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“Legitimar” la guerra contra Iraq

26. January 2003

EEUU, el Consejo de Seguridad y la OTAN

24 de enero de 2002
Nota informativa de CSCA web

“El respaldo del CS a la guerra le resulta necesario a la Administracià³n Bush no solo porque dà© una cierta pátina de consenso y aceptacià³n internacionales a la hegemonà­a imperialista de EEUU. Más bien, la tarea ardua de implicar formalmente a la `comunidad internacional` en la ocupacià³n de Iraq sirve a los intereses econà³micos y militares de la Administracià³n Bush: el respaldo del CS a la guerra abrirà­a la và­a para la participacià³n en ella de otros Estados -muy probablemente bajo el `paraguas` de la OTAN- y de sus recursos militares y, sobre todo, financieros.”

Cuando se aproxima el 27 de enero, fecha en que los equipos de inspectores de Naciones Unidas (NNUU) deben presentar ante el Consejo de Seguridad (CS) su informe sobre el desarme iraquà­, las expectativas estadounidenses que generà³ la aprobacià³n de la resolucià³n 1441 no han funcionado ni el marco diplomático ni de la opinià³n pública internacional [1]: La oposicià³n internacional social [2] y diplomática a la guerra de EEUU contra Iraq crece. A las encuestas de opinià³n estadounidenses e internacionales que marcan un progresivo rechazo a la guerra de EEUU contra Iraq (los estadounidenses han disminuido el apoyo a Bush a un 57% desde el 62% del pasado diciembre), se suman ahora las declaraciones de una renovada posicià³n oficial común franco-alemana reticente a apoyar una guerra contra Iraq: Francia y Alemania han sumando su presià³n en el seno de la OTAN para posponer una decisià³n sobre el apoyo logà­stico de la Alianza a EEUU, y de forzar, en el Consejo de Ministros de la UE -que se reunirá el prà³ximo martes, 28 de enero- una posicià³n unitaria contraria al uso de la fuerza en tanto no haya concluido el trabajo de las inspecciones de armamento.

Esta nueva coyuntura, vuelve a hacer de NNUU el frente de intervencià³n prioritario para EEUU, al igual que en el mes de octubre (antes de aprobarse la resolucià³n 1441, el 8 de noviembre).

Con ello, se reactiva el mecanismo ya conocido por medio del cual las supuestas posiciones polà­ticas defendidas por unos y por otros públicamente sobre Iraq, sobre las inspecciones y sobre la guerra en definitiva dejan paso a la estrategia de las negociaciones/presiones a puerta cerrada y del uso del lenguaje diplomático para establecer nuevos marcos -una nueva resolucià³n, quizá- con la que terceras potencias europeas (Francia y Alemania, además de Rusia) y no europeas (China) puedan sentir revalidado su peso internacional frente a la hegemonà­a de EEUU. Está por ver que ese nuevo marco, de producirse, tome cuerpo en forma de una desautorizacià³n del CS a la guerra de EEUU o termine, por el contrario, legalizándola.

No obstante, ante la previsià³n de que ello pudiera darse, el propio secretario de Estado Powell (máximo representante de la là­nea que ha defendido hasta ahora, dentro de la Administracià³n Bush, la necesidad del apoyo del CS a la iniciativa bà©lica estadounidense) ya ha manifestado su alineacià³n con los halcones del Pentágono y del Departamento de Defensa al declarar su apoyo a una intervencià³n unilateral de EEUU sin la autorizacià³n previa del CS [2]. Eso sà­, sin descartar que previamente los resortes de la presià³n diplomática estadounidense ante los aliados europeos dà­scolos y otros miembros del CS acerca del futuro de la explotacià³n del crudo iraquà­ y las posibles cuotas de reparto vuelvan a funcionar de nuevo a favor de EEUU.

El Consejo de Seguridad y la OTAN

La Administracià³n Bush, por su parte, ya ha declarado en repetidas ocasiones que si no hay apoyo del CS, será EEUU con “una coalicià³n de paà­ses amigos” quien lanzará la guerra unilateralmente. Ese ha sido el criterio del secretario de Defensa Rumself y otros representantes de la là­nea dura del Departamento de Defensa en los últimos meses y para ello ya se han tomado las medidas necesarias ante los gobiernos de “paà­ses aliados” de la zona (es decir, los árabes del Golfo y de Oriente Medio), de la UE (Aznar, Blair y Berlusconi) y de la Europa del Este, que prestarán su apoyo logà­stico (bases militares, espacio aà©reo y terrestre) y polà­tico a la invasià³n.

Sin embargo, el respaldo del CS resulta necesario no solo porque dà© una pátina de consenso y aceptacià³n internacional a la hegemonà­a imperialista de EEUU (como representante del poder imperial, la Administracià³n Bush no reclama aceptacià³n internacional de su papel hegemà³nico: lo da por asumido y actuará con o sin aprobacià³n de NNUU). Más bien, la tarea ardua de implicar formalmente a la “comunidad internacional” sirve, de nuevo, a los intereses econà³micos y militares de la Administracià³n Bush, porque, fundamentalmente, un apoyo del CS a la guerra abrirà­a la và­a para la participacià³n en ella de otros Estados -muy probablemente bajo el paraguas de la OTAN- y de sus recursos militares y, sobre todo, financieros.

Más allá de los gastos derivados de la invasià³n y ocupacià³n de Iraq [4], los cálculos de la Administracià³n Bush requieren que el coste econà³mico y el desgaste militar de su permanencia en Iraq tras la guerra, a medio y largo plazo, sean endosados a terceros y que, a poder ser, y como ocurrià³ ya en el escenario de la ex Yugoslavia, sean miembros de la OTAN los que compartan el coste humano, mediático y econà³mico de una presencia militar continuada en Iraq, encubriendo la operacià³n bajo el lema de alguna de las denominadas misiones Petersberg (probablemente, “fuerzas de pacificacià³n). Ello permitirà­a al ejà©rcito de EEUU plena disponibilidad de reparto y movilizacià³n de sus efectivos en otros frentes de intervencià³n internacional futuros, todo ello, claro está, manteniendo la autoridad militar incuestionable de Washington.

EEUU pretende ahora recuperar el modelo establecido por la OTAN tras el 11-S, cuando se recuperà³ el artà­culo Quinto, previa modificacià³n, que autoriza acciones fuera del territorio de la Alianza. De allà­ que la Administracià³n Bush està© utilizando ante la OTAN de manera tan cà­nica el llamamiento a la defensa de Turquà­a (miembro de la organizacià³n milita) reclamándolo como una obligacià³n de sus miembros ante la excusa de que pueda ser atacado por Iraq si interviene al lado de EEUU.

Por ello, no resulta sino escandaloso que el gobierno de Turquà­a -que afronta internamente la prueba de ser un leal depositario de la confianza que le otorgà³ la poblacià³n al dar la mayorà­a en las pasadas elecciones a un partido de corriente islamista rehabilitado popularmente tras su expulsià³n del gobierno por los poderes fácticos del paà­s hace varios años- haya accedido, en contra de la opinià³n turca mayoritariamente contraria a la guerra y a la intervencià³n en ella de su paà­s, a acordar con EEUU una “mà­nima presencia rebajada” de tropas estadounidenses en su suelo (oficialmente 15.000), además de su disponibilidad para permitir que su frontera sur, lindante con Iraq, sea el escenario previsto para la invasià³n estadounidense del norte iraquà­ con el apoyo de las bases militares turcas y con el refuerzo -“el enemigo de mi enemigo es mi amigo”- que aporte el contingente de las fuerzas kurdo-iraquà­es del PDK y la UDK [5].

¿Una `salida pacà­fica` a la crisis?

No menos escandaloso resulta el hecho de que Turquà­a està© siendo la protagonista de la iniciativa supuestamente saudà­ -aunque ya abiertamente respaldada por la Administracià³n Bush- de promover el exilio del gobierno de Iraq para “evitar la guerra”. La convocatoria en Estambul o en Damasco de una reunià³n con los representantes oficiales de Egipto, Arabia Saudà­, Irán, la propia Turquà­a y, finalmente abierta a Jordania y Siria, formalmente para adoptar medidas conjuntas para encontrar una salida pacà­fica a la crisis, no oculta, a pesar de los desmentidos oficiales, una iniciativa que, probablemente instigada desde EEUU, pretende servir para presionar regionalmente a Iraq por medios distintos de la amenaza militar, reclamar la salida de su gobierno eludiendo explicar quià©n o quà© alternativa deberà­a tomar el relevo de una nueva direccià³n polà­tica cuando a las puertas de Bagdad se encuentra estacionado ya el más amplio contingente de tropas y medios militares estadounidenses jamás desplegado en ninguna iniciativa bà©lica previa desde 1991.

Esta iniciativa (por lo demás, más publicitaria que real) sirve internamente, a cada uno de estos gobiernos, para vender ante sus poblaciones la imagen de un falso compromiso con la paz de la regià³n cuando ya es demasiado obvio y escandaloso el alineamiento efectivo de todos ellos -egipcios, saudà­es, iranà­es, turcos y jordanos, cuando menos- con las premisas de Bush de ocupar Iraq. Si la guerra se lanza finalmente, podremos constatar probablemente como estos comprometidos con una salida pacà­fica para Iraq se prestan al uso de su territorio e infraestructuras para facilitar la tarea a EEUU, al tiempo que aprovechan, como ya lo están haciendo, para meter en cintura a sus representados, es decir, a sus pueblos.

Que los actores regionales -árabes y no árabes- den tan deleznable respuesta ante la amenaza neocolonial que se cierne sobre Iraq y sobre toda la zona, ilustra, nuevamente, la desconexià³n existente entre las elites gobernantes y sus poblaciones, la miserable superposicià³n de sus intereses personales frente a la dejacià³n de la defensa de los intereses colectivos.

Notas:

1. Sobre la resolucià³n 1441 và©ase en CSCAweb: Resolucià³n 1441: el CS cede a las presiones de EEUU y otorga carta blanca a la Administracià³n Bush para atacar Iraq unilateralmente
2. Và©ase en CSCAweb: à‰xito de las movilizaciones contra la guerra en todo el mundo
3. The New York Times, 23 de enero de 2003.
4. Sobre el coste de la guerra và©ase en CSCAweb: La factura de la guerra de EEUU contra Iraq
5. Và©ase en CSCAweb: Turquà­a recibe su recompensa polà­tica y financiera a cambio del apoyo a la guerra

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