por Samir Amin
Fuente: C.S.C.A.
“Si este proyecto se sigue desarrollando durante cierto tiempo, sà³lo traerá un caos cada vez mayor que apele a una gestià³n cada vez más brutal por medio de acciones puntuales, sin una visià³n estratà©gica a largo plazo. En última instancia, Washington ya no tratará de reforzar unos verdaderos aliados, lo que siempre impone saber hacer concesiones. Unos gobiernos tàtere, como el de Karzai en Afganistán, son más útiles mientras el delirio del poderào militar permite creer el “invencibilidad” de EEUU. Lo mismo que pensaba Hitler.”
1.
Desde los años ochenta, cuando se anuncia el desmoronamiento del sistema sovià©tico, se diseña una opcià³n hegemà³nica que se granjea al conjunto de la clase dirigente de EEUU (a sus establishments demà³crata y republicano). Llevados por el à©xito de su potencia armada, que ya no tiene ningún rival capaz templar sus fantasmas, EEUU elige afirmar su dominio en primer lugar por medio del despliegue de una estrategia estrictamente militar de “control del planeta”. Una primera serie de intervenciones -Golfo, Yugoslavia, Asia Central, Palestina, Iraq- inaugura a partir de los años noventa la puesta en marcha de este plan de “guerras made in USA”, guerras sin fin, planificadas y decididas unilateralmente por EEUU.
La estrategia polàtica que acompaña al proyecto prepara sus pretextos, ya sea el terrorismo, la lucha contra el narcotráfico o la acusacià³n de produccià³n de armas de destruccià³n masiva. Pretextos evidentes cuando se conocen las complicidades que permitieron a la CIA fabricar un adversario “terrorista” a medida (los talibanes, Ben Laden – los hechos del 11 de septiembre nunca ha sido clarificados…), o desarrollar el Plan Colombia dirigido contra Brasil. Respecto a las acusaciones de posible produccià³n de armas peligrosas lanzada contra Iraq, Corea del Norte y en el futuro contra cualquier paàs, no son nada comparadas con el uso efectivo de estas armas por parte de EEUU (las bombas de Hiroshima y Nagasaky, el empleo de armas quàmicas en Vietnam, la amenaza reconocida de utilizacià³n de armas nucleares en futuros conflictos…) Asà pues, se trata sà³lo de medios que son muestra de la propaganda en el sentido que Goebbels daba al tà©rmino, eficaces quizá para convencer a la ingenua opinià³n pública de EEUU, pero cada vez menos creàbles en otros lugares.
La Guerra Preventiva formulada desde ahora como un “derecho” que Washington se reserva de invocar, supone de entrada la abolicià³n de todo derecho internacional. La Carta de Naciones Unidas prohàbe recurrir a la guerra, excepto en caso de legàtima defensa, y somete esta posible intervencià³n militar propia a unas condiciones severas, además de establecer que la respuesta debe ser mesurada y provisional. Todos los juristas saben que las guerra emprendidas desde 1990 son absolutamente ilegàtimas y que, por lo tanto, sus responsables son, en principio, criminales de guerra. Naciones Unidas son ya tratadas por EEUU, aunque con la complicidad de terceros, como antaño lo fuera la Sociedad de Naciones por los Estados fascistas.
2.
La abolicià³n del derecho de los pueblos, ya consumada, sustituye el principio de su igualdad por el de la distincià³n entre un Herrenvolk (el pueblo de EEUU, accesoriamente el de Israel) que tiene el derecho de conquistar el “espacio vital” que considere necesario y los demás, cuya existencia misma sà³lo es tolerable si no constituye una “amenaza” para el despliegue de los proyectos de aquellos que están llamados a ser los “amos del mundo”.
¿Cuáles son, por lo tanto, estos intereses “nacionales” que la clase dirigente de EEUU se reserva el derecho de invocar como le vienen en gana?
A decir verdad, esta clase se reconoce sà³lo en un objetivo -“hacer dinero”- y el Estado estadounidense se ha puesto abiertamente al servicio prioritario de la satisfaccià³n de las exigencias del segmento dominante del capital constituido por las multinacionales de EEUU
Asà pues, a los ojos del establishment de Washington todos nos hemos convertido en “Pieles Rojas”, es decir, pueblos que sà³lo tienen derecho a existir en la medida en que no interfieran a la expansià³n del capital multinacional de EEUU. Cualquier resistencia será reducida por todos los medios, incluso hasta el exterminio si fuera necesario, como nos asegura EEUU. Quince millones de dà³lares de beneficios suplementarios para las multinacionales estadounidenses y, en contrapartida, tres cientos millones de vàctimas, sin duda alguna. EEUU es, sin lugar a dudas, el Estado canalla por excelencia, por retomar la terminologàa de los presidentes Bush padre, Clinton y Bush hijo.
Este proyecto es claramente imperialista en el sentido más brutal, pero no es “imperial” en el sentido que Negri da este tà©rmino, porque no se trata de controlar al conjunto de las sociedades del planeta para integrarlas en un sistema capitalista coherente, sino sà³lo de apoderarse de sus recursos. La reduccià³n del pensamiento social a los axiomas de base de la economàa vulgar, la atencià³n unilateral dada a la maximizacià³n de la rentabilidad financiera a corto plazo del capital dominante, reforzada por la puesta a disposicià³n de à©ste de medios militares conocidos por todos son los responsables de esta bárbara deriva que el capitalismo lleva consigo, puesto que se ha desecho de cualquier sistema de valores humanos que ha sido sustituido por las exigencias exclusivas de la sumisià³n a las supuestas leyes del mercado. Por la historia de su formacià³n, el capitalismo estadounidense se prestaba a esta reduccià³n mejor aún que el de las sociedades europeas, porque el Estado estadounidense y su visià³n polàtica han sido formados para servir exclusivamente a la economàa, aboliendo con ello la relacià³n contradictoria y dialà©ctica economàa/polàtica. El genocidio de los indios, la esclavitud de los negros, la sucesià³n de oleadas de emigraciones que sustituàan la maduracià³n de la conciencia de clase por la confrontacià³n de los grupos que compartàan supuestas identidades comunitarias (manipuladas por la clase dirigente), han producido una gestià³n polàtica de la sociedad por parte de un partido único del capital cuyos dos segmentos comparten las mismas visiones estratà©gicas globales, ya que se comparten la tarea por medio de sus retà³ricas aptas para controlar cada una de las constituencies, circunscripciones electorales, de la mitad escasa de la sociedad que cree lo bastante en el sistema como para tomarse la molestia de ir a votar. Privada de la tradicià³n por medio de la cual los partidos obreros social-demà³cratas y comunistas marcaron la formacià³n de la cultura polàtica europea moderna, la sociedad estadounidense no dispone de los instrumentos ideolà³gicos que le permitiràan resistir a la dictadura sin contrapeso del capital. Por el contrario, es à©ste el que labra unilateralmente el modo de pensar de la sociedad en todas sus dimensiones y, en especial, produce, reforzándolo, su fundamental racismo que le permite verse como Herrenfolk. El eslogan Play boy Clinton, Cow boy Bush same policy [Play boy Clinton Cow boy Bush, misma polàtica], expresado en “lenguaje indio”, pone con toda justicia el à©nfasis en la naturaleza del partido único que gobierna la supuesta democracia estadounidense.
Debido a ello el proyecto estadounidense no es un proyecto hegemà³nica banal que compartiràa con otros que se han ido sucediendo a lo largo de la historia moderna y antigua las virtudes de una visià³n de conjunto de los problemas que permite darles respuestas coherentes estabilizadoras, aunque està©n fundadas en la explotacià³n econà³mica y en la desigualdad polàtica. Es infinitamente más brutal por su concepcià³n unilateral extremadamente simple y, desde ese punto de vista, se acerca más al proyecto nazi, fundado tambià©n en el principio exclusivo del Herrenfolk . Este proyecto de EEUU no tiene nada que ver con lo que afirman los universitarios liberales estadounidenses, que califican a esta hegemonàa de “benigna” (“indolora”).
Si este proyecto se sigue desarrollando durante cierto tiempo, sà³lo traerá un caos cada vez mayor que apele a una gestià³n cada vez más brutal por medio de acciones puntuales, sin una visià³n estratà©gica a largo plazo. En última instancia, Washington ya no tratará de reforzar unos verdaderos aliados, lo que siempre impone saber hacer concesiones. Unos gobiernos tàtere, como el de Karzai en Afganistán, son más útiles mientras el delirio del poderào militar permite creer el “invencibilidad” de EEUU. Lo mismo que pensaba Hitler.
3.
El examen de las relaciones de este proyecto criminal con las realidades del capitalismo dominante constituido por el conjunto de paàses de la tràada (EEUU, Europa, Japà³n) permitirá medir sus fuerzas y debilidades.
La opinià³n general más extendida, dirigida por aquellos media que no llaman a la reflexià³n, es que el poderào militar de EEUU no constituye más que la punta del iceberg, que prolonga la superioridad de este paàs en todos los dominios, especialmente econà³micos, pero tambià©n polàticos y culturales. Debido a ello la sumisià³n a la hegemonàa que pretende este paàs seràa inevitable.
El examen de las realidades econà³micas invalida esta opinià³n. El sistema productivo de EEUU está lejos de ser el “más eficaz del mundo”. Por el contrario, casi ninguno de sus segmentos estaràa seguro de superar a sus competidores en un mercado verdaderamente abierto como imaginan los economistas liberales. Prueba de ello es el dà©ficit comercial de EEUU que se agrava cada año: de 100.000 millones de dà³lares en 1989 ha pasado a 450.000 millones en 2000. Además, este dà©ficit concierne a prácticamente todos los segmentos del sistema productivo. Incluso el excedente del que se beneficiaba EEUU en el terreno de los bienes de la alta tecnologàa, que era de 35.000 millones de dà³lares en 1990, se ha convertido actualmente en dà©ficit. La competencia entre Ariane y los cohetes de la NASA, Airbus y Boeing son testimonio de la vulnerabilidad de la ventaja estadounidense. ¡Frente a Europa y Japà³n para los productos de alta tecnologàa a China, Corea y otros paàses industrializados de Asia y de Amà©rica del sur para los productos manufacturados corrientes, a Europa y al Cono Sur para la agricultura, EEUU probablemente no los superaràan sin recurrir a los medios “extraeconà³micos” que violan los principios del liberalismo impuestos a sus competidores!
De hecho EEUU sà³lo se beneficia de las ventajas comparativas establecidas en el sector del armamento, precisamente porque à©ste escapa ampliamente a las reglas del mercado y se beneficia del apoyo del Estado. Sin duda esta ventaja implica algunas consecuencias para la vida civil (el ejemplo más conocido es Internet), pero tambià©n está en el origen de las importantes distorsiones que constituyen desventajas para muchos de los sectores productivos.
La economàa estadounidense es una economàa parásita en detrimento de sus socios en el sistema mundial. “EEUU depende para el 10% de su consumo industrial de bienes cuya importacià³n no está cubierta por exportaciones de los productos nacionales” (E. Todd, Aprà¨s l´Empire, pág. 80).
El crecimiento de los años Clinton, alabado por ser producto del “liberalismo” al que Europa, desgraciadamente, se habàa resistido demasiado, es de hecho muy facticio y, en todo caso, no generalizable, porque descansa en transferencias de capital que implican el estancamiento de los socios. Para todos los segmentos del sistema productivo real, el crecimiento de EEUU no ha sido mejor que el de Europa. El “milagro estadounidense” se ha alimentado exclusivamente del crecimiento de los gastos producidos por el agravamiento de las desigualdades sociales (servicios financieros y personales: legiones de abogados y de policàas privados, etc) En ese sentido, el liberalismo de Clinton preparà³ claramente las condiciones que permitieron el desarrollo reaccionario y la ulterior victoria de Bush hijo. Además, como escribe Todd (pág. 84) “inflado por los fraudes, el PNB estadounidense empieza a parecerse, por la fiabilidad estadàstica, al de la Unià³n Sovià©tica”.
El mundo produce, EEUU (cuyo ahorro nacional es prácticamente nulo) consume. La “ventaja” de EEUU es la de un depredador cuyo dà©ficit está cubierto por el aporte, consentido o forzado, de terceros. Los medios puestos en marcha por Washington para compensar sus deficiencias son de distintas naturalezas: repetidas violaciones unilaterales de los principios del liberalismo, exportaciones de armamento (60% del mercado mundial) ampliamente impuestas a aliados subalternos (¡que, además -como ocurre en los paàses del Golfo- nunca utilizarán ese armamento!), búsqueda de subrentas petrolàferas (que suponen el poner a los productores bajo su autoridad de forma regulada, motivo real de las guerras en Asia central e Iraq). En todo caso, lo esencial del dà©ficit estadounidense se cubre por las aportaciones en capital procedentes de Europa y de Japà³n, del sur (paàses petrolàferos ricos y clases compradoras [1] de todos los paàses del tercer mundo, incluidos los más pobres), al que se añadirá la sangràa ejercida a tàtulo del servicio de la deuda impuesta a la casi totalidad de los paàses de la periferia del sistema mundial.
Las razones que dan cuenta de la persistencia de los flujos de capital que alimenta el parasitismo del economàa y de la sociedad estadounidense, y permiten a esta superpotencia vivir al dàa son indudablemente complejas. Pero en absoluto son el resultado de las supuestas “leyes del mercado”, que son a la vez racionales e ineludibles.
La solidaridad de los segmentos dominantes del capital multinacionalizado de todos los socios de la tràada es real y se expresa por medio de su adhesià³n al neoliberalismo globalizado. En esta perspectiva EEUU es visto como el defensor (militar, si es necesario) de estos “intereses comunes”. En todo caso, Washington no pretende “repartir equitativamente” los beneficios de su liderazgo. Por el contrario, EEUU se esfuerza por avasallar a sus aliados y, en ese espàritu, sà³lo está dispuesto a consentir concesiones menores a sus aliados subalternos de la tràada. ¿Acaso este conflicto de intereses del capital dominante está llamado a acentuarse hasta el punto de acarrear una ruptura en la alianza atlántica? No es imposible, aunque sà poco probable.
El conflicto prometedor se sitúa en otro terreno, el de las culturas polàticas. En Europa sigue siendo posible un alternativa de izquierda. Esta alternativa impondràa simultáneamente una ruptura tanto con el neoliberalismo (y el abandono de la vana esperanza de someter a EEUU a sus exigencias, permitiendo asà al capital europeo librar una batalla sobre el terreno no minado de la competicià³n econà³mica), como con alineamiento a las estrategias polàticas de EEUU. El excedente de capitales que por el momento Europa se contenta con “situar” en EEUU podràa entonces destinarse a una recuperacià³n econà³mica y social, sin lo cual esta seguiràa siendo imposible. Pero cuando Europa eligiera por ese medio dar prioridad a su desarrollo econà³mico y social, la artificial salud de la economàa de EEUU se desmoronaràa y la clase dirigente estadounidense se enfrentaràa a sus propios problemas econà³micos y sociales. Ese es el sentido que le doy a mi conclusià³n “Europa será de izquierdas o no será”.
Para lograrlo hay que librarse de la ilusià³n de que la carta del neoliberalismo deberàa -y podràa- jugarse “honestamente” por todos y que, en ese caso, todo iràa mejor. EEUU no puede renunciar a su opcià³n en favor de una práctica asimà©trica del liberalismo, porque à©sta es el único medio que tienen de compensar sus propias deficiencias. El precio de la “prosperidad” estadounidense es el estancamiento de los demás
¿Por quà©, entonces, a pesar de estas evidencias, continúa el flujo de capitales en beneficio de EEUU? Para muchos sin duda el motivo es simplemente que EEUU es “un Estado para los ricos”, el refugio más seguro. Este es el caso de las inversiones de las burguesàas compradoras del tercer mundo. Pero, ¿en el de los europeos? El virus liberal -y la creencia ingenua de que EEUU acabará por aceptar el “juego de los mercados”- opera aquà con una fuerza evidente entre las grandes opiniones públicas. En este espàritu el FMI ha consagrado el principio de la “libre circulacià³n de capitales”, de hecho simplemente para permitir precisamente a EEUU cubrir su dà©ficit por medio del bombeo de los excedentes financieros generados en otros lugares por las polàticas neoliberales, a las que EEUU sà³lo se somete selectivamente. Sin embargo, para el gran capital dominante la ventaja del sistema prevalece sobre sus inconvenientes: el tributo que hay que pagar a Washington para asegurar su permanencia.
Existen paàses calificados de “paàses pobres endeudados” que están obligados a pagar. Pero tambià©n existe un “paàs poderoso endeudado”, del que deberàa saberse que nunca va a devolver sus deudas. Debido a este hecho, este verdadero tributo impuesto por el chantaje polàtico de EEUU sigue siendo frágil.
4.
La opcià³n militarista del estalishment de EEUU se sitúa en esta perspectiva. No es otra cosa que el reconocimiento de que EEUU no dispone de otros medios para imponer su hegemonàa econà³mica.
Las causas que están en el origen del debilitamiento del sistema productivo de EEUU son complejas, No son, desde luego, coyunturales, y que por ello se podràan corregir, por ejemplo, por medio de la adopcià³n de una tasa de cambio correcta, o por medio de la construccià³n de relaciones más favorables salarios/productividades. Son estructurales. La mediocridad de los sistemas de enseñanza general y de formacià³n , producto de un prejuicio tenaz que favorece sistemáticamente lo “privado” en detrimento del servicio público, es una de las principales razones de la profunda crisis que atraviesa la sociedad de EEUU.
Asà pues, deberàamos sorprendernos de que los europeos, lejos de sacar las conclusiones que impone la constatacià³n de las insuficiencias de la economàa de EEUU, se apresuren, por el contrario, a imitarlas. A este respecto tampoco el virus neoliberal lo explica todo, aunque si satisfaga algunas funciones útiles para el sistema, paralizando a la izquierda. La privatizacià³n a ultranza, el desmantelamiento de los servicios públicos solo podrán reducir las ventajas comparativas de las que aún se beneficia la “vieja Europa” (como la llama Bush). Pero sean cuales sean los daños que ocasionen a largo plazo, estas medidas ofrecen al capital dominante, que vive en el corto plazo, la ocasià³n de beneficios suplementarios.
La opcià³n militarista de EEUU amenaza a todos los pueblos. Procede de la misma là³gica que antaño fue la de Adolf Hitler: modificar por medio de la violencia militar las relaciones econà³micas y sociales en favor del Herrenfolk del momento. Esta opcià³n , imponià©ndose por delante del escenario mundial, sobredetermina todas las coyunturas polàticas, porque la prosecucià³n del despliegue de este proyecto debilitaràa extremadamente todos los avances que los pueblos podràan obtener por medio de sus luchas sociales y democráticas. Por consiguiente, hacer fracasar el proyecto militarista de EEUU se convierte entonces para todos en la tarea primordial, en nuestra principal responsabilidad.
La lucha para hacer fracasar el proyecto de EEUU es ciertamente multiforme. Comporta aspectos diplomáticos (defensa del Derecho Internacional), militares (se impone el rearme de todos los paàses del mundo para hacer frente a las agresiones planeadas por Washington -no hay que olvidar nunca que EEUU ha utilizado armas nucleares cuando tenàan su monopolio y que han renunciado a ello cuando no lo tenàan) y polàticas (especialmente en lo que concierne a la construccià³n europea y a la reconstruccià³n del bloque de los paàses No Alineados).
El à©xito de este combate dependerá de la capacidad de los espàritus para liberarse de las ilusiones liberales. Porque existirá nunca una economàa globalizada “autà©nticamente liberal”. Y, sin embargo, se intenta y se seguirá intentando por todos los medios hacerlo creer. Los discursos del Banco Mundial, que opera como un especie de ministerio de Propaganda de Washington, concernientes a la “democracia” y al “buen gobierno”, o la “reduccià³n de la pobreza”, tienen esta única funcià³n, como el ruido mediático organizado en torno a Joseph Stiglitz, al descubrir algunas verdades elementales, afirmadas con autoridad arrogante, sin sacar sin embargo la menor conclusià³n que cuestione los prejuicios tenaces la economàa vulgar. La reconstruccià³n de un frente del Sur, capaz de dar a la solidaridad de los pueblos de Asia y Ífica, y a la Tricontinental, una capacidad de actuar en el plano mundial pasa, tambià©n ella, por la liberacià³n de las ilusiones de un sistema liberal globalizado “no asimà©trico” que permitiràa a las naciones del tercer mundo superar sus “retrasos”. ¿No es acaso ridàculo ver a los paàses del tercer mundo reclamar la “puesta en marcha de los principios del neoliberalismo, pero sin discriminacià³n alguna”, y beneficiarse entonces de los nutridos aplausos del Banco Mundial? ¿Desde cuándo el Banco Mundial ha defendido al tercer mundo frente a EEUU?
La lucha contra el imperialismo de EEUU y su opcià³n militarista es la lucha de todos los pueblos, de sus vàctimas principales de Asia, Ífrica y Amà©rica del sur, de los pueblos europeos y japonà©s condenados a la subordinacià³n, pero tambià©n del pueblo estadounidense. Saludemos desde aquà el valor de todos aquellos que en el “corazà³n de la bestia” se niegan a someterse igual que sus predecesores se negaron a ceder al MacCarthismo de los años cincuenta. Igual que los que osaron resistirse a Hitler han conquistado cuantos tàtulos de nobleza puede otorgar la historia. ¿Será capaz la clase dominante de EEUU de volver sobre el proyecto criminal al que se ha adscrito? Pregunta difàcil de responder. Poco, si no nada, en la formacià³n histà³rica de la sociedad de EEUU dispone a ello. El Partido único del capital cuyo poder no se le discute a EEUU no ha renunciado hasta el momento a la aventura militar. En este sentido no se puede atenuar la responsabilidad de esta clase tomada en su conjunto. El poder de Bush junior no es el de una “camarilla” -los petroleros y las industrias de armamento-. Como en toda la historia moderna de EEUU, el poder dominante nunca ha sido otro que aquel en particular de una coalicià³n de intereses segmentarios del capital (mal calificados de lobbies). Pero esta coalicià³n sà³lo puede gobernar si lo aceptan los demás segmentos del capital. En su defecto, todo sucede en este paàs tanto menos respetuoso de hecho del derecho de lo que parece serlo en principio. Desde luego, algunos fracasos polàticos, diplomáticos y quizá hasta militares podràan animar a las minoràas que en el seno del establishment de EEUU aceptaràan renunciar a las aventuras militares en las que su paàs está embarcado. ¡Esperar más me parece tan ingenuo como podàa serlo la esperanza de que Adolf Hitler entrara en razà³n!
Si los europeos hubieran reaccionado en 1935 o en 1937, habràan logrado parar el delirio hitleriano. Al reaccionar solamente en 1939, se infligieron decenas de millones de vàctimas. Actuemos para que la respuesta sea más temprana frente al desafào de los neonazis de Washington.
Nota:
1. Clases no productivas que sirven de enlace con el capitalismo exterior