Resolucià³n de Comità© Polàtico del Campo Antiimperialista
Perspectivas de la resistencia y las tareas de los antiimperialistas
La masacre de Faluya cometida por los ocupantes yanquis en Noviembre 2004 es un claro crimen contra la humanidad. A un número desconocido de habitantes de la ciudad, por lo menos unos diez miles de civiles, fue cortado el suministro de agua y comida y negado el tratamiento medico en una ciudad cercada. Fueron bombardeados por aviones, helicà³pteros y artilleràa pesada haciendo pedazos unos 50.000 casas, frecuentemente con sus habitantes todavàa adentro. Apoyándose en la total discrepancia de medios militares, los marines yanquis cobardemente trataron de evitar todo combate callejero. Cuando enfrentaban resistencia se retiraron llamando nuevamente refuerzo aà©reo. Los EE.UU. ni vacilaban a usar fà³sforo y napálm. Faluya asà fue convertido en una matadero de la última tecnologàa militar, un sitio de destruccià³n industrial de masas de seres humanos que inevitablemente hace recordar Hiroshima. No es por casualidad que ni semanas despuà©s de la carniceràa partes de la ciudad quedan bajo asedio para evitar el acceso de cualquier testigo.
El objetivo del genocidio no era sà³lo el aniquilamiento de la resistencia armada popular que, derrotando a los yanquis en Abril del 2004, han vuelto Faluya un sàmbolo para todo el pueblo iraquà que lucha. La masacre era tambià©n una señal clara a todo el pueblo iraquà y el entero pueblo árabe-islámico que cualquier resistencia será aniquilada a sangre y fuego.
Sin embargo, los golpes de la guerrilla en otras partes como Mosul y la continua resistencia heroica de un puñado de combatientes en Faluya prueban que la resistencia no ha sido derrotada militarmente ni mucho menos polàticamente. Al mismo tiempo la masacre ha provocado un boicot casi total de las elecciones yanquis previstas pasa el 30 de enero 2005, por lo menos en el ámbito sunnà – algo que no era por nada dado antes.
Despuà©s de los intentos fallidos a dar alguna legitimidad al rà©gimen tàtere yanqui de Bagdad como por ejemplo con el teatro ridàculo de la “trasferencia de poderes”, las elecciones son el último y principal recurso de los ocupantes. Han puesto toda su esperanza en los comicios, asà que mucho está en juego.
Actualmente hay un acuerdo fuerte entre los ocupantes y el clero chiàta, sobre todo con el Ayatolá Ali al-Sistani, sobre la realizacià³n de las elecciones. Pero la base socio-polàtica de la colaboracià³n, las clases medias chiàtas, ha sido debilitados significativamente tanto en tà©rminos socio-econà³micos como polàticos.
Era el movimiento de las clases populares dirigido por Muqtada al–Sadr que lograba canalizar la voluntad de resistencia contra la ocupacià³n de las capas mas pobres, pero tambià©n arrastraba sectores importantes de las clases medias, incluso transversal a las fronteras culturales de las comunidades chiàta y sunnà como se revelaba durante el levantamiento popular de Abril 2004.
Sin embargo, el papel de Muqtada ha sido ambiguo desde el inicio. En un primer momento rechazà³ la resistencia armada como baathista. Despuà©s, con el ataque directo de los EE.UU. contra su movimiento y su persona, se vio obligado a reaccionar con el levantamiento de Abril. A pesar de su debilidad militar comparado a las capacidades de la resistencia surgida desde las antiguas fuerzas armadas, el impacto polàtico del levantamiento lo convertàa en el dirigente incuestionable de las clases bajas – principalmente chiàtas, pero no exclusivamente. El ataque yanqui contra Nayaf en Agosto era, a pesar de la tremenda inferioridad militar de la resistencia, una semi-victoria polàtica que despuà©s al-Sadr lo convirtià³ en una semi-capitulacià³n. Llamà³ al desarme y prometià³ la participacià³n en el proceso polàtico, o sea las elecciones manejadas por los yanquis. Frente a la masacre de Faluya desde luego lo condenà³, pero a diferencia de Abril, no impulsaba un movimiento general de solidaridad que hubiera podido hacer demasiado alto los costos polàticos de la carniceràa para los ocupantes. A pesar de su reciente amenaza de abstencià³n en las elecciones, sus pronunciamientos eran muy tácitos y hay rumores de negociaciones secretas con al-Sistani sobre una posible participacià³n.
En última instancia Muqtada siempre oscila entre los intereses de las clases populares, el clero del cual forma parte, y la lànea iranà que se adapta según la coyuntura polàtica. Su decisià³n de participar o no en las elecciones en todo caso será decisivo porque influirá significativamente en la legitimacià³n de los comicios.
Pero ya hay voces claras desde el mismo ámbito chiàta que llaman a boicotear las elecciones como el clero Jawad al-Khalisi que dirige el movimiento multi-confesional “Congreso de Fundacià³n Nacional Iraquà” lo que pone presià³n sobre el movimiento de al-Sadr. Como la relacià³n de las clases pobres con la dirigencia clerical no es orgánica, una posicià³n ambigua de Muqtada podràa llevar al surgimiento de nuevas fuerzas mas radicales dentro del ambiente islámico, mezclándose con algunos elementos izquierdistas y comunistas restantes.
Es de ver si las elecciones lograrán estabilizar la situacià³n a favor de los ocupantes. En lo inmediato no es de excluir que una integracià³n de las clases medias chiàtas podràa llevar a un cierto aislamiento de la resistencia sunni lo que haràa imposible para mucho tiempo un frente polàtico de la resistencia y podràa empujar al movimiento guerrillero hacia una lànea mas militarista que a su vez agrandaràa el abismo. Esto podràa abrir tendencias a la guerra civil confesional como variante de los planes yanquis. Sin embargo, las clases medias chiàtas no tienen ninguna tradicià³n en dirigir el Estado y los elementos burgueses de aquel ambiente han sido en el exterior para largos años y asà son ajenos y sin base social en el paàs como era el caso de Chalabi y ahora Alawi. No tienen seguidores orgánicos y su poder siempre arriesga a quedar raquàtico a pesar de posibles votos en las elecciones. Todo esto son aspectos que contradicen a una estabilizacià³n. Además, las perspectivas econà³micas de las clases medias quedan precarias ante una resistencia que seguramente continuará. Su fuerza de aglutinar, hegemonizar o por lo menos neutralizar a las clases pobres probablemente desaparecerá rápidamente pocos meses despuà©s de las elecciones. Esto podràa llevar a un retorno mas claro y mas decidido de las masas populares chiàtas hacia la resistencia antiimperialista combinada con una dinámica social-revolucionaria.
Nuestras tareas prioritarias y prácticas como antiimperialistas lo consideramos:
1. Una campaña contra la farsa electoral denunciando su carácter colonial tomando el ejemplo de Abduljabbar al-Kubaysi, dirigente polàtico en la resistencia y desaparecido por los ocupantes. Esto implica actividades como interrogaciones parlamentarias, presià³n sobre AI y la Cruz Roja culminando en una delegacià³n prominente a Irak que investiga el caso.
2. Una conferencia europea en apoyo a la resistencia iraquà combinada con un dàa internacional de accià³n. Esto debe fortalecer el movimiento de los Comità©s Irak Libre.
3. Construyendo lazos con las corrientes antiimperialistas y mas revolucionarias del movimiento chiàta islámico en Irak.
4 de Diciembre 2004