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Cuando la paz es la guerra

26. December 2004

de Arundhati Roy , India

¿Quà© es la paz en un mundo salvaje y militarizado? La escritora india examina el significado de la paz para los paà­ses pobres, saqueados y endeudados; para las 135 naciones cuyo producto suma la fortuna de menos de 600 multimillonarios; para los territorios ocupados; para los musulmanes en paà­ses no islámicos; para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán; para los parias de la tierra en general. Para ellos, dice, “la paz es la guerra”.

La autora, sin embargo, no cae en la trampa de “hacer una distincià³n moral entre la indecible brutalidad del terrorismo y la indiscriminada carnicerà­a de la guerra y la ocupacià³n”. El problema, resume, es cà³mo salir de la grieta en que nos tienen la paz “putativa” y el terror de la guerra. En este texto apunta algunas rutas

Cuando anunciaron el Premio por la Paz de Sydney este año, fui sometida a unos comentarios bastante pà­caros de aquellos que me conocen bien: ¿Por quà© se lo dan a la mayor alborotadora que conocemos? ¿Nadie les dijo que no tienes un solo hueso pacà­fico en tu cuerpo? Y uno memorable: Arundhati didi, ¿quà© es eso del Premio de la Paz de Sydney? ¿Hubo una guerra en Sydney que ayudaste a parar?

Hablando por mà­ misma, estoy absolutamente encantada de recibir el Premio de la Paz de Sydney. Pero lo debo aceptar como un premio literario que hace honor a una escritora por sus escritos, porque, contrario a las muchas virtudes que me atribuyen falsamente, no soy una activista, ni la là­der de ningún movimiento masivo, y definitivamente no soy la “voz de los sin voz”. (Sabemos, claro, que no hay tal cosa como los “sin voz”. Sà³lo hay los intencionalmente silenciados o a los que se prefiere no escuchar.) Soy una escritora que no puede afirmar que represente a nadie más que a sà­ misma. Asà­ que, aunque quisiera, serà­a presuntuoso decir que acepto este premio a nombre de aquellos que están involucrados en la lucha de los que no tienen poder y de los que están privados de sus derechos contra los poderosos. Sin embargo, permà­tanme aceptarlo como una expresià³n de solidaridad con cierto tipo de polà­tica, cierta visià³n del mundo, que millones de nosotros en el mundo compartimos.

Puede parecer irà³nico que una persona que pasa la mayor parte del tiempo pensando en estrategias de resistencia y conspirando para romper la putativa paz, se le otorgue un premio por la paz. Recuerden que vengo de un paà­s esencialmente feudal –y hay pocas cosas más inquietantes que la paz feudal. A veces los viejos clichà©s guardan la verdad. No puede haber una verdadera paz sin justicia. Y sin resistencia no habrá justicia.

Hoy, no es sà³lo la justicia, sino la idea de la justicia lo que está bajo ataque. El asalto contra los sectores vulnerables, frágiles, de la sociedad es tan plena, tan cruel y tan inteligente –abarca todo y sin embargo tiene blancos especà­ficos, es descaradamente brutal y sin embargo increà­blemente insidioso– que su mera audacia ha erosionado nuestra definicià³n de la justicia. Nos ha forzado a no ser tan ambiciosos y a reducir nuestras expectativas. Aun entre los bien intencionados, el amplio, magnà­fico concepto de la justicia gradualmente es sustituido por el reducido, mucho más frágil discurso de los “derechos humanos”.

Este es un alarmante cambio de paradigma. La diferencia es que las nociones de igualdad, de paridad fueron desalojadas y dejadas fuera de la ecuacià³n. Es un proceso de desgaste. Casi inconscientemente, comenzamos a pensar en justicia para los ricos y derechos humanos para los pobres. Justicia para el mundo empresarial, derechos humanos para sus và­ctimas. Justicia para los estadunidenses, derechos humanos para los afganos e iraquà­es. Justicia para las castas superiores indias, derechos humanos para los dalits y adivasis (si es que llegamos a eso). Justicia para los australianos blancos, derechos humanos para los aborà­genes e inmigrantes (la mayorà­a de las veces, ni eso).

Cada vez queda más claro que la violacià³n de los derechos humanos es una parte necesaria e inherente del proceso de poner en práctica una estructura econà³mica y polà­tica injusta y coercitiva en el mundo. Sin la violacià³n de los derechos humanos a escala masiva, el proyecto neoliberal se mantendrà­a en el reino de ensueño de las polà­ticas. Pero, cada vez más, las violaciones a los derechos humanos son presentadas como la desafortunada, casi accidental secuela de un sistema polà­tico y econà³mico, que, si no fuera por eso, serà­a aceptable. Como si fuera un pequeño problema que puede ser trapeado con un poco de atencià³n adicional de algunas ONG. Por eso, en zonas con candentes conflictos –en Cachemira y en Irak, por ejemplo– los Profesionales de los Derechos Humanos son vistos con cierta sospecha. Muchos de los movimientos de resistencia en paà­ses pobres que luchan contra la enorme injusticia y cuestionan los principios subyacentes de lo que constituye la “liberacià³n” y el “desarrollo”, ven a las ONG de Derechos Humanos como modernos misioneros que llegaron a quitarle la fea facha al Imperialismo. Para distender el enojo polà­tico y mantener el estatus quo.

La mayorà­a de los australianos votaron a favor de la releccià³n del primer ministro John Howard, quien, entre otras cosas, llevà³ a Australia a participar en la invasià³n ilegal y la ocupacià³n de Irak. La invasià³n de Irak probablemente pasará a la historia como una de las guerras más cobardes que se hayan librado. Fue una guerra en la que una banda de naciones ricas, armadas con suficientes armas nucleares como para destruir el mundo varias veces, acorralà³ a una nacià³n pobre, falsamente la acusà³ de tener armas nucleares, usà³ a las Naciones Unidas para forzarla a desarmarse, luego la invadià³, ocupà³ y ahora está en proceso de venderla.

Hablo de Irak, no porque todo mundo està© hablando sobre à©l (tristemente a expensas de que haya horrores en otros lugares que se desenvuelven en la oscuridad), sino porque es un signo de lo que está por venir. Irak marca el inicià³ de un nuevo ciclo. Nos ofrece la oportunidad de ver en accià³n a la camarilla empresarial-militar que hoy se conoce como “Imperio”. En el nuevo Irak, se quitaron los guantes.

Conforme se intensifica la batalla por controlar los recursos mundiales, el colonialismo econà³mico, a travà©s de la agresià³n militar formal, está de regreso. Irak es la culminacià³n là³gica del proceso de globalizacià³n empresarial en la cual el neocolonialismo y el neoliberalismo se fusionaron. Si nos atrevemos a asomarnos detrás de la cortina de sangre, podremos dar un vistazo a las despiadadas transacciones que se llevan a cabo entre bastidores. Pero primero, brevemente, el escenario mismo.

En 1991 el presidente estadunidense George Bush senior montà³ la Operacià³n Tormenta del Desierto. Decenas de miles de iraquà­es murieron en la guerra. Los campos iraquà­es fueron bombardeados con más de 300 toneladas de uranio empobrecido, lo que ocasionà³ que se cuadruplicaran los casos de cáncer entre los niños. Durante más de 13 años, 24 millones de iraquà­es han vivido en una zona de guerra y les han sido negados alimentos y medicinas y agua limpia. Los niveles de crueldad no fluctuaron dependiendo de si los demà³cratas o los republicanos estaban en la Casa Blanca. Medio millà³n de niños iraquà­es murieron debido al rà©gimen de sanciones econà³micas anterior a la Operacià³n Conmocià³n y Pavor. Hasta hace poco, al tiempo que se realizaba un cuidadoso recuento de cuántos soldados estadunidenses habà­an perdido la vida, no tenà­amos idea de cuántos iraquà­es habà­an muerto. El general estadunidense Tommy Franks dijo: “No hacemos el conteo de los cuerpos” (se referà­a al conteo de los cuerpos iraquà­es). Podrà­a haber añadido: “No le hacemos a la Convencià³n de Ginebra tampoco”. Un nuevo y detallado estudio fast-tracked [publicado con rapidez debido a su importancia] difundido por la revista mà©dica Lancet y extensamente revisada por expertos, calcula que 100 mil iraquà­es han perdido la vida desde la invasià³n de 2003. O sea, 100 auditorios como à©ste llenos de gente. O sea, 100 auditorios llenos de amigos, padres, hermanos, colegas, amantes como ustedes. La diferencia es que hoy no hay muchos niños aquà­ –no olvidemos a los niños iraquà­es. Tà©cnicamente, a ese baño de sangre se le llama bombardeo de precisià³n. En el lenguaje común, se le llama carnicerà­a.

Hoy, la mayor parte de esto es de conocimiento común. Aquellos que apoyan la invasià³n y votan por los invasores no se pueden refugiar en la ignorancia. Realmente deben creer que esta brutalidad à©pica es correcta y justa, o al menos aceptable porque es en aras de su interà©s.

Teologà­a de la Liberacià³n Empresarial

Asà­ que el mundo “civilizado”, “moderno” –construido con tanto esfuerzo sobre un legado de genocidio, esclavitud y colonialismo– ahora controla la mayor parte del petrà³leo mundial. Y la mayorà­a de las armas mundiales, la mayor parte del dinero mundial, y la mayorà­a de los medios en el mundo. Los medios empresariales incrustados, en los que la doctrina de la Libre Expresià³n fue sustituida por la doctrina Libre (Si Estás De Acuerdo) Expresià³n.

El jefe de inspectores de armas de la ONU, Hans Blix, dijo que no encontrà³ evidencia de armas nucleares en Irak. Se descubrià³ que cada pizca de evidencia producida por los gobiernos estadunidense y británico era falsa –ya fuese los informes de que Saddam Hussein le compraba uranio a Nigeria, o el informe producido por la Inteligencia británica que se descubrià³ que estaba plagiado de una vieja disertacià³n estudiantil. Y sin embargo, antes de la guerra, dà­a tras dà­a, los diarios y los canales de televisià³n más respetados en Estados Unidos mencionaban en sus titulares la “evidencia” del arsenal de armas nucleares de Irak. Ahora resulta que la fuente de la “evidencia” manufacturada acerca del arsenal de armas nucleares de Irak era Ahmed Chalabi, quien (asà­ como el general Suharto de Indonesia, el general Pinochet de Chile, el Sha de Irán, el Talibán y, claro, el mismo Saddam Hussein) fue financiado con millones de dà³lares por los viejos cuates de la CIA.

Y, asà­, un paà­s fue bombardeado hasta el olvido. Es verdad que ha habido algunos murmullos de disculpas. Perdà³n, cuates, pero tenemos que seguir adelante. Ahora llegan nuevos rumores acerca de armas nucleares en Irán y Siria. Y, ¿adivinen quià©n informa acerca de estos nuevos rumores? Los mismos periodistas que sacaron las falsas “exclusivas” acerca de Irak. El verdaderamente incrustado equipo A.

El que encabeza la BBC tuvo que dimitir y un hombre se suicidà³ porque un reportero de la BBC acusà³ a la administracià³n de Blair de “inflar” los informes de inteligencia acerca del programa de armas de destruccià³n masiva iraquà­. Pero el que encabeza Gran Bretaña sigue en su empleo a pesar de que su gobierno hizo mucho más que “inflar” los informes de inteligencia. Es responsable de la invasià³n ilegal de un paà­s y del asesinato masivo de su pueblo. A los que visitan Australia, como yo, se les pide que contesten a la siguiente pregunta cuando llenan la ficha de la visa: ¿Alguna vez has cometido o has estado involucrado en crà­menes de guerra o crà­menes contra la humanidad o los derechos humanos? ¿Les concederà­an visas a George Bush y Tony Blair? Bajo los principios de la legislacià³n internacional seguramente califican como criminales de guerra.

Sin embargo, imaginar que el mundo va a cambiar si los quitan de sus puestos es ingenuo. La tragedia es que sus rivales polà­ticos no disputan realmente acerca de sus polà­ticas. El apocalà­ptico debate de la campaña electoral estadunidense se centrà³ en quià©n serà­a un mejor “comandante en jefe” y un administrador más efectivo del Imperio Estadunidense. La democracia ya no ofrece a los votantes una alternativa real. Sà³lo una engañosa opcià³n.

A pesar de que no han encontrado armas de destruccià³n masiva en Irak, impresionante nueva evidencia revelà³ que Saddam Hussein tenà­a planeado un programa nuclear. (Como yo tenà­a planeado ganar una medalla olà­mpica de oro en nado sincronizado.) Demos gracias a la doctrina del ataque preventivo. Sà³lo Dios sabe quà© otros malà©volos pensamientos cobijaba –enviar Tampax por correo a los senadores estadunidenses, liberar conejitas en burkas en el Metro londinense. Sin duda todo quedará revelado en el libre y justo juicio de Saddam Hussein que pronto tendrá lugar en el Nuevo Irak.

Todo menos el capà­tulo en el que aprenderà­amos cà³mo Estados Unidos y Gran Bretaña lo atosigaron con dinero y asistencia material mientras à©l llevaba a cabo ataques asesinos contra los kurdos y los chià­tas iraquà­es. Todo menos el capà­tulo en el que aprenderà­amos que el informe de 12 mil páginas entregado por el gobierno de Saddam Hussein a la ONU fue censurado por Estados Unidos porque enumera a 24 empresas estadunidenses que participaron en el programa de armas nucleares y convencionales iraquà­ pre-guerra del Golfo. (Incluye a Bechtel, DuPont, Eastman Kodak, Hewlett Packard, International Computer Systems y Unisys.)

Asà­ que Irak fue “liberado”. Su pueblo fue subyugado y sus mercados “liberados”. Ese es el himno del neoliberalismo. Libera los mercados. Chà­ngate a la gente.

El gobierno estadunidense ha privatizado y vendido sectores enteros de la economà­a iraquà­. Las polà­ticas econà³micas y las leyes fiscales fueron rescritas. Ahora, las compañà­as extranjeras pueden comprar 100% de las empresas iraquà­es y expatriar las ganancias. Esto viola descaradamente las leyes internacionales que rigen a una fuerza ocupante, y es una las principales razones de la sigilosa, apresurada farsa en la que el poder fue “entregado” a un “gobierno interino iraquà­”. Una vez que la entrega de Irak a las multinacionales haya culminado, una ligera dosis de democracia genuina no hará ningún daño. De hecho, podrà­a servir como buenas relaciones públicas para la versià³n Empresarial de la Teologà­a de la Liberacià³n, tambià©n conocida como Nueva Democracia.

No es de sorprenderse que la subasta de Irak provocà³ una estampida al abrevadero. Empresas como Bechtel y Halliburton, la compañà­a que el vicepresidente estadunidense Dick Cheney alguna vez encabezà³, ganaron enormes contratos de trabajo de “reconstruccià³n”. Un breve currà­culum vitae de cualquiera de estas empresas nos darà­a la comprensià³n que puede tener un hombre de la calle acerca de cà³mo funciona todo esto –no sà³lo en Irak, sino en todo el mundo. Pongamos como ejemplo a Bechtel (sà³lo porque la pobrecita de Halliburton está bajo investigacià³n, acusada de inflar los precios de las entregas de combustible a Irak y por sus contratos de “restauracià³n” de la industria petrolera iraquà­ que venà­an con un precio bastante elevado –2.5 mil millones de dà³lares).

El Grupo Bechtel y Saddam Hussein son viejos conocidos de negocios. Muchos de à©stos fueron negociados ni más ni menos que por Donald Rumsfeld. En 1988, despuà©s de que Saddam Hussein gaseà³ a miles de kurdos, Bechtel firmà³ contratos con su gobierno para construir una planta quà­mica de uso dual [civil y militar] en Bagdad.

Histà³ricamente, el Grupo Bechtel ha tenido y continúa teniendo inextricables và­nculos cercanos con el establishment republicano. Se podrà­a decir que Bechtel y la administracià³n Reagan-Bush son un equipo. El ex secretario de Defensa, Caspar Weinberger, era un consejero general de Bechtel. El ex subsecretario de Energà­a, W. Kenneth Davis, era vicepresidente de Bechtel. Riley Bechtel, el gerente general de la empresa, es parte del Consejo de Exportacià³n del Presidente. Jack Sheehan, general jubilado, es primer vicepresidente de Bechtel y miembro de la Junta de Polà­tica de Defensa estadunidense. El ex secretario de Estado, George Shultz, quien está en la Junta de Directores del Grupo Bechtel, era presidente de la junta de consejo de la Comisià³n de Liberacià³n de Irak.

Cuando The New York Times le preguntà³ si estaba preocupado por que pareciera que hubiera un conflicto de interà©s entre sus dos …‘empleos´, dijo: “No sà© si Bechtel en especà­fico se beneficiarà­a de ella [la invasià³n de Irak]. Pero si hay trabajo que hacer, Bechtel es el tipo de compañà­a que lo podrà­a hacer”. A Bechtel le han otorgado contratos de reconstruccià³n en Irak por un valor de más de mil millones de dà³lares, los cuales incluyen contratos para reconstruir las plantas de generacià³n elà©ctrica, las redes de suministro elà©ctrico, el abastecimiento de agua, los sistemas de drenaje y las facilidades aeroportuarias. Ni hablar de puertas giratorias, esto –si no estuviera tan empapado de sangre– serà­a una farsa de alcoba.

Entre 2001 y 2002, nueve de 30 miembros del Grupo de Polà­tica de Defensa estadunidense estaban vinculados a compañà­as a las que les fueron otorgados contratos de Defensa con un valor de 76 mil millones de dà³lares. Hubo una à©poca en la que se fabricaban armas para librar guerras. Ahora se fabrican guerras para poder vender armas.

Entre 1990 y 2002, el Grupo Bechtel contribuyà³ con 3.3 millones de dà³lares a las campañas, tanto republicanas como demà³cratas. Desde 1990, ha ganado más de 2 mil contratos gubernamentales con un valor de más de 11 mil millones de dà³lares. Este es un increà­ble rendimiento de la inversià³n, ¿no?

Y Bechtel deja huella en todo el mundo. Eso es lo que significa ser una multinacional.

El Grupo Bechtel primero atrajo la atencià³n internacional cuando firmà³ un contrato con Hugo Banzer, el ex dictador boliviano, para privatizar el suministro de agua en la ciudad de Cochabamba. Lo primero que hizo Bechtel fue incrementar el precio del agua. Cientos de miles de personas que simplemente no podà­an pagar las cuentas de Bechtel salieron a las calles. Una enorme huelga paralizà³ la ciudad. Se declarà³ la ley marcial. Si bien finalmente Bechtel se vio obligado a huir de sus oficinas, actualmente está negociando un pago por millones de dà³lares del gobierno boliviano por la pà©rdida de ganancias potenciales. Lo cual, como se verá más adelante, se está volviendo un popular deporte empresarial.

En la India, Bechtel, junto con General Electric (GE), son los nuevos dueños del tristemente cà©lebre y recià©n difunto proyecto energà©tico de Enron. El contrato de Enron, que legalmente obliga al gobierno del estado de Maharashtra a pagar a Enron la suma de 30 mil millones de dà³lares, fue el mayor contrato firmado en la India. A Enron no le dio pena presumir los millones de dà³lares que habà­a gastado en “educar” a los polà­ticos y burà³cratas indios. El contrato de Enron en Maharashtra, el primer proyecto energà©tico privado fast track, es conocido como el mayor fraude en la historia del paà­s. (Enron fue otro de los grandes contribuyentes de campaña del Partido Republicano.) La electricidad producida por Enron era tan cara que el gobierno decidià³ que era más barato no comprarla y pagarle a Enron los cargos fijos obligatorios especificados en el contrato. ¡Esto significa que el gobierno de uno de los paà­ses más pobres del mundo le estaba pagando a Enron 220 millones de dà³lares estadunidenses al año para que no produjera electricidad!

Ahora que Enron dejà³ de existir, Bechtel y GE están demandando al gobierno indio por la suma de 5.6 mil millones de dà³lares estadunidenses. Esto no es ni una diminuta fraccià³n de la suma que ellos (o Enron) invirtieron en el proyecto. Una vez más, es un pronà³stico de la ganancia que hubieran obtenido si el proyecto se hubiera materializado. Para darles una idea de lo que representa, 5.6 mil millones de dà³lares es un poco más del monto que el gobierno de la India necesitarà­a al año para un Programa de Empleo Rural Garantizado, que provea de un sueldo de subsistencia a millones de personas que actualmente viven en abyecta pobreza, aplastados por las deudas, el desplazamiento, la desnutricià³n crà³nica y la OMC. Esto en un paà­s en el que los campesinos, hundidos en deudas, son llevados al suicidio, no por cientos, sino por miles. La propuesta del Programa de Empleo Rural Garantizado es objeto de burla de la clase empresarial, por ser una demanda utà³pica, poco razonable, presentada por la “lunática” y recià©n poderosa izquierda. ¿De dà³nde saldrá el dinero?, preguntan con sorna. Y sin embargo, cualquier mencià³n acerca de incumplir un mal contrato con una empresa notoriamente corrupta como Enron tiene a los mismos cà­nicos hiperventilando acerca de la fuga de capitales y los terribles riesgos de “crear un mal clima de inversià³n”. Ahora el arbitraje entre Bechtel, GE y el gobierno de la India tiene lugar en Londres. Bechtel y GE tienen razones para estar esperanzados. El secretario de Finanzas de la India, quien participà³ en la aprobacià³n del desastroso contrato de Enron, regresà³ a casa tras unos años en el FMI. No sà³lo a casa, a casa con una promocià³n. Ahora es vicepresidente de la Comisià³n de Planeacià³n.

Piensen en esto: las supuestas ganancias de un solo proyecto empresarial serà­an suficientes para proveer de empleo durante 100 dà­as a 25 millones de personas con salario mà­nimo (calculado con el promedio ponderado de distintos estados). Eso representa a 5 millones más que la poblacià³n de Australia. De ese tamaño es el horror del neoliberalismo.

La historia de Bechtel empeora. En lo que sà³lo puede ser calificado como inmoral, Naomi Klein escribe que Bechtel demandà³ exitosamente por “reparaciones de guerra” y “ganancias perdidas” a un Irak desgarrado por la guerra. Le fueron otorgados 7 millones de dà³lares.

Asà­ que, todos ustedes, jà³venes graduados de administracià³n, ni piensen en Harvard y Wharton –he aquà­ la Guà­a al Exito Empresarial del Gerente Flojo: primero, llena la Junta con altos servidores públicos. Luego, llena el gobierno con miembros de tu Junta. Añade petrà³leo y bátele. Cuando nadie pueda distinguir dà³nde termina el gobierno y dà³nde comienza tu compañà­a, colúdete con tu gobierno para equipar y armar a un despiadado dictador de un paà­s petrolero. Hazte de la vista gorda mientras mata a su propio pueblo. Hierve a fuego lento. Usa el tiempo para recolectar algunos miles de millones de dà³lares en contratos gubernamentales. Luego, de nuevo colúdete con tu gobierno mientras derroca al dictador y bombardea a sus súbditos, poniendo especial atencià³n en bombardear la infraestructura básica, y de paso matando a 100 mil personas. Recoge otros mil millones de dà³lares, más o menos, de contratos para …‘reconstruir´ la infraestructura. Para cubrir los viáticos, demanda por reparaciones y por ganancias perdidas al paà­s devastado. Finalmente, diversifica. Compra una estacià³n de televisià³n, para que en la prà³xima guerra puedas exhibir tu hardware y tecnologà­a de armas y disfrazarlo de cobertura de la guerra. Finalmente, instituye un Premio de Derechos Humanos a nombre de tu compañà­a. Podrà­as darle el primero postmortem a la Madre Teresa. No podrá rechazarlo o argumentar en contra.

La invadida y ocupada Irak ha sido obligada a pagar 200 millones de dà³lares en “reparaciones” por las ganancias perdidas a empresas como Halliburton, Shell, Mobil, Nestle, Pepsi, Kentucky Fried Chicken y Toys R Us. Eso sin contar su deuda soberana de 125 mil millones de dà³lares que la obliga a recurrir al FMI, el cual espera a un costado del teatro, como el ángel de la muerte, con su programa de Ajuste Estructural. (Aunque en Irak no parece haber muchas estructuras que ajustar, a excepcià³n de la tenebrosa Al Qaeda.)

En el Nuevo Irak, la privatizacià³n abrià³ un nuevo campo. El ejà©rcito estadunidense recluta cada vez más mercenarios privados para ayudar en la ocupacià³n. La ventaja con los mercenarios es que cuando mueren no son incluidos en la cuenta de los cuerpos de soldados estadunidenses. Ayuda en el manejo de la opinià³n pública, la cual es especialmente importante en un año electoral. Las prisiones fueron privatizadas. La tortura fue privatizada. Ya vimos a quà© nos llevà³ eso. Otras atracciones en el Nuevo Irak incluyen el cierre de perià³dicos. El bombardeo de estaciones de televisià³n. El asesinato de periodistas. Los soldados estadunidenses han abierto fuego contra muchedumbres de manifestantes desarmados que han matado a decenas de personas. El único tipo de resistencia que ha logrado sobrevivir es tan desquiciado y brutal como la ocupacià³n misma. ¿Hay espacio para una resistencia secular, democrática, feminista, no violenta en Irak? En realidad, no.

Por eso recae sobre aquellos que vivimos fuera de Irak crear una resistencia no violenta, secular, basada en las masas, contra la ocupacià³n estadunidense. Si fallamos en hacerlo, corremos el riesgo de permitir que la idea de la resistencia sea secuestrada y fusionada con el terrorismo, y eso serà­a una pena porque no son la misma cosa.

¿Quà© significa la paz en este mundo salvaje, empresarial, militarizado? ¿Quà© significa en un mundo en el que un atrincherado sistema de apropiacià³n ha creado una situacià³n en la que los paà­ses pobres que durante siglos fueron saqueados por regà­menes colonizadores están hundidos en deudas con los mismos paà­ses que los saquearon, y tienen que pagar esa deuda a una tasa de 382 mil millones de dà³lares al año? ¿Quà© significa la paz en un mundo en el que la riqueza combinada de 587 multimillonarios excede el producto interno bruto combinado de los 135 paà­ses más pobres del mundo? ¿O cuando los paà­ses ricos que pagan subsidios agrà­colas de mil millones al dà­a tratan de forzar a los paà­ses pobres a quitar sus subsidios? ¿Quà© significa la paz para la gente en paà­ses ocupados, como Irak, Palestina, Cachemira, Tà­bet y Chechenia? ¿O para los aborà­genes de Australia? ¿O para los Ogoni de Nigeria? ¿O para los kurdos en Turquà­a? ¿O para los dalits y adivasis de la India? ¿Quà© significa la paz para los que no son musulmanes en los paà­ses islámicos, o para las mujeres en Irán, Arabia Saudita y Afganistán? ¿Quà© significa para millones que fueron expulsados de sus tierras por las presas y los proyectos de desarrollo? ¿Quà© significa la paz para los pobres a los que activamente despojan de sus recursos y para los cuales la vida cotidiana es una severa batalla por el agua, el refugio, la supervivencia y, sobre todo, algo semejante a la dignidad? Para ellos, la paz es la guerra. Sabemos perfectamente bien quià©n se beneficia con la guerra en la era del Imperio. Pero, ¿tambià©n debemos preguntarnos con toda honestidad quià©n se beneficia de la paz en la era del Imperio? Incitar a la guerra es criminal. Pero hablar de la paz sin hablar de la justicia podrà­a convertirse fácilmente en una promocià³n de una especie de capitulacià³n. Y hablar de justicia sin desenmascarar a las instituciones y a los sistemas que perpetran la injusticia, va más allá de la hipocresà­a.

Quà© fácil es echarle la culpa a los pobres de ser pobres. Quà© fácil es creer que el mundo está en una espiral ascendente de terrorismo y guerra. Eso es lo que permite al presidente estadunidense decir: “O están con nosotros o con los terroristas”. Pero sabemos que esa es una alternativa espuria. Sabemos que el terrorismo es simplemente la privatizacià³n de la guerra. Que los terroristas son los libre-mercaderes de la guerra. Ellos creen que el uso legà­timo de la violencia no es solamente prerrogativa del Estado.

Es un infundio hacer una distincià³n moral entre la indecible brutalidad del terrorismo y la indiscriminada carnicerà­a de la guerra y la ocupacià³n. Ambos tipos de violencia son inaceptables. No podemos apoyar uno y condenar el otro.

La verdadera tragedia es que la mayorà­a de las personas en el mundo está atrapada entre el horror de la paz putativa y el terror de la guerra. Estos son los dos escarpados acantilados que nos encierran. La pregunta es: ¿cà³mo nos salimos de esta grieta?

Para aquellos a los que les va bien materialmente hablando, pero que están moralmente incà³modos, la primera pregunta que se deben plantear es si realmente se quieren salir de ahà­. ¿Quà© tan lejos están dispuestos a ir? ¿Se volvià³ demasiado cà³moda la grieta?

Si realmente quieren salir, hay buenas noticias y malas noticias.

Las buenas noticias son que la avanzada ya comenzà³ a escalar desde hace tiempo. Ya está a la mitad del camino. Miles de activistas en todo el mundo han estado trabajando duro, preparando puntos de apoyo para los pies y asegurando las cuerdas para que sea más fácil para el resto de nosotros. No hay sà³lo un camino de subida. Hay cientos de maneras de hacerlo. Hay cientos de batallas librándose alrededor del mundo que necesitan de sus destrezas, sus mentes, sus recursos. Ninguna batalla es irrelevante. Ninguna victoria es demasiado pequeña.

Las malas noticias son que las coloridas manifestaciones, las marchas de fin de semana y los viajes anuales al Foro Social Mundial no son suficientes. Tiene que haber actos de verdadera desobediencia civil con verdaderas consecuencias. Quizá no podamos mover un switch y conjurar una revolucià³n. Pero hay varias cosas que sà­ podemos hacer. Por ejemplo, podrà­an hacer una lista de aquellas empresas que se han beneficiado de la invasià³n a Irak y que tienen oficinas aquà­ en Australia. Podrà­an nombrarlas, boicotearlas, ocupar sus oficinas y llevarlos a la bancarrota. Si puede ocurrir en Bolivia, puede ocurrir en la India. Puede ocurrir en Australia. ¿Por quà© no?

Esa es sà³lo una pequeña sugerencia. Pero recuerden que si la lucha recurre a la violencia, perderá visià³n, belleza e imaginacià³n. Y, lo más peligroso de todo, marginará y eventualmente victimizará a las mujeres. Y una lucha polà­tica que no tiene a las mujeres en el corazà³n de la misma, sobre à©l, debajo de à©l, y dentro de à©l, no es ninguna lucha.

El punto es que tenemos que librar esa batalla. Como lo dijo el maravilloso historiador estadunidense Howard Zinn: No Puedes Ser Neutral en un Tren en Movimiento.

Arundhati Roy es autora de la novela El dios de las pequeñas cosas, ganadora del Premio Booker. Este fue el texto que leyà³ el pasado 3 de noviembre, con motivo de la aceptacià³n del Premio de la Paz de Sydney, otorgado por la Fundacià³n de la Paz de Sydney.

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