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El Argentinazo y las elecciones en Argentina

25. May 2003

Las trivialidades se derrumban, el capitalismo parece que no

Una reflexià³n del Campo Antiimperialista despuà©s de las elecciones argentinas

Los resultados electorales argentinas obligan a algunas reflexiones tanto sobre los acontecimientos del diciembre 2001 como tambià©n de carácter teà³rico general.
Veamos los resultados electorales como punto de partida: En primer lugar llama la atencià³n – recordando el grito popular de “Que se vayan todos” – la alta participacià³n electoral con unos 78,25 %. Dos candidatos peronistas (o pos-peronistas) salieron como ganadores de la primera vuelta: Menem con 24,11 % y Kirchner con 22,02%. El resto se repartià³ entre los dos candidatos del virtual Partido Radical. Y la izquierda anticapitalista? Patricia Walsh de Izquierda Unida llegà³ a 331.995 votos (1,76 %), Jorge Altamira del Partido Obrero trotskista a 141.028 (0,75 %). Juntos alcanzan apenas a 2,5 % lo que significa uno de los resultados electorales peores de la izquierda de tradicià³n obrera y comunista argentina.
Inmediatamente surgen dos preguntas: 1. Como es posible que la mayorà­a de los ciudadanos ha votado para las fuerzas responsables del derrumbe capitalista del 2001? 2. Como se explica que la izquierda revolucionaria no ha podido crecer en un clima de rebelià³n y descontento generalizado?
En realidad estas preguntas no son neutrales porque ya implican nociones conceptuales, en particular las del “derrumbe”, de la “rebelià³n” y del “descontento popular”.
Muchos entre la izquierda revolucionaria conciben el capitalismo con los mismos lentes que los seguidores del economismo. Una de las principales corrientes del economismo, su corriente radical, es justamente la del “derrumbe”. Consideran que el capitalismo se basa en leyes econà³micas fà©rreas, la principal entre ellas la “tendencia de caà­da de la tasa de ganancia promedia”, las cuales operan a las espaldas del capital y mas allá de lo que sean los intentos de contrarrestarlas y controlarlas. Necesariamente llevan a la crisis de sobreproduccià³n y con esto al “derrumbe”. Con “derrumbe” ahà­ se entiende una destruccià³n tan amplia de capitales y fuerzas productivas que el sistema tiene que atravesar un largo perà­odo de cifras negativas de PIB y PNB con una pauperizacià³n generalizada. Esta corriente interpretaba los acontecimientos del 2001 en Argentina como afirmacià³n de su tesis, pues como un “derrumbe”.
En realidad el capitalismo argentino – a pesar de su carácter dependiente y desequilibrado – no se ha derrumbado, todavà­a está en pie y por varias razones incluso experimenta cierta represa econà³mica a partir de la mitad del año pasado. La crisis del capitalismo argentino no era nada nuevo, ya se ha visto cà­clicamente casos similares en otros paà­ses (Mà©xico, Rusia, Indonesia y los “Tigres Asiáticos”). Algunos salieron debilitados, otros aprovecharon la crisis para profundizar la explotacià³n y para sacar recursos significativos del proletariado y de sectores de la clase media en provecho de la burguesà­a y el capital financiero. El capitalismo conoce crisis cà­clicas, pero serà­a un error grave confundirlas con el “derrumbe”. En Argentina no hemos visto una destruccià³n generalizada de capitales, sino sà³lo lo que los periodistas llaman “fuga de capitales” hacà­a puntos que prometen mas ganancia. Son dos cosas muy diferentes.
Con estos lentes economicistas gran parte de la izquierda radical interpretaba el Argentinazo, la rebelià³n prolongadas de las masas, como una verdadera crisis revolucionaria caracterizada por una ofensiva de las masas, una rebeldà­a de naturaleza revolucionaria.
La consigna que rápidamente se ha cristalizado como caracterà­stica del movimiento, desde los moderados y neoreformistas del movimiento no-global a los anarquistas, pasando por el trotskismo y los partisanos de la espontaneidad, era: “Que se vayan todos”. Toda la izquierda era embriagada por esta “revolucià³n en marcha”, nadie era capaz de una interpretacià³n critica que revele el lado demagà³gico y populista de esta consigna-bandera.
Los resultados electorales recientes no vienen de la nada. Estos entregan el poder definitivamente a los peronistas, el poder que el Argentinazo no los habà­a quitado, sino que en realidad se los entregaba extralegalmente y paradà³jicamente. Esto demuestra que el movimiento del diciembre 2001 – enero 2002, por tempestuoso que era, nunca se ha emancipado de la esfera del peronismo. Los cultivadores de la espontaneidad de las masas y del “Colapso capitalista”, que suponen que por si sà³lo se vence la hegemonà­a ideolà³gica de las clase dominantes, nuevamente se hicieron servidores de esa misma.
La rebelià³n puede ser la antesala de la revolucià³n, pero tambià©n puede ser una barrera. El Argentinazo ni era revolucià³n, ni antesala. La furia de las masas nuevamente fue canalizada hacia el populismo que desde medio siglo agota a Argentina. Esto no se debe tanto a los planes diabà³licos de los capos peronistas, sino a la conciencia real de gran parte de los revoltosos, de los sectores medios pauperizados hasta los pobres de la periferia, que siguen encadenado en una conciencia populista y peronista. Damos razà³n a Gramsci que retiene que la revolucià³n no sà³lo implica la movilizacià³n de las masas, sino la conciencia revolucionaria de las masas. Las masas no se levantan hasta el punto de la lucha armada para derrocar el sistema, si no tienen claridad en su cabeza cual será el sistema del futuro, si no son convencidos no sà³lo de su necesidad sino tambià©n de su factibilidad.
En otras palabras, hace falta que contra la conciencia burguesa del mundo se afirma la conciencia opuesta, comunista. El Argentinazo era lejos de esto, como son lejos los “riots” que cada cuando irrumpen la sociedad norteamericana en sus barrios perifà©ricos. La prueba son los resultados electorales.
La crisis revolucionaria se distingue del extremismo social y del descontento por el hecho que las masas populares no sà³lo protestan y lamentan, sino sobre todo construyen sus propios instrumentos de poder tanto para derrocar la burguesà­a como tambià©n para reemplazar el estado capitalista. En argentina nunca existà­a un momento de esta dualidad de poderes. El argentinazo se ha extinguido como una candela y lo peor que no ha dejado huellas, sedimentos para un nuevo movimiento proletario.
Si lo afirmado es cierto por lo menos en un 50 % pensamos haber respondido a las dos preguntas iniciales. Esta derrota de la izquierda argentina – en un contexto donde en otras partes de Latinoamà©rica las clases dominantes sufren un crisis grave y la izquierda ha logrado avanzar – no se va a vencer fácilmente. Todos los que pensaban de poder crear una versià³n argentina del bolivarismo-lulismo, ahora pueden ver el resultado: el peronismo reciclado.

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