Las carceles yanquis en Iraq
En un gulag cerca de Bagdad, del cual nadie habla, Estados Unidos somete a los prisioneros a un trato extremadamente cruel, violando los derechos humanos. El testimonio del autor, salido del campo el 20 de julio último, es apoyado por la denuncia de Amnistàa Internacional y de otros corresponsales. Uno de los liberados dijo que Tareq Aziz, el hombre más importante del rà©gimen luego de Saddam, “ha envejecido mucho, se arrastra apenas y tiene joroba. Quizás porque ha debido cavar sà³lo su propio retrete. Está prohibido a todo el mundo ayudarlo. Los guardias quieren que vaya como un animal, con el pelo largo y sucio”. Otros testimonios revelan que a los presos les han dado una comida indigerible para cualquier musulmán: cerdo.
Por Gordon Thomas
Cada prisionero recibe tres litros de agua por dàa, que le sirven para lavarse y para beber bajo temperaturas que alcanzan al mediodàa los 50 grados. No les está autorizado lavarse la ropa. Le dan una tacita de polvo antipulgas para tratar las peores infecciones corporales.
Por cada mànimo incumplimiento a las reglas draconianas en vigor, está obligado a sentarse en posiciones incà³modas. Si levanta la voz para protestar se le mete la cabeza en una bolsa.
Tal es la vida cotidiana en el gulag más vergonzoso de EE.UU., Camp Cropper, en la periferia del aeropuerto internacional de Bagdad. Está permitida la entrada solamente a representantes de la Cruz Roja internacional, pero les está prohibido describir lo que ven en el interior. Sin embargo, algunos, rompiendo las normas, han contado a Amnistàa Internacional las condiciones espantosas en las que tres mil prisioneros iraquàes viven.
Nadie de ellos todavàa ha sido procesado, son calificados como sospechosos, saqueadores o facinerosos, o bien como “leales” a Saddam Hussein.
Cada dàa nuevos prisioneros son metidos en un área caliente y polvorienta. Cercados por una valla de más de tres metros, hecha de alambre de espino, los prisioneros viven en tiendas que ofrecen poca proteccià³n al sol ardiente, ochenta bajo cada tienda, en pequeños colchones.
Cada uno cuenta con una pala de mango largo para cavarse una letrina. Algunos son demasiado viejos o dà©biles para cavar hasta la profundidad establecida de tres pies, un poco menos que un metro. Otros descubren haber cavado agujeros ya existentes. En este lugar de infierno la peste es sofocante.
“Si se suma la privacià³n del sueño y el abuso fàsico se tiene una idea de las condiciones extremadamente degradantes, análogas a la tortura, una grosera violacià³n de los derechos humanos”, ha dicho Curt Goering, vicedirector de Amnistàa Internacional, el perro de guardia de los derechos humanos con sede central en Londres. Ha confirmado que a Amnistàa han llegado “relaciones creàbles” a propà³sito de presos muertos bajo custodia, “sobre todo de muertos por golpes de arma de fuego de miembros de las fuerzas de la coalicià³n.”
Los “prisioneros especiales”
Camp Cropper acoge tambià©n un número creciente de los que vienen calificados como “prisionero especiales”. Entre estos está el ex primer ministro Tareq Aziz, además de Saadiun Hammadi, ex presidente del Parlamento iraquà, y Ezzar Ibrahim, hijo del segundo de Saddam Hussein en el Consejo Revolucionario. La única mujer “especial” es Huda Ammash, conocida como “Chemical Sally”, porque ha sido una colaboradora clave en el programa de armas a quàmica y biolà³gicas de Saddam.
La semana anterior a suicidarse, el cientàfico inglà©s David Kelly habàa preparado una lista de preguntas que queràa presentar cuando volviera a Irak para ayudar en la búsqueda de los armas de destruccià³n masiva. “Chemical Sally” duerme bajo una tienda con otras mujeres del Partido Baa´th. Como los hombres, no les está permitido lavarse la ropa àntima, y bastantes han desarrollado feas llagas, según una observadora de la Cruz Roja que las visità³.
Despuà©s de dos meses de encarcelamiento a ninguno de los “prisioneros especiales” les han sido comunicadas las acusaciones en su contra, aunque bastantes, como Tareq Aziz, se hayan rendido voluntariamente a los estadounidenses.
Una idea de la vida que llevan ha sido relatada por uno de los pocos presos liberados, Adnan Jassim. “Tareq Aziz ha envejecido mucho en los últimos meses en el campamento. Se arrastra apenas y tiene joroba. Quizás porque ha debido cavar sà³lo su propio retrete. Está prohibido a todo el mundo ayudarlo. Es tratado como todos los otros, los guardias quieren que vaya como un animal sucio. Tiene el pelo largo y sucio. No se beneficia de ninguna alimentacià³n especial, siempre la misma comida terrible, de la que come poco. Es difàcil pensar que fuera, despuà©s de Saddam, el hombre más importante en Irak.”
Los testimonios de los liberados
Jassim fue detenido el dàa despuà©s del final oficial de la guerra. Según un responsable de la Cruz Rroja, opina que ha sido detenido por exceso de velocidad. “Los soldados EE.UU. -afirma Jassim- han disparado contra mi coche, me han echado luego sobre un camià³n y llevado a un campamento. En la entrada me fue puesto en la camisa un distintivo con el texto: presunto asesino. Yo no he usado nunca un arma, imagànese cà³mo voy a haber matado a nadie.”
Los colaboradores de los derechos humanos de Amnistàa y los responsables de la Cruz Roja han recogido declaraciones de los pocos prisioneros que han sido liberados.
Uno es Qays al Salman, de 54 años, guardia de cerca de uno de los edificios de Saddam. Comenta: “Un dàa nos hemos enfadado hasta el punto de que todos los hombres de mi tienda se han puesto a gritar ¡Libertad! ¡libertad´! Los militares han entrado a la carrera, nos han atado y nos han obligado a tendernos afuera, en la tierra bajo el sol. Algunos de nosotros han sufrido un golpe de calor. Otro preso, Suheil Laibbi Mohammed, que trabajà³ como mecánico en el mantenimiento de los automà³viles de Saddam, ha dicho que “ha visto muchas veces prisioneros golpeados con la culata de los fusiles.”
Los presos han contado que les fue dada comida incomible para los musulmanes, en particular carne de cerdo. “Pero la comàas o moràas de hambre”, señalà³ Rafed Adel Mehdi.
La violacià³n de las convenciones de Ginebra
La mujer de Tareq Aziz, Zureida, y sus dos hijos han buscado refugio en Jordania al final de la guerra. En Londres, el abogado de la familia, el doctor Abdul Haq al-Anos, quiere hacer una peticià³n de habeas corpus al ministro de Defensa, Geoff Hoon, sustentando que la detencià³n de su asistido contraviene la Convencià³n de Ginebra y el Acta Universal de los Derechos Humanos.
“He estado una semana en Bagdad, pero no me ha sido permitido de ver a mi cliente. Sà© por otros, que han sido liberados, las condiciones en que está detenido. Lo que está sucediendo es un escándalo.”
Tambià©n la familia de “Chemical Sally” quiere moverse por las caminos legales para hacer que la liberen. Les ha entregado a los norteamericanos las pruebas de que sufre un tumor en el pecho y tiene que continuar las curas. Su madre, Kasmah Ammash, una mujer frágil de setenta años, ha dicho:
“A mi hija le fue diagnosticado un cáncer de pecho al final de los años 80.
Fue a Pittsburgh para la quimioterapia y fue sometida a una mastectomàa. Antes de ser detenida, estaba haciendo curas suplementarias. ¿Cà³mo pueden ser tan crueles?”
La salida de los “presos civiles”
Amnistàa Internacional ha dicho haber insistido ante las fuerzas de la coalicià³n para que se investiguen estas acusaciones, para luego llevar a la justicia a los que fueran culpables de cràmenes.
“Los estadounidenses admiten que hay problemas serios, pero hay una diferencia de opinià³n sobre cuáles leyes està©n vigentes”, ha declarado Goering. Nada Doumani, portavoz de la Cruz Roja internacional en Bagdad, ha dicho: “No hacemos nunca comentarios sobre las condiciones en los centros de detencià³n. La Convencià³n de Ginebra es clara sobre las obligaciones en lo referente a la asistencia legal y las visitas. Si alguien es detenido como prisionero de guerra, hay una obligacià³n legal que le da derecho a tener un abogado. Pero a los presos civiles no se les aplica esta norma. Hay un tribunal para decidir a quà© categoràa pertenece cada persona en el campamento. Hasta que el tribunal no haya completado su trabajo, no podemos añadir más.”
Pero un vocero del general Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas de coalicià³n en Irak, ha dicho de “no es posible prever un plazo para los trabajos del tribunal”
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