años, los intereses yanquis señalaron a la URSS como enemigo potencial. Ahora que la URSS no existe, el único socialismo, cercano por cierto en más de un sentido, es el cubano con quien el rijoso canciller Castañeda ha buscado pleito sin encontrarlo. Por su parte, Cuba se ha empeñado siempre en salvaguardar las relaciones de estado con Mà©xico con la esperanza de usarlas como puente con Latinoamà©rica.
Quizá aquà esta la clave del interà©s militar de Fox. En Quebec, a principios de año y luego en Costa Rica, tratà³ de convencer a los gobiernos de Latinoamà©rica de la necesidad de una cláusula democrática como condicià³n de ingreso al Acuerdo de Libre Comercio para Amà©rica (ALCA). Luego de los rechazos, logrà³ convencer a los socios centroamericanos en San Salvador con lo cual construyà³ un pequeño bloque para presionar en la Conferencia de la OEA que se celebra en Lima en estos dàas con la posibilidad de suspensià³n ante los atentados en Estados Unidos que seguramente serán manejados como amenaza contra la democracia. La llamada cláusula Fox resulta asà uno de los pasos para que el ALCA funcione a partir del año 2005 como una especie de triunfal consagracià³n de Fox como paladàn de la democracia, el comercio y la seguridad americanas. Se entiende que este panamericanismo es el de Monroe: Amà©rica para los americanos del norte.
La tal cláusula reduce a la democracia a procedimientos electorales y a trámites parlamentarios bajo el supuesto de la divisià³n de poderes a cambio de plantear la imposible democracia econà³mica. Mucho Instituto Electoral, mucha vigilancia de elecciones por observadores internacionales, mucha tinta indeleble y urnas transparentes en paàses donde el abstencionismo crece y se fortalece a la par del desempleo, la carestàa, la ausencia de servicios públicos al alcance de todos y de un acelerado incremento de la pobreza extrema. Ante la evidencia de que todo esto es mucho más que una tendencia econà³mico polàtica entre otras más vale tomar providencias y reformar al estado como punta de lanza para reproducir en la regià³n y si se puede en el mundo, la democracia a lo yanqui con la garantàa militarista necesaria. De esto hay una propuesta de inspiracià³n yanqui para hacer crecer a la Organizacià³n del Atlántico Norte (OTAN) hasta el Cono Sur donde se cuenta con una tradicià³n antipopular en las fuerzas armadas. Ya hubo maniobras militares conjuntas y ya hubo observadores de la regià³n en ellas para animarlos a extender la vigilancia militar que ha sido tan costosa para el pueblo yugoeslavo y los pueblos árabes. Que ya no exista bloque socialista europeo ni Pacto de Varsovia como supuesta amenaza contra la llamada democracia occidental y que la OTAN por lo tanto haya perdido su objetivo original, no impide el mantenerla como amenaza militar extrema si se puede, más allá de los làmites del norte del Atlántico. Con un aliado como Fox en el consejo de seguridad de la ONU, este proyecto adquiere viabilidad.
Fox anuncià³ antes de tomar posesià³n, que en su tercer año de gobierno habràa nueva constitucià³n y un constituyente adecuado. Para que esta promesa sea viable, su gobierno prepara las condiciones necesarias y una de ellas es la seguridad del estado. En tiempos de globalizacià³n de la violencia como resultado del terrorismo yanqui, la reforma del estado es la reforma de su seguridad globalizada y la garantàa de largo plazo de mantener las necesarias protestas populares en los làmites de la tolerancia policàaca y militar como para probar que la democracia permite la disidencia. De aquà que toda posibilidad de radicalismo popular sea ferozmente reprimida por los estados hasta el punto de mandar a tres jà³venes universitarios al penal de alta seguridad de Almoloya por la única razà³n probada, más menos que más de ser hijos de una pareja de revolucionarios clandestinos. El acoso militar y los retenes de tramo en tramo en Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, las Huastecas, Chiapas, se mantienen como violacià³n constante de los derechos civiles y humanos pero tambià©n como prueba de autoridad ejercida en beneficio de la democracia o al menos, como se decàa hasta el año pasado, del tránsito a la democracia. Pese a todos los augurios en contra de su permanencia, esta democracia profundamente antipopular, tendencialmente genocida y cada vez más represiva de los luchadores sociales constantemente intimidados, requiere del militarismo y en este sentido el gobierno de Fox impulsa lo que tiene que impulsar, a cambio de ofrecer esperanzas redentoras para el pueblo de Mà©xico.