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Venezuela ante el Referendum: La “marea roja” anuncia el futuro

12. August 2004

por Luis Bilbao

Ante la inminente ratificacià³n de Hugo Chávez, Estados Unidos vacila
mientras los medios de difusià³n con que cuenta el imperialismo en todo
el mundo preparan una operacià³n de ocultamiento y tergiversacià³n,
tendiente a transformar la victoria del No en motivo de denuncia y
respaldo a preparativos de violencia y terrorismo por parte de un
sector de la oposicià³n.

Una marejada de fervor, movilizacià³n permanente e inocultable alegrà­a
inunda las calles de todo el paà­s a una semana del crucial referendo
por Sà­ o por No, para definir si el presidente Hugo Chávez debe
renunciar o continúa su mandato hasta 2006. “Marea roja”, se llaman a
sà­ mismos los bolivarianos. Y el mismo nombre utiliza la oposicià³n
para calificarlos.

Para los cientos de miles de jà³venes, trabajadores, campesinos y
profesionales que han abrazado la causa de la Revolucià³n Bolivariana,
no existe la menor duda: despuà©s de haber ganado siete elecciones (dos
de ellas presidenciales) desde diciembre de 1998, y tras haber
revertido un golpe de Estado y el secuentro del Presidente, nadie
supone una derrota el prà³ximo 15 de agosto.

¿Se justifica tanta confianza? Aparte las encuestas –todas dan
vencedor a Chávez, aunque con diferentes porcentajes– la percepcià³n
del clima social lleva a responder positivamente. En las calles, en
los barrios, en Caracas y en la ciudades clave del paà­s, pero tambià©n
en zonas rurales, la militancia social por el No (No se va; No al
pasado; No a los partidos “puntofijistas”; No al neoliberalismo; No a
los golpistas y el fascismo), más que decuplica la presencia de los
nunca tan bien retratados como ahora por el apelativo de “escuálidos”
con que los señalara Chávez desde fines de 2001.

En aquella oportunidad, con un paro general el 10 de diciembre,
comenzà³ una ofensiva opositora –financiada y timoneada directamente
desde Washington– que no cesà³ un instante y tuvo dos puntos
culminantes con el golpe de Estado que derrocà³ a Chávez por 47 horas
el 11 de abril de 2002 y el sabotaje petrolero que paralizà³ la
industria clave del paà­s durante diciembre de ese año y enero del
siguiente, para terminar con una estrepitosa derrota opositora y la
reconstruccià³n de una nueva Pdvsa (la empresa petrolera más importante
del hemisferio). Luego siguieron intentos desestabilizadores de todo
tipo –incluyendo dos antentados abortados contra la vida del
Presidente– hasta que, fraude mediante, la oposicià³n aparecià³ con
firmas suficientes para apelar a una cláusula insertada por el propio
Chávez en la nueva Constitucià³n: la posibilidad de que la ciudadanà­a
revoque el mandato presidencial tras haber transcurrido la mitad del
perà­odo.

Asà­ las cosas, la permanencia de Chávez en el gobierno está asegurada
por unanimidad por sondeos de opinià³n, informes del Comando Maisanta
(instancia dirigente integrada por todas las fuerzas polà­ticas y
sociales que respaldan la Revolucià³n Bolivariana), opositores que
hablan a condicià³n de no ser identificados y por la percepcià³n que se
tiene al participar de asambleas, actos, movilizaciones, o simplemente
recorrer las calles del paà­s. Pese a todo, un temor planea sobre el
ánimo colectivo y desvela a millones: la posibilidad de un fraude.

Revolucià³n dentro de la Revolucià³n

El hecho es que tras derrotar el sabotaje petrolero Chávez retomà³ la
iniciativa y la revolucià³n comenzà³ –sà³lo comenzà³, pero eso ya es
mucho– a tomar cuerpo en la redistribucià³n de ingresos y en la
relacià³n de fuerzas sociales. La utilizacià³n del excedente de Pdvsa y
la renta petrolera a favor de planes de desarrollo y atencià³n social,
significà³ un salto gigantesco: planes de alfabetizacià³n, impulso sin
precedentes a la atencià³n sanitaria gratuita para millones de personas
desamparadas mediante la Misià³n Barrio Adentro (en la que jugà³ un
papel decisivo el apoyo de Cuba), programas de capacitacià³n, promocià³n
de emprendimientos productivos y aliento a la pequeña empresa, todo en
el marco de un crecimiento de la economà­a del 12% –el mayor, por
lejos, en Amà©rica Latina– sumado al impacto polà­tico del desastre
econà³mico provocado por la oposicià³n con el golpe y el sabotaje
petrolero, operà³ un cambio volcánico en las clases medias. Por lo
menos la mitad de ese estrato social se volcà³ a favor de Chávez.
Sumado al proletariado y a la masa de desocupados y marginalizados,
esto hace una mayorà­a neta imposible de superar para una dirigencia
opositora desmoralizada, dividida y desprestigiada hasta niveles sà³lo
conocidos en Argentina en 2001 y 2002.

Último recurso

La sola aceptacià³n de juntar firmas para forzar un referendo era ya
prueba de impotencia: los intentos por derrocar a Chávez habà­an
fracasado; y habà­an apelado al golpe y el sabotaje porque tienen una
certeza: en el terreno electoral, están derrotados de antemano. Pero
un rà©gimen de medio siglo y dos aparatos partidarios que lo
sustentaron y usufructuaron tiene, por definicià³n, recursos de
subsistencia que no dependen de la voluntad popular. Con un 40% o más
de abstencià³n histà³rica, les resultaba relativamente fácil alcanzar
mayorà­a en las urnas. Ya las cosas se complicaron cuando la figura de
Hugo Chávez produjo un terremoto en las opciones electorales. Cuando a
eso se sumà³ la inclusià³n de millones de personas que jamás contaron en
la eleccià³n de programas, partidos y candidatos, el único recurso
restante fue el fraude masivo y descarado. En la junta de firmas, a
fines de 2003, la utilizacià³n de ese recurso fue ostensible y
escandaloso: votaron muertos, menores, extranjeros y decenas de miles
de personas que fueron sumadas sin enterarse de que estaban firmando
para que Chávez se fuera. Tras el recuento, el Consejo Nacional
reconocià³ sà³lo 1`900.000 firmas, medio millà³n menos de las necesarias
según la Constitucià³n.

Ante la esperable respuesta de la oposicià³n, a travà©s de los medios de
difusià³n que magnificaron en todo el mundo pequeños focos
ultraviolentos denominados “guarimba”, a comienzos de marzo pasado el
CNE convocà³ a un “reparo”, es decir, ratificacià³n de las firmas
objetadas. Otra vez hubo fraude. Pero en esta oportunidad el CNE no
hizo hincapià© en lo obvio (sobre lo cual ahora mismo está presentando
pruebas), y asà­ se convocà³ al referendo.

Ahora, con la eleccià³n mediante el voto electrà³nico, el fraude en la
recoleccià³n de apoyos inexistentes es poco menos que imposible. Pero
el problema pasa al manejo de los dispositivos electrà³nicos para votar
y, sobre todo, a la transmisià³n de los datos, a cargo de la mayor
empresa de comunicacià³n, Cantv, privatizada durante el último tramo de
la IV República. El problema se magnifica por el hecho de que, para
buena parte de la militancia bolivariana, el misterio de la
cibernà©tica se convierte en un mito poco menos que todopoderoso. Pero
el riesgo es real (un número importante de los cuadros de la empresa
provienen de Pdvsa, de donde fueron despedidos por participar en el
sabotaje), al punto de que Chávez anuncià³ que tiene preparado y listo
para la firma un decreto de intervencià³n de Cantv si el 15 hay fraude.

No es à©sta, sin embargo, la amenza más probable. El Gobierno ha
adoptado una cantidad de medidas que dificultarán al máximo el fraude
cibernà©tico. De modo que, otra vez, el único recurso al alcance de la
oposicià³n para deslucir una victoria que la dejarà­a definitivamente
sin argumentos, es la provocacià³n y la violencia. à‰se sà­ es un riesgo
altamente probable. Y basta observar la conducta de la prensa
opositora para concluir que está preparando el terreno y dispuesta a
dar una batalla polà­tica a escala mundial para ocultar no ya la
victoria de la Revolucià³n Bolivariana en esta nueva prueba, sino los
resultados inexorables de una derrota contundente e incuestionable de
la oposicià³n y de la fuerza que la alimenta y conduce: el imperialismo
estadounidense.

Expectativa en todo el hemisferio

Serà­a pueril esperar una rendicià³n de Washington. No obstante, caben
dudas sobre la capacidad polà­tica de la plutocracia estadounidense en
la actual coyuntura. Si se ataca sin la determinacià³n de llegar a la
última consecuencia –el derrocamiento de Chávez– sà³lo se acelerarà­a
el ritmo y la profundidad de la Revolucià³n. Pero aquel objetivo sà³lo
se puede intentar con fuerzas extranjeras, es decir, estadounidenses,
con el concurso de Colombia. Y esto significarà­a, en cuestià³n de
horas, el incendio de toda Suramà©rica.

¿Se decidirá la Casa Blanca a involucrarse ya mismo en un conflicto de
esta naturaleza y alcances, o buscará caminos intermedios confiando en
los puntos dà©biles (indudables) tanto de la Revolucià³n Bolivariana
como del bloque de gobiernos suramericanos ahora integrado por Venezuela?

No es descartable; aunque es lo menos probable. Si el debilitamiento y
la pà©rdida de la iniciativa del imperialismo se traduce en vacilacià³n
y postergacià³n de su último argumento, la invasià³n y la guerra, los
pueblos suramericanos habrán ganado el tiempo necesario para
consolidar un frente antimperialista continental capaz de abrirle
camino a la revolucià³n en nuestros paà­ses y, a la vez, dar otra vuelta
de cuerda amarrando las manos asesinas del imperialismo, una necesidad
imperativa para toda la humanidad. La ubicacià³n de cada dirigente
social o polà­tico ante este desafà­o histà³rico determinará la divisoria
de aguas en una nueva fase de la crisis imperialista y la búsqueda de
una respuesta revolucionaria.

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