de Ílvaro Vásquez, Voz (Colombia)
Según un analista cercano al gobierno colombiano “estamos lejos de ganar la guerra”. La guerrilla está manejando el ritmo de la confrontacià³n y mantiene la iniciativa, aplicando las conocidas reglas de la guerra irregular. El presidente Uribe está llevado a un estado febril de impaciencia y desesperacià³n, escribe Ílvaro Vásquez.
En una nota anterior nos referimos al hecho de que la ofensiva militar contra la guerrilla, concretada en el Plan Patriota, no ha logrado el à©xito buscado por el Gobierno. Lo cual ha desatado una cadena de contradicciones al interior de à©ste y ha llevado al Presidente a un estado febril de impaciencia y desesperacià³n.
Nos referimos ahora a dos debates suscitados alrededor del alcance de las operaciones durante el mandato uribista. El Gobierno agiganta sus resultados hasta el punto de que considera casi liquidada a la guerrilla. Un comentario del 10 de octubre en El Espectador obviamente elaborado por los altos mandos militares, concluye que “ha disminuido sustancialmente la capacidad de las FARC para llevar a cabo acciones ofensivas”.
Pero en el número seis de la revista “Coyuntura de Seguridad” se publica un informe especial en el cual se demuestra que lo que en realidad hay es un repliegue estratà©gico de la guerrilla, combinado simultáneamente con una ofensiva táctica de à©sta.
Según las cifras que allà se aportan, “el número de ataques de la insurgencia en los dos primeros años de Uribe, (900 ataques) casi iguala al total de acciones de los cuatro años de Pastrana (907 ataques)”.
Además, según el estudio lo que está pasando no es la desbandada de las FARC sino la aplicacià³n de su estrategia, basada en el desgaste de la ofensiva oficial y que tiene como objeto provocar una desaceleracià³n de à©sta según los principios de la “estrategia de la aproximacià³n indirecta”, que consiste en ceder territorio para ganar tiempo.
La conclusià³n del análisis citado es que la guerrilla está manejando el ritmo de la confrontacià³n y mantiene la iniciativa, aplicando las conocidas reglas de la guerra irregular.
Una segunda polà©mica se refiere a los gastos de la guerra integral, su efectividad y su relacià³n con el conjunto del presupuesto y de la economàa nacional.
El conocido comentarista Alfredo Rangel en El Tiempo del 19 de noviembre, se querella por la escasez de lo asignado a la seguridad (là©ase la guerra) en el presupuesto de 2.005 que llega a 12 billones de pesos, lo cual es cerca del seis por ciento del Producto Interno Bruto. Desde luego que aquà no se incluye la ayuda militar norteamericana de cerca de 800 millones de dà³lares anuales, que son algo asà como dos billones de pesos.
La propuesta de Rangel es que se aumente en lo inmediato el pie de fuerza en 30 mil soldados profesionales, los nuevos armamentos y otros gastos militares, ya que, según à©l “estamos lejos de ganar la guerra” y más lejos aún de “un impensable triunfo que implique una capitulacià³n” de las FARC. La conclusià³n es que se debe renunciar a “inversiones en otros campos, a favor de la seguridad”.
A estas propuestas, iguales a las de los altos mandos militares, responden desde otros enfoques funcionarios estatales, quienes demuestran, con cifras a la mano, que cada dàa hay “un crecimiento sostenido y gradual del presupuesto militar”. Como ejemplo, se precisa que el prà³ximo año aumentan los soldados profesionales en 20 mil y llegarán 10 nuevos helicà³pteros al teatro de la confrontacià³n.
Hemos llegado pues, al punto en que por razà³n de la insensata polàtica de incrementar el conflicto armado, bandera del gobierno de Uribe, se desinfla la demagogia actual acerca de “lo social” que ahora se proclama como objetivo oficial.