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Un movimiento para la Federación Antiimperialista de los Pueblos liberados de Europa emancipado del

16. May 2005

Aporte del Campo Antiimperialista para la conferencia Sokoa II en Euskal Herria, 16.-18 de Junio

CONFERENCIA SOKOA II por una alternativa de izquierda en Europa, Euskal Herria, 16 al 18 de Junio
Sokoa II

1. Análisis polà­tico de la presente formacià³n socio-econà³mica del capitalismo

1.1 El imperio yanqui
Con la guerra de Irak el termino “imperio yanqui” se ha vuelto una palabra de moda. En la mayorà­a de los casos sin embargo el uso del termino se caracteriza por una cierta imprecisià³n. Es cierto que eran Paul Wolfowitz y sus “halcones neoconservadores” que han trasformado a los EE.UU. en un Imperium Americanum? O mas bien es cierto que el creciente unilateralismo militar sà³lo ha revelado estructuras que ya han existido antes? Que cosa es el imperio americano, como se posiciona en el tiempo y espacio – y cual es el papel de la Unià³n Europea en este contexto? Contraparte imperialista o parte subordinada? Una repuesta teà³rico-práctica a estas preguntas hoy es fundamental para tener claridad sobre el escenario polà­tico del prà³ximo perà­odo.
El imperio yanqui tiene fundamentos estructurales que – mas allá de toda sobredeterminacià³n mutua – se puede analizar independientemente de la coyuntura polà­tica actual. La hegemonà­a yanqui total sobre sus competidores imperialistas en la era de la pos-Segunda Guerra Mundial ha llevado a cambios fundamentales en la economà­a mundial. Es necesario rechazar el mito de la globalizacià³n como homogeneizacià³n y uniformidad de todas las estructuras econà³micas, el mito de la “aldea global”. La globalizacià³n significa diferenciacià³n y uniformidad, exclusià³n e integracià³n al mismo tiempo. Esto sin embargo no deben llevar a la conclusià³n de negar los cambios en la estructura de la economà­a mundial. El imperialismo del siglo XXI se diferencia de aquel a comienzos del siglo XX y de aquel de la à©poca entre las dos guerras mundiales. No es tanto el volumen del comercio mundial que haya cambiado, sino mas bien su estructura (con el crecimiento del comercio intra-empresas y la consiguiente profundizacià³n de la divisià³n internacional de trabajo), no tanto la masa de la exportacià³n de capitales, sino mas bien su estructura que ha llevado a la disolucià³n de los bloques econà³micos relativamente cerrados. El capital “emancipado de las cadenas del estado-nacià³n” es una quimera liberalista-negriana. No hay capital trasnacional, pero si hay capital que actúa transnacionalmente. Esta diferenciacià³n no es una sofisterà­a semántica, es fundamental. La globalizacià³n no ha debilitado los aparatos estatales, sino todo lo contrario, ha llevado a su fortalecimiento y su actuacià³n cada vez mas autoritaria. Las empresas que operan transnacionalmente requieren un orden jurà­dico trasnacional que impone y defiende sus intereses contra cualquier tipo de resistencia. Este interà©s se expresa en un sistema de Estados jerarquizado con los EE.UU. a la cabeza. El súper-poder estadounidense es el único poder real que puede representar eficazmente los intereses capitalistas y desde luego se aprovecha de esta posicià³n. No hay capitalismo sin Estado, no hay capitalismo globalizado sin poder globalizado de los EE.UU.
Con Foucault podemos hablar del poder-espacio del imperio yanqui cuando se trata de estructurar la globalizacià³n. Es particularmente evidente la generalizacià³n del modelo capitalista yanqui con el sistema bipartidista, la ideologà­a de mercado y la reduccià³n de la democracia a la participacià³n en el mercado, la marginalizacià³n de la lucha social, la militarizacià³n, la criminalizacià³n de la pobreza, el dominio de los mercados financieros. Mas adelante detallaremos la “yanquizacià³n de Europa” a causa de su asimilacià³n de este modelo de dominacià³n. Igualmente evidente es la dominancia del ingles como lengua franca de la cultura del pop y de la “comunidad cientà­fica” – lo que hoy no se publica en ingles es prácticamente sin valor ninguno. Además que muchas publicaciones son editados en los EE.UU. mismo que hoy casi tiene el monopolio en la alta tecnologà­a.
La globalizacià³n no es producto de la “mano invisible del mercado” ni tampoco consecuencia necesario del “desarrollo de las fuerzas productivas”. La globalizacià³n sigue una agenda yanqui, en el sentido del espacio-poder de Hobbes, de los sujetos que actúan soberanamente. Sà³lo queremos mencionar la liberalizacià³n de los mercados financieros como elemento central de la desregularizacià³n econà³mica que garantiza el control de los EE.UU. sobre los flujos internacionales de capital y como tal representa un proyecto estratà©gico de los sectores dominantes del capital estadounidense y de la administracià³n yanqui desde los inicios de los años 70.

1.2 Imperio neoconservador e imperio formalizado
Con el 11 de Septiembre y la doctrina de la guerra permanente contra el “terrorismo” la polà­tica hegemà³nica yanqui ha entrado en una nueva fase. Los sectores mas agresivos del establecimiento estadounidense – los neoconservadores – vieron la oportunidad para una ruptura cualitativa en la polà­tica yanqui para establecer aquel unilateralismo que se puede caracterizar como intento de trasformar el imperio informal en un imperio formalizado, proclamando Bush el Joven como “Imperator Mundi”. Durante los años precedentes el fortalecimiento de la derecha religiosa ha sentado las bases para tal cambio. Las promesas clintonianas de democracia, derechos humanos y bienestar para todos (salvo los “Estados bandidos”) fueron abandonadas para dar lugar a la violencia abierta o por lo menos la amenaza permanente de actuar con todo el poder militar. Las victimas en parte son los mismos “Estados bandidos” de la administracià³n de Clinton (que tambià©n ordenà³ los bombardeos contra Irak), pero el concepto de terrorismo y guerra antiterrorista ya no tiene fronteras territoriales, se aplica potencialmente en todas partes del planeta sin respetar ninguna norma diplomática.
Durante la guerra de Yugoslavia y el primer ataque contra Irak el imperialismo todavà­a intentaba mantener la apariencia de las reglas polà­ticas internacionales de juego (p.e. el Ultimátum formal de Rambouillet). Al gobierno iraquà­ y a la direccià³n taliban en Kabul ahora ni se los fueron concedidos la opcià³n de capitular.
Tambià©n hay continuidades como p.e. en la forma de procesar a los vencidos. Todo aquel que se atreve a rebelarse contra el Imperio por definicià³n no sà³lo es considerado enemigo, sino un criminal fuera de la ley. El ataque contra Irak dejaba claro que el derecho internacional ha sido sustituido por la “fuerza mayor”, el derecho del mas fuerte.
El origen de la fraccià³n neoconservadora se encuentro por una parte en el ultraliberalismo marginal de los años 50 (en aquel entonces considerado de “izquierda” porque se oponà­a al sistema McCarthy), por otra parte tiene raà­ces en la izquierda radical estadounidense igualmente marginal. La primera corriente ha contribuido la creencia religiosa en el mercado libre, la segunda el vanguardismo polà­tico. Poco a poco se forjaba la unidad firme con el radicalismo de derecha protestante-fundamentalista de las iglesias evangelistas (que, como detalle interesante, votaban hasta los años 60 mayoritariamente el Partido Demà³crata.).
Ante un conservadurismo yanqui originalmente caracterizado por su aislacionismo, se puede considerar a Bush el mas liberal de los presidentes estadounidenses proclamando el principio del intervensionismo universal. “Bush el revolucionario”, asà­ los comentan los medias de los EE.UU. mismos ante los planes atrevidos de la transformacià³n del entero Medio Oriente. Ahà­ esta el núcleo de la negacià³n del derecho internacional apoderándose de un monopolio internacional de la fuerza.

1.3 La yanquizacià³n de Europa.
Ya se ha mencionado la cuestià³n de la “yanquizacià³n” de Europa. Con este tà©rmino entendemos la forma concreta de la ofensiva burguesa a nivel ideolà³gico y econà³mico, la asimilacià³n del modelo capitalista de los EE.UU en Europa. El tà©rmino yanquizacià³n va mas allá del tà©rmino “neoliberalismo” que apunta mas a las relaciones econà³micas. Implica el intento de cambiar la cultura polà­tica de Europa. No olvidemos que los EE.UU. mismos han llevado a cabo una ola fuerte de desregularizacià³n a partir de los años 70. La yanquizacià³n de Europa no se refiere a un modelo adoptado de los EE.UU. de los años 60, sino de los EE.UU. a partir de los años 80: desregulacià³n, darwinismo social y militarizacià³n. No es por casualidad que la ofensiva internacional de la burguesà­a ha iniciado en los EE.UU., el paà­s donde polà­ticamente, ideolà³gicamente y econà³micamente tiene su posicià³n mas fuerte. Que significa ahora en concreto esta ruptura con la cultura polà­tica de Europa?
Europa siempre (por lo menos a partir de la Revolucià³n Francesa) era marcada por las luchas de clases. Europa era el lugar de la Conspiracià³n de los Iguales, de la Revolucià³n del 1848, de la Comuna de Paris, de la Revolucià³n Rusa del 1917. Despuà©s de la Segunda Guerra mundial, Europa obviamente – a pesar del 1968 y los años 70 – ha dejado de ser un epicentro del movimiento revolucionario mundial, pero el conflicto de clase no fue simplemente vencido, sino canalizado en un compromiso de clase a gran escala con el resultado del Estado de Bienestar, el crecimiento rápido de la aristocracia obrera, la integracià³n en el poder de sus representantes – los aparatos socialdemà³cratas y sindicales. Esta forma de corporativismo nunca tenà­a semejanzas en los EE.UU. De hecho el modelo de la democracia polà­tica en Europa se basaba en la existencia de diferentes sectores sociales con intereses diversos y en conflicto con sus consiguientes expresiones en la sociedad civil y dentro del aparato de Estado. El modelo europeo era integrar el conflicto de clases para romper su dinámica antagonista, incorporando el movimiento obrero en el aparato estatal. Además, Europa, sobre todo el sur de Europa, siempre ha conocido la existencia de minorà­as antagonistas, que, a pesar de no haber logrado romper el compromiso de clase, podà­an, sobre todo en los años pos 68, influir e incidir en la cultura polà­tica de la sociedad.
Que significa esto en relacià³n a la yanquizacià³n? En primer lugar el fin del corporativismo, no tanto por el fin del compromiso de clase sino por la simple liquidacià³n de la influencia institucional del movimiento obrero y la marginacià³n polà­tica de la lucha social. Los aparatos de Estado ampliados y la democracia como lugar de integracià³n de las contradicciones son sustituidos por la dominacià³n mas o menos directa de una oligarquà­a ultra-capitalista – la esfera polà­tica se reduce a los conflictos virtuales dentro del sistema bipartidista donde los dos polos representan posiciones similares. Decisiones centrales (como por ejemplo sobre polà­tica econà³mica) son puestos a salvo y entregados a las “obligaciones del mercado”. Centro-izquierda y centro derecho – demà³cratas y republicanos. La nueva interpretacià³n de la democracia es la participacià³n en el mercado, mientras que el conflicto social es criminalizado, pero no sà³lo el conflicto social sino la pobreza en su totalidad. El principio de la integracià³n es sustituido por aquel de la exclusià³n – cada vez son mas las personas excluidas de los programas sociales, del trabajo asegurado y de la decisià³n polà­tica. En los EE.UU. es mas o menos la tercera parte de la poblacià³n cuyos intereses no importan ni lo mas mà­nimo. En una Europa marcada por una crisis econà³mica estructural profunda, podrà­an ser aún mas en el futuro.

1.4 La relacià³n entre Europa y los EE.UU.
Que implica la yanquizacià³n de Europa? Equivale a una subordinacià³n? O simplemente significa adoptar el modelo dominante del capitalismo, tambià©n y sobre todo para poder competir mejor con los EE.UU. O incluso es que los capitales europeos desean sustituir el imperio yanqui por uno europeo? Pongamos la cuestià³n en tà©rminos polà­ticos-concretos: El intento actual de la UE de formar unidades europeas de intervencià³n rápida va a producir tropas auxiliares a los EE.UU. o un instrumento militar propio para los intereses imperialistas europeos en competencia y/o contrapuesto a los EE.UU.?
La respuesta a estas preguntas no se puede deducir teà³ricamente y probablemente no es posible una respuesta para todos los tiempos. Sà³lo se puede responder a partir de un análisis concreto.
Los fundamentos de la UE a comienzos de los años 50 siempre tenà­an una doble cara. Por un lado europeo – francà©s-gaullista –, por el otro lado americano. La elite polà­tica francesa intentaba, a travà©s de la reconciliacià³n con Alemania, reconquistar aquella influencia geopolà­tica que tenà­a despuà©s de la victoria en la Primera Guerra Mundial. Hasta los años 60 De Gaulle bloqueaba la integracià³n europea de Gran Bretaña considerándolo “caballo troyano” de los EE.UU.
Los EE.UU. por el otro lado se esforzaban a implementar los principios del libre comercio (desde luego a favor de su propia industria exportadora) y a unir sus aliados europeos contra la URSS. Ese último aspecto siempre era dominante. Sin el plácet de los EE.UU. nunca hubiera habido una integracià³n de Europa occidental y los “padres fundadores” de la Unià³n, de Konrad Adenauer hasta Alcide de Gaspari, con excepcià³n del mencionado caso francà©s, eran todos pro-atlánticos convencidos.
La cuestià³n ahora es si esta constelacià³n haya cambiado con el 1989 y la desaparicià³n de la competencia con el sistema sovià©tico? No creemos y queremos dar tres argumentos que nos llevan a esta conclusià³n:
1. Despuà©s de un perà­odo de crecimiento acelerado hasta los comienzos de los años 80 (que nunca llevà³ hasta el punto de sobrepasar a los EE.UU.), la distancia entre las economà­as de EE.UU. y los Estados imperialistas de Europa sucesivamente crece. Esto se refleja en diferentes indicadores econà³micos: La capacidad integral de la economà­a (PIB), la productividad (PIB por cabeza), tecnologà­a (los EE.UU. tienen la mayor proporcià³n del PIB invertido en el sector de investigacià³n y desarrollo de todos los Estados industriales), tecnologà­a militar (hasta los años 80 los Estados Europeos tenà­an sistemas de armamento mas o menos equivalentes a los EE.UU. mientras que hoy se encuentran por los menos una a dos generaciones detrás de las últimas innovaciones en tecnologà­a militar– ciertas tecnologà­as claves sà³lo son accesibles a los EE.UU.), la demografà­a (la sociedad estadounidense es significantemente mas joven), la capacidad de accià³n militar (no requiere mas explicacià³n), el control de la industria mediática y cultural y la creciente importancia del inglà©s a costo del francà©s,…
2. La integracià³n europea en una gran bloque polà­tico-econà³mico en gran partes es una ilusià³n. Europa es una zona de libre comercio en un mundo donde los aranceles pierden sucesivamente de importancia. La UE tiene una polà­tica agraria común, pero en muchos paà­ses europeos la agricultura tiene escasa importancia econà³mica. La UE es un instrumento de liberalizacià³n y deregularizacià³n, pero justamente esta polà­tica mina la integracià³n del continente. La competencia entre las regiones y paà­ses para atraer inversiones se agudiza, la parte del comercio intra-comunidad se reduce desde los inicios de los años 90, la liberalizacià³n de los mercados financieros ha llevado a un gigantesco flujo de capitales hacia los EE.UU., las crecientes inversiones directas no llevan a la formacià³n de un espacio econà³mico europeo sino atlántico. Todo esto en su totalidad reduce significativamente el margen de maniobra polà­tico-econà³mico de la UE y de sus Estados miembros. La integracià³n econà³mica no lleva automáticamente a la integracià³n polà­tica, mucho menos con una integracià³n econà³mica sà³lo parcial cuyas medidas minan a la meta proclamada misma. La integracià³n polà­tica de Europa es sumamente precaria. La guerra de Irak ha demostrado que la polà­tica exterior y de guerra común sobre la base del principio consensual sà³lo funcionan cuando corresponden a los objetivos de los EE.UU. y de sus aliados mas cercanos.
3. No hay capital europeo y los diferentes capitales unificados en la UE no tienen automáticamente intereses comunes. La unidad de europea sà³lo puede darse sobre dos fundamentos: sobre la base de la soberanà­a popular en una federacià³n democrática (cuya construccià³n obviamente no es producto de la UE, sino todo lo contrario, la UE es un obstáculo para este objetivo) o sobre la base de la dominancia hegemà³nica de un paà­s. La burguesà­a sà³lo puede lograr la unidad europea con la fuerza como lo intentaron Napoleà³n o Hitler. Tal desarrollo sà³lo podrà­a ser resultado de un eje alemán-francà©s. Este sin embargo ha perdido de peso econà³mico y polà­tico en los últimos años – y con cada ronda de extensià³n, que integra a nuevos aliados yanquis en la unià³n, esta tendencia se profundiza. Y además el eje alemán-francà©s mismo es precario y hasta el momento sà³lo coyuntural. No debemos olvidar que los demà³cratas cristianos alemanes siempre han constituido un eje principal del sistema de alianzas yanqui en Europa y un capital alemán-francà©s no existe como tampoco no existe uno europeo. La Europa “carolingia” es una posibilidad teà³rica, pero en la práctica es extremadamente improbable. Su realizacià³n serà­a marcada por rupturas polà­ticas e institucionales profundas, y de ninguna manera será resultado automático de la UE de los 25 (dentro de poco de los 27).
Ante esta situacià³n (la debilidad de Europa frente a los EE.UU., la debilidad de Alemania y Francia dentro de Europa y el bloqueo de una integracià³n polà­tica) ninguna de las burguesà­as europeas tiene un proyecto polà­tico nacional fuerte. Alemania tenà­a que abandonar su expedicià³n unilateral en Yugoslavia y pedir la ayuda de los EE.UU., Francia ha regresado a la cuna de la OTAN. Cuando los EE.UU. atacaron Irak, provocaron el rechazo del mundo entero, incluyendo partes de las clases medias europeas liberales. Sà³lo esta presià³n pública provocaba la posicià³n alemana en contra de la guerra y de ninguna manera fueron intereses pà©rfidos del capital alemán. Los grandes trasnacionales alemanes con sus gerentes máximos llamaron a Schröder a actuar con cuidado para no poner en peligro la amistad trasatlántica. En efecto, buena parte de la guerra partà­a de bases militares yanquis en territorio alemán y ni Schröder ni Chirac eran en grado de organizar una oposicià³n seria en contra de la guerra. Hoy estamos viendo que las partes mas agresivas de la burguesà­a (CDU, PP, Berlusconi, Blair,…) no se orientan a una confrontacià³n entre un bloque europeo y uno estadounidense, sino todo lo contraria, son las tropas auxiliares mas fieles de las cruzadas belicosas yanquis.
Quien no quiere o puede sustituir al imperador se hace imprescindible como su sátrapa. Quien no puede garantizar seguridad jurà­dica al capital trasnacional, sà³lo puede esperar que los EE.UU. son en grado de garantizarla. La UE siempre ha sido un proyecto americano y tambià©n en el futuro sà³lo puede funcionar con el apoyo y el consenso yanqui..

2. Análisis de tendencias en la conciencia social
Partiendo de las experiencias de la práctica polà­tica, en el siguiente parágrafo tratamos de analizar como se reflejan las polà­ticas de una Unià³n Europea, producto de su integracià³n en el imperio capitalista yanqui, en el pensamiento y la conciencia ciudadana. Sobre esta base trataremos de desarrollar propuestas para un proyecto integral antagonista a partir de las là­neas de ruptura potenciales que pueden servir para la acumulacià³n de la masa critica necesaria.

2.1 El estado de la conciencia polà­tica de las masas
Un indicador posible para acercarnos a la conciencia ciudadana son las elecciones a nivel europeo, tomando como ejemplo las elecciones para el Parlamento Europeo de Junio 2004. En un análisis de la misma Comisià³n Europea (Eurobarà³metro, Post European Election Survey 2004) se destaca las siguientes “tendencias problemáticas”: 1.) una abstencià³n sin precedentes, 2.) una clara tendencia a votar por agrupaciones “euro-escà©pticos” y 3.) una fuerte influencia de factores de polà­tica nacional en la eleccià³n europea.
El análisis por paà­ses de la participacià³n electoral revela una participacià³n marcadamente baja en los paà­ses de Europa del Este recià©n integrados-anexados. Esto contradice la euforia dictada oficialmente sobre la nueva Europa de los 25 y el consenso de las elites dominantes en los nuevos paà­ses miembros.
El análisis social o de clase de la abstencià³n muestra un porcentaje elevado entre los electores jà³venes (de 18 a 24 años con 67 % de abstencià³n comparado con un promedio de 54,3 %) asà­ como entre los trabajadores (64 %).
Que son los fenà³menos que se reflejan en estos resultados?

1. El fenà³meno de la “despolitizacià³n” o letargo polà­tico
El abstencionismo elevado muestra la desconfianza generalizada en la polà­tica dominante. Ante la aparente falta de perspectiva polà­tica, la desconfianza queda un fenà³meno pasivo en vez de volverse disenso opositor activo. En esto se expresan dos elementos de la americanizacià³n polà­tico-cultural de la sociedad europea.
Por un lado refleja la posicià³n privilegiada de Europa dentro de la jerarquà­a imperial que generaliza una sociedad de clase media ampliada en la cual la identidad colectiva de clase y una perspectiva polà­tica consiguiente de accià³n son extremadamente debilitados. A pesar de la creciente tendencia hacia una sociedad de los dos-tercios con una capa subalterna excluida por el neoliberalismo, la recuperacià³n de una identidad de clase no constituye un proceso automático de causa-efecto socio-econà³mico.
Esto se explica por el segundo elemento, la fuerte hegemonà­a ideolà³gica ligada a la estructura polà­tica de la Europa “yanquizada” y de su clase dominante. Las elites polà­tico-econà³micas europeas tienen una conciencia polà­tica de “burguesà­as administrativas”. Esta conciencia de clase ha penetrado como visià³n del mundo predominante a amplias capas de la sociedad. Con la idea generalizada de las “obligaciones inalterables del mercado” parece imposible cualquiera intervencià³n polà­tica y sà³lo queda la mejor adaptacià³n de la sociedad a las necesidades del mercado mundial. Las posibilidades reducidas del Estado-Nacià³n por la globalizacià³n constituyen una base real-objetiva para esta conciencia de la sociedad occidental. La mistificacià³n de la globalizacià³n como ley natural o destino religioso mas allá de la voluntad de la sociedad es la recepcià³n hegemà³nica capitalista de este desarrollo de la realidad socio-econà³mica. Cualquier opcià³n alternativa estratà©gica se vuelve herejà­a soñadora (que, como toda herejà­a, tiene que ser liquidada a mano dura, es decir violencia “antiterrorista”).
En este contexto tambià©n entra la trasformacià³n del el modelo polà­tico de las democracias burguesas en Europa hacia el sistema yanqui de la alternancia que no es mas que la emancipacià³n de la democracia del pueblo y su fisià³n con el mercado como nuevo soberano. El Estado se reduce al papel de gerente generalizado de la acumulacià³n capitalista neoliberal y defensor de su seguridad. Este modelo asimila a todos los partidos del establecimiento a un modelo único de pragmatismo donde las organizaciones polà­ticas todas se encuentran en la posicià³n del “centro” que no es otra cosa que la administracià³n de la voluntad del capital imperial y su orden neo-totalitario. El principio de la soberanà­a popular queda definitivamente liquitada. Consecuencia là³gica de la separacià³n del que hacer polà­tico de la voluntad del pueblo (incluso en su forma burguesa del ciudadano elector individualizado) es el alejamiento resignado del pueblo de una esfera que le parece totalmente inaccesible, sin posibilidad de influenciarla, y fortificada para protegerse del mayor o menor disenso de las mayorà­as.
La abstencià³n particularmente alta en Europa del Este sà³lo puede sorprender a aquellos que tomaron por serio la presentacià³n mediática de la anexià³n y descomposicià³n impuesta a los paà­ses ex-socialistas como ayuda caritativa al desarrollo por parte de la UE. La anexià³n en realidad fue un proceso unilateral (sà³lo se trataba de “negociar” como los paà­ses se someten lo mas eficazmente a la legislacià³n neoliberal europea, el Acquis Communautaire) que sà³lo ofrece algunas perspectivas de futuro mas o menos realistas a las elites pro-occidentales mientras que la UE enfrenta a las grandes mayorà­as con abierto escepticismo (inmigrantes potenciales, campesinos improductivos, obreros/capital humano sobrante,…). Esta mayorà­a vacila entre esperanzas individualistas vagas para un futuro mejor en occidente, resignacià³n escà©ptica y rechazo abierto de la UE.

2. El fenà³meno del consenso para los “partidos euro-escà©pticos”
La actual tendencia predominante en contra de la los partidos únicos de la “gerencia polà­tica euro-yanqui” es el populismo antieuropeo en la mayorà­a de los casos de orientacià³n nacionalista de derecha. Este populismo mismo contiene un elemento del americanismo en la forma del “show” polà­tico espectacular. El à©xito de tal corriente no se debe tanto a sus propuestas y su trabajo concreto en contra de la UE neoliberal (en el caso del UK-Independence Party de Gran Bretaña son simplemente propuestas ultra-atlánticas), ni mucho menos ofrecen un proyecto real de ruptura. Sin embargo el populismo ha estado capaz de darse una imagen virtual de ruptura a travà©s de los medias, presentándose como instrumento polà­tico fuerte y activo contra las elites abstractas de los burà³cratas polà­ticos de Bruselas (denunciando p.e. casos de corrupcià³n, etc).
La opcià³n por el populismo de electores sobre todo de las clases subalternas expresa una preocupacià³n democrática de las “victimas del neoliberalismo” que reclaman un control y una conduccià³n polà­tica de la globalizacià³n. El populismo ha estado en grado de canalizar este sentimiento sobre todo con una reafirmacià³n superficial de la identidad nacional y de un Estado controlador fuerte. Sin embargo, toda la perspectiva real del populismo queda reducida a ser participe en el sistema dominante. Asà­ el establecimiento fácilmente puede ejercer toda su fuerza integradora dentro de las instituciones para reintegrar a las “ovejas negras” en la familia de la elite polà­tica donde se acaba el corto circulo de vida del populista (casi siempre de un sà³lo perà­odo electoral).
Esto no debe hacer olvidar casos de populismo radical que apuntan a la movilizacià³n y el trabajo extraparlamentario, pero que hasta el momento quedan fenà³menos marginales o locales.

2.2 La recepcià³n de Europa desde la guerra imperial contra Irak
La recepcià³n de Europa no sà³lo se diferencia de paà­s en paà­s y entre las clases sociales. La existencia o no-existencia de una “identidad europea” en la conciencia de las sociedades europeas como fundamento para un proyecto de unià³n polà­tica ha sido influenciado por los acontecimientos internacionales producto de la pà³litica de los EE.UU.

1. La inexistencia de una identidad UE propia
No existe y no puede existir una identidad europea producto de la Unià³n Europea por la simple razà³n que no existe un proyecto polà­tico fuerte de las burguesà­as europeas mas allá del automatismo de mercado. La voluntad polà­tica sin embargo es el elemento fundamental en la formacià³n de una identidad nacional. Esta voluntad a su vez es, sobre todo, una funcià³n de la confrontacià³n con un contrahente visto como enemigo externo dominante.
La existencia de una “conciencia europea” mas o menos marcada en los diferentes paà­ses europeos es mas bien un consenso pragmático con ventajas parciales que resultan de los mecanismos de subvencià³n de Bruselas de las cuales ciertas regiones pueden aprovecharse temporalmente, sobre todo sus elites polà­ticas que apoyan su legitimacià³n en la administracià³n de la distribucià³n de los fondos existentes. (Este sentimiento pro-europeo precario sin embargo está minado cada vez mas por la liberalizacià³n en Europa y el consiguiente recorte de las subvenciones.) Tambià©n los sentimientos anti-europeos en amplias partes de Europa del Norte son pragmáticos y resultan de la posicià³n privilegiada de sus economà­as donde parece mas útil conservar una mayor independencia con sà³lo una ligà©ra asociacià³n con el resto de Europa. (Esto no debe negar la existencia de un interesante movimiento democrático anti-UE de izquierda en estos paà­ses.)
La identidad pro-europea que la Unià³n Europea ha podido construir por lo tanto nunca va mas allá del pragmatismo de sus elites dominantes que padecen de un proyecto polà­tico fuerte. No hay un proyecto imperialista europeo mas allá del imperio yanqui, tampoco no hay una verdadera “conciencia ciudadana europea”. Lo que existe como identificacià³n con Europa en las sociedades no ha tenido mayor funcià³n polà­tica.

2. Identidad europea como resultado del conflicto internacional antiimperial
La inauguracià³n fuerte del concepto imperial de los EE.UU. y su polà­tica unilateral en el curso de la guerra de Irak han llevado a amplios sectores de la poblacià³n europea a exigir una mayor independencia de la posicià³n de Europa dentro de la arquitectura internacional de Estados.
Las elites econà³micas y polà­ticas se han posicionado ya claramente: quieren ser los socios menores privilegiados dentro de un mundo bajo hegemonà­a estadounidense. El amplio rechazo contra el unilateralismo yanqui entre los pueblos de Europa y su clara oposicià³n a la reeleccià³n de George Bush indican una polarizacià³n profunda entre amplias partes de la poblacià³n y sus oligarquà­as pro-yanquis. El fenà³meno denominado y condenado como “antiamericanismo” por los medias liberales es mas que el sà³lo rechazo a la guerra de agresià³n de los EE.UU. Es la experiencia de la globalizacià³n capitalista hecha conciente por la guerra de Irak, la entrega total y brutal del destino de la sociedad al capital (que en este caso ha tomado la decisià³n sobre guerra o paz que es la mas dramática para toda sociedad). La globalizacià³n capitalista ha parecido algo abstracto, natural e intocable. Pero de repente, con la arbitraria guerra de agresià³n yanqui, se hizo concreta en la forma de la hegemonà­a dictatorial imperialista yanqui. La intocable ley de las obligaciones inalterables del mercado capitalista se ha vuelto un enemigo visible y potencialmente combatible. Salià³ de la necesidad econà³mica “natural” de la globalizacià³n tomando cuerpo con el rumor de la guerra como dominio mundial yanqui.
El debate sobre el futuro del orden internacional ha iniciado y ha penetrado las sociedades europeas. Es un debate con “carácter de clase” donde el papel y el futuro de Europa constituyen un elemento central.
La república democrática histà³ricamente era el objetivo unificador en la lucha contra el enemigo feudal. Su concrecià³n en la lucha, mas allá de las crà­ticas filosà³ficas y sus construcciones unificadoras, sin embargo ya era una cuestià³n de clase. La lucha anti-feudal abrià³ un proceso que se hizo camino hasta revelar las bases polà­tico-econà³micas del dominio de clase como tal con el marxismo y el movimiento comunista.
Nosotros consideramos que el rechazo contra el imperio yanqui como forma visible y sentida de la globalizacià³n capitalista puede llevar a una identidad europea con un potencial antiimperial, democrático radical y anti-burguà©s.
Algunos intelectuales europeà­stas como Jürgen Habermas (consejero ideolà³gico del liberalismo rojo-verde en Alemania) pero tambià©n amplias partes del movimiento antiglobalizacià³n en Francia y Alemania consideran justamente una identidad europea como base para la Unià³n polà­tica que debe ser una UE reformada, social, basada en una constitucià³n supra-nacional. Esta a su vez debe ser el motor para una “comunidad de estados” internacional nueva alrededor de una derecho internacional ampliado con sus institucionalidad correspondiente como p.e. una ONU reformada con poder internacional real. (vea entre otro el reciente libro de Jürgen Habermas “El occidente dividido.”) Sin embargo, no consideran que sà³lo a partir de la confrontacià³n antiimperialista y anti-neoliberal con el imperio yanqui y sus aliados burgueses que constituyen la elite politica de la UE puede darse un posible proceso de identificacià³n y identidad por una Europa nueva, libre, antiimperialista y de los pueblos. Esto obviamente está fuera de los deseos consensuales de las clases medias liberales que tiemblan ante cualquier ruptura de su tranquilidad confortable.
Nosotros en cambio vemos en la deseo ciudadano para una Europa que se distancia de la polà­tica imperial estadounidense, un potencial polà­tico para la ruptura con la UE americanizada, para la reconstruccià³n de un proyecto de liberacià³n social y nacional en Europa y la fraternidad antiimperialista entre los pueblos en lucha. Porque la elite poseedora y sus representantes polà­ticos, como en los tiempos del feudalismo, siempre buscarán un compromiso, un entendimiento (consideremos el ejemplo del gobierno “antiguerra” alemán que, a pesar de las figuras radicales que el nuevo gabinete de Bush acaba de imponer tanto en la UNO como en la Banco Mundial, hace todo para normalizar sus relaciones con los EE.UU. asà­ como si nada hubiera pasado) temblando ante toda posible perspectiva de ruptura radical con la estructura hegemà³nica del imperio que puede surgir entre los pueblos de Europa.
Entre las clases populares en cambio los sentimientos de la necesidad de un contra-polo europeo contra el nuevo imperador yanqui como enemigo claro y rechazado, pueden abrir un proceso de concienciacià³n y movilizacià³n que se profundiza en el enfrentamiento con todas las estructuras imperiales y pueda abrir espacios para sentar de nuevo una alternativa revolucionaria y socialista: contra el imperio yanqui, contra sus complices europeos de la elite burguesa de la UE, contra los fundamentos de su dominio militarista y anti-social, el capitalismo.
La experiencia con el dominio imperial capitalista yanqui y europeo, todavà­a incipiente, todavà­a sentimiento vago, requiere – como en los tiempos de la revolucià³n democrática – su expresià³n polà­tica para volverlo conocimiento, conciencia y lucha organizada.

3. Notas metodolà³gicas

No a la constitucià³n y la importancia de un punto de partida antagonista integral

Estamos frente a dos estructuras claves de la globalizacià³n capitalista rechazados de manera creciente sobre todo en las clases populares de Europa: la UE identificados como motor supranacional de las politicas anti-sociales y los EE.UU. como poder mundial arrogante y militarista. Tanto los sentimientos anti-UE – producto de los deterioramientos sociales experimentados cada dà­a – como tambià©n los sentimientos anti-yanqui – cuyo punto de partido ha sido la cuestià³n de la guerra – tienen su centro en las capas explotadas de la sociedad, mientras que son vistos con escepticismo por las clases medias liberales con sus ideas harmà³nicas de concertacià³n y rechazadas por las elites polà­ticas y econà³micas partes integrales del imperio.
A partir del análisis de la UE como motor de la globalizacià³n capitalista en Europa y parte integral en la hegemonà­a imperial yanqui, el anti-europeismo y el anti-americanismo son dos lados de una misma medalla. La experiencia profunda con el imperio yanqui por la guerra en Irak y el consiguiente antiamericanismo son el posible punto de partida para la politizacià³n de los sentimientos de descontento que crecen por la eliminacià³n de todos los derechos sociales dentro de la Europa neoliberal. Puede hacer del descontento social un rechazo general y tendencialmente polà­tico contra el sistema dominante como tal.
Este rechazo integral del sistema dominante consideramos esencial para articular cualquier lucha particular contra el ataque social de las clases dominantes porque rompe la cadena ideolà³gica de las “obligaciones naturales de mercado” y lo muestra como algo arbitrario que puede ser combatido y cambiado. Al mismo tiempo es el fundamento de las clases pobres y su lucha social que potencialmente vuelve el antiamericanismo un rechazo polà­tico radical del sistema dominante y abre perspectivas para una ruptura profunda mas allá de la impotencia de los sueños intelectuales de una nueva comunidad de Estados harmà³nica o del populismo con su griterà­a superficial que al final termina integrada en el sistema.
Esto nos lleva a la Constitucià³n Europea como posible catalizador de una alternativa antagonista. La Constitucià³n Europea es un documento que refleja todas las caracterà­sticas de la oligarquà­a polà­tica y econà³mica de Europa. No sà³lo expresa su concepto de la Europa neoliberal, sino tambià©n su pragmatismo de una UE como parte del imperio yanqui. La Constitucià³n es un compromiso para consolidar el Estatus Quo neoliberal sin resolver los problemas en el camino hacia la unià³n polà­tica como p.e. la necesaria centralizacià³n institucional para ser operable, mas ahora con los nuevos estados miembros. Mucho menos la constitucià³n es un paso en la formacià³n de una “identidad ciudadana europea” (Habermas) como base de una “nacià³n europea”. Por lo tanto no sorprende la forma del proceso constituyente, impuesto desde arriba sin considerar la voluntad popular. Es una caricatura americanista de cualquier acto constituyente real que debe ser un instrumento de expresià³n para la voluntad del soberano popular.
Basta una corta lectura del documento constitucional para darse cuenta del consenso de la UE con la hegemonà­a imperial yanqui. Se demuestra entre otro en lo militar donde la constitucià³n confirma la OTAN como estrucutra unitaria “occidental” y por lo tanto todo intervencionismo europeo queda dentro de la polà­tica “unitaria” bajo comando yanqui. Hasta la doctrina yanqui de la guerra contra el terrorismo fue retomado con gran placer en el texto constitucional por los socios europeos del imperio. El compromiso entre los atlánticos y los europeà­stas es la fà³rmula de la “Europa de dos velocidades”. En este momento sin embargo es altamente improbable que el eje francà©s-alemán arriesgue empujar hacia una asociacià³n mas cercana de algunos paà­ses porque esto podrà­a poner en riesgo toda la Europa Unida.
Lo importante para los revolucionarios queda en analisar como el debate alrededor de la Constitucià³n penetra en la opinià³n pública, hasta que punto se dará un contexto donde se articulan los descontentos y las exigencias populares y cuales serán las posibilidades para promover un proyecto alternativo revolucionario en esta coyuntura.
En algunos paà­ses donde habrá referà©ndum sobre la constitucià³n es probable que el interà©s ciudadano será muy bajo. El creiciente rechazo y la probable derrota de las clase dominante pro-constitucionalista en el referendum en el Estado Frances sin embargo puede abrir una fase de mayor interes ciudadano en el tema. Mas aún cuando las clases dominantes europeos seguramente están ya preparados para sobrepasar la voluntad popular y continuar su camino dándo un nuevo ejemplo para la esencia anti-democrática de la UE. Un rechazo de la constitucià³n por lo menos puede crear algunas turbulencias en la tranquilidad de las elites polà­ticas sin que su curso será cambiado. Esto puede abrir posibilidades de enfrentamiento contra la consolidacià³n de la Europa neoliberal, antidemocrática y militarista y tambià©n abrir un debate mas amplio en la sociedad sobre el posicionamiento de Europa dentro/contra el sistema imperial yanqui y posibles formulas alternativas populares. Puede crear situaciones de receptividad ciudadana para la lucha contra una Europa que obviamente no se puede trasformar, que nunca será social ni independiente del proyecto imperialista yanqui por su dependencia voluntaria del poder imperialista dominante, cuyo destino no lo deciden los pueblos sino las oligarquà­as neoliberales. Es oportunidad para luchar por otro proceso constituyente, contra la UE, por un proyecto europeo antagonista, una Europa emancipada del imperio yanqui, una Federacià³n antiimperialista de pueblos libres de Europa.

4. Fundamentos posibles de un proyecto alternativo
Una base incluyente para la constitucià³n de un polo antagonista europeo tiene que combinar dos elementos. Por un lado – contrariamente al populismo superficial y movilizador a corto plazo – los elementos estratà©gicos de una posible emancipacià³n de la sociedad del imperialismo dominado por los EE.UU. y de su subestructura europea de la UE sobre la base de una análisis polà­tico profundo. Por el otro lado ideas destinadas a poner en práctica el objetivo estrategico a partir de là­neas de ruptura ya abiertas o todavà­a bajo la superficie, puntos de partida en la conciencia social para hacer el proyecto un punto de referencia.
Resumimos los elementos centrales del actual sistema imperial en Europa según nuestro análisis para definir los campos de batalla centrales y algunas propuestas para su articulacià³n polà­tica:
1. Dominancia de los EE.UU. como poder mundial e inclusià³n de todos los poderes capitalistas incluyendo la UE en el sistema imperialista bajo hegemonà­a yanqui.
2. Americanizacià³n profunda de las burguesà­as europeas con la adopcià³n de la religià³n del libre mercado sin proyecto nacional respectivo europeà­sta fuerte en ruptura con los EE.UU.
3. Formacià³n de un sistema polà­tico “neo-totalitario” que emancipa a los elites polà­ticos incluso de los elementos tradicionales de la democracia burguesa y vuelve unicamente el libre comercio el verdadero soberano que determinan las decisiones de los Estados. La forma de esta trasformacià³n de la democracia burguesa es la alternancia yanqui entre los partidos del establecimiento como administradores y protectores de la acumulacià³n capitalista internacional. Los elementos de oposicià³n fuera de la alternancia son despojados de toda posibilidad de participacià³n y criminalizados con una concepcià³n amplia de antiterrorismo (incluyendo su importante componente mediático de la manipulacià³n y difamacià³n).
Una primera ruptura polà­tica mas amplia se ha producido en forma del antiamericanismo que articulaba el rechazo al dominio bà©lico yanqui sobre el mundo. Por la complicidad de las elites burguesas europeas esto ha abierto posibilidades para un proceso anti-burguà©s y democrático desde las clases populares europeas luchando para un polo alternativo europeo que representa los intereses de la sociedad por la paz y la justicia social.
Proponemos al debate los siguientes conceptos/ideas como base amplia del proceso de formacià³n de un polo antagonista que permite responder a los nuevos desafà­os del imperio capitalista, crear nuevamente la conciencia sobre el destino colectivo entre los excluidos y trabajar en la formacià³n de un nuevo bloque historico antagonista y revolucionario en Europa.

Autodeterminacià³n integral y doble soberanà­a
1. La doble soberanà­a
La ruptura de Europa con el imperio yanqui es deseable; no en el sentido de la conformacià³n de una bloque imperialista europeo (a pesar de que tambià©n esta forma de imperialismo multipolar podrà­a facilitar las posibilidades de las luchas de liberacià³n), sino como proceso simultaneo anti-yanqui y anti-UE, contra una Europa que es un pilar del imperio capitalista yanqui en Europa. Una Europa emancipada de los EE.UU. sà³lo es pensable a partir de una lucha de liberacià³n anti-burguà©s. Es una lucha con tendencia antiyanqui – contra el imperio de los EE.UU. como poder imperialista hegemà³nico en el mundo – y anti-UE – contra la Europa capitalista como estructura de organizacià³n de las burguesà­as en el continente europeo en el cuadro del imperio yanqui. La verdadera soberanà­a de los pueblos de Europa sà³lo es pensable con una Europa emancipada de los EE.UU., sà³lo una Europa cuyos pueblos se logran emancipar de la UE destruyà©ndola a partir de sus là­neas de ruptura y contradicciones internas y constituyà©ndose como pueblos liberados, soberanos y federados, puede independizarse del imperio yanqui. Esta doble soberanà­a puede formularse como Federacià³n antiimperialista y antiyanqui de los Pueblos de Europa.

2. Autodeterminacià³n integral
El capitalismo actual acaba con todos los instrumentos de los pueblos para autodeterminarse. El proyecto imperial moderno con sus estructuras oligárquicas de decisià³n altamente jerarquizadas y militarizadas imponen a los pueblos un capitalismo salvaje presentado como ley inalterable del mercado. Hace falta una nueva revolucià³n democrática, una revolucià³n de las clases pobres contra la oligarquà­a capitalista y su bloque dominante, para reapoderarse los pueblos de los instrumentos de su autodeterminacià³n nacional, social, polà­tica y cultural. Nacional como lucha para la soberanà­a contra la determinacià³n extranjera – indirecta por el imperio yanqui o directa por el colonialismo interno – , social como emancipacià³n y re-apoderamiento del poder de la economà­a por parte de la sociedad organizada, polà­tica como necesidad de un nuevo modelo democrático que vence el neo-totalitarismo actual como forma mas perversa que ha producido la separacià³n burguesa del Estado de la sociedad y que finalmente permite la autodeterminacià³n democrática del pueblo organizado sobre su destino, y por fin cultural sustituyendo el pensamiento único del consumismo egoà­sta por la diversidad cultural como base de una identidad nacional e internacionalista. Este concepto de autodeterminacià³n integral consideramos el contenido fundamental de un nuevo proyecto socialista.

5. El camino práctico: Núcleo, masa crà­tica y punto de referencia social
Finalmente queremos diseñar algunas ideas para poner en práctica la construccià³n de un nuevo proyecto antiimperialista europeo y avanzar con los primeros pasos hechos durante la conferencia en Uruña, Junio 2004, siguiendo la invitacià³n de la organizacià³n vasca Batasuna.
Cada proyecto polà­tico necesita una fase de conformarse alrededor de un núcleo promotor, una fase de acumulacià³n de una masa crà­tica y una fase de prueba pública para volverse un verdadero punto de referencia en la sociedad. Para cada fase hay que definir y considerar el ambiente polà­tico y social donde desarrollarse. Trataremos a diseñar estos dos elementos – ambiente y motor.
A parte de la dimensià³n tiempo, tambià©n son dos niveles de trabajo que deben andar par en par, cuya importancia relativa sin embargo cambia con su desarrollo en el tiempo. La conformacià³n polà­tico-teà³rica y la práctica y accià³n.

1. Formacià³n polà­tica alrededor de un núcleo antiimperialista y revolucionario
Fuera de los partidos del establecimiento, de la izquierda institucional (Partido de la Izquierda Europea) y del dogmatismo fosilizado, los años 90 dieron nacimiento al movimiento antiglobalizacià³n como sujeto alternativo que logrà³ volverse punto de referencia en la movilizacià³n de nuevas fuerzas sociales. En la profunda crisis de la izquierda despuà©s de la caà­da del bloque socialista el movimiento antiglobalizacià³n sin embargo no logrà³ formar un proyecto polà­tico fuerte y antagonista para volverse asà­ un instrumento opositor efectivo. Con la profundizacià³n de la lucha antiimperialista en la periferia contra el imperio yanqui (sobre todo Irak, Palestina, Afganistán) esta falta de claridad polà­tica se revelaba en un creciente moralismo “polà­ticamente correcto”, un pacifismo pequeño burguà©s, la dominancia cada vez mas marcada de fuerzas neoreformistas y la reduccià³n de las movilizaciones a espectáculos folcloristas populistas. La separacià³n de la lucha antiimperialista real y la incapacidad de penetrar en las clases populares mas allá de la amplia subcultura de izquierda de las clases medias occidentales a la par con el avance de las fuerzas institucionales (Partido de la Izquierda Europea, PT de Brasil) abre un escenario de crisis del movimiento antiglobalizacià³n con el peligro de su desaparicià³n como sujeto propio, pero tambià©n la posibilidad de una mayor receptividad para una propuesta antiimperialista de sus fuerzas mas consecuentes. En este escenario un proyecto polà­tico fuerte, innovador y radical puede volverse el motor de una nueva dinámica. Un posible punto de partida es el proceso de debate iniciado en Uruña que debe ser propuesto sistemáticamente a otras organizaciones antiimperialistas en Europa como proceso de constitucià³n abierto. Este debate es un proceso complejo en el cual se trata de destilar los parámetros unificadores de un polo antagonista. El principal desafà­o es justamente la necesidad de una alianza polà­tica integral (proyecto antagonista) que es mas que unidades de accià³n parciales alrededor de aspectos particulares de la lucha contra la Europa neoliberal. El proceso constituyente tiene que ser abierto e integrador, pero al mismo tiempo organizado y dirigido, para llevar a un acercamiento dándo la base de un proyecto polà­tico amplio e integral revolucionario.

2. Ampliacià³n sectorial
El proceso de formacià³n polà­tica va acompañado de un proceso de movilizaciones prácticas contra aspectos particulares del ataque neoliberal. En esto el núcleo polà­tico tiene que probar prácticamente su capacidad de actuar coordinadamente y llevar su idea integral de polo antagonista a las luchas sectoriales en Europa asà­ como tambià©n concretizar su idea general en algunas iniciativas centrales a promover colectivamente.
Algunos puntos de partida pueden ser:
…· Solidaridad antiimperialista (en particular con la resistencia en Irak y Palestina)
…· Lucha contra la militarizacià³n, en particular contra las bases militares yanquis en Europa y contra los “Grupos de Batalla” Europeos (Battlegroups).
…· Defensa de los derechos democráticos (libertad de opinià³n, libertad de prensa, libertad de organizacià³n) contra el neo-totalitarismo antiterrorista (Lista Negra), en particular el derecho de las organizaciones combatientes antiimperialistas perseguidas como “grupos terroristas” (FPLP, FARC,…) de actuar públicamente como grupos de oposicià³n perseguidos; contra la criminalizacià³n generalizada de la comunidad musulmana en Europa (como minorà­a mas perseguida a partir del 11 de Septiembre) para su autodeterminacià³n cultural y polà­tica.
…· Lucha por el derecho a la autodeterminacià³n nacional en Europa contra el colonialismo interno (Paà­s Vasco, Irlanda, Cà³rcega, Cerdeña, …).
…· Promocià³n de la coordinacià³n entre sindicatos independientes combatientes y organizaciones de lucha social del nuevo proletariado precario.
En estas iniciativas temáticas y alianzas se trata de promover y ampliar los objetivos generales del proyecto polà­tico de una Federacià³n antiimperialista de los pueblos de Europa y acumular fuerzas alrededor del núcleo antagonista europeo.

3. Prueba de fuego en la sociedad
Un polo antagonista real no puede ser una mera seleccià³n de la izquierda antiimperialista – que sà­ es un punto de partida necesario – ni tampoco la exclusiva movilizacià³n de organizaciones sociales alrededor de una idea unificador – que sà­ debe ser una orientacià³n en la fase de acumulacià³n de una masa critica. Tiene que encontrar los caminos para ser reconocible como punto de referencia para todos los excluidos, es decir tiene que hacer el paso de la familia conocida del ambiente de izquierda y de las iniciativas organizadas hacia la desconocida masa de descontentos en Europa. Obviamente este paso es sumamente difà­cil ante la dictadura mediática y la casi segura criminalizacià³n de un tal proyecto antagonista.
Cual podrà­an ser algunas formas para romper este cerco? 1.) Acciones espectaculares y coordinadas que son en grado de encontrar “el pulso de la coyuntura polà­tica del momento” para romper parcialmente la censura moderna de callarte. 2.) La existencia misma de una fuerza polà­tica europea puede fortalecer el trabajo local en cada pueblo dándo la fuerza necesaria a las iniciativas locales integrados en una proyecto amplio para romper la frecuente resignacià³n popular ante la supremacà­a del adversario. 3.) Finalmente hay que analizar las posibilidades electorales ya que estos, a pesar de sus limitaciones extremas, siguen siendo la principal forma de expresià³n polà­tica de la sociedad y pueden permitir una irrupcià³n parcial en los palacios del enemigo.
Todo esto pueden ser mà©todos que nos llevan no sà³lo a cumplir nuestra tarea inmediata de conformar un polo antagonista de la izquierda en Europa, sino llegar a mediano plazo a conformar el nuevo bloque historico antagonista en Europa contra las oligarquà­as y elites capitalistas euro-yanquis.

Campo Antiimperialista, 16 de Enero 2005

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