Site-Logo
Site Navigation

Venezuela: Campesinos chavistas encarcelados a pesar de la revolución agraria

11. August 2005

por Laia Altarriba, Endavant

Tropas del Teatro de Operaciones No. 1 patrullan la regià³n constantemente.
Un destacamento de 40 soldados dirigidos por el general Oswaldo Bracho –comandante del Teatro de Operaciones n…º 1 que incluye los estados venezolanos de Barinas, Táchira y Apure– se presentà³ el pasado 19 de noviembre en la comunidad de campesinos Cañadon-Bella Vista, en el sur del estado de Barinas, a unos 100 kilà³metros de la frontera colombiana. Sin dar demasiadas explicaciones y sin ninguna orden judicial, entraron en seis ranchos –construidos en caña y con los techos de zinc, como todos los que hay en las montañas donde vive dispersa la comunidad–, los allanaron y se llevaron cinco hombres detenidos bajo la acusacià³n de ser guerrilleros. Desde entonces, están encarcelados en el centro penitenciario de Santa Ana (en el estado Táchira) sin que haya ninguna prueba que les vincule con ningún grupo armado.

Algunos campesinos de la zona nos explican que en estas montañas, que se llaman Piedemonte porque enlazan el llano con los Andes, hay presencia de la guerrilla venezolana, las Fuerzas Bolivarianas de Liberacià³n. Las FBL, que se crearon dos años antes que Chávez asumiera el poder en 1998, se autodefinen como un partido polà­tico-militar revolucionario que lucha para profundizar el proceso que vive Venezuela. Su objetivo en ningún caso es atacar el gobierno actual, sino garantizar que la revolucià³n bolivariana continuará avanzando hacia la consolidacià³n del poder popular, y contribuir a defender el proceso en caso de agresià³n externa. A pesar de que son un grupo armado, han protagonizado muy pocas acciones.

Parece que algunos guerrilleros de las FBL habrà­an pasado semanas antes de las detenciones por la comunidad de Cañadon-Bella Vista, y que a lo mejor algún campesino los habrà­a cobijado. Este serà­a el motivo que habrà­a motivado las detenciones, que muchos interpretan como una advertencia por parte del general Bracho al trato que algunos campesinos dan a los guerrilleros. Emilio Mà©ndez, el alcalde por el partido chavista MVR del municipio Ezequiel Zamora, del que forma parte la comunidad donde viven los detenidos, no está para nada de acuerdo con la actuacià³n del general: “Si tú eres un campesino y tienes una casita allà­ arriba y llega el Ejà©rcito, ¿tú quà© haces? Recibir el Ejà©rcito. ¿Y si llegan otros grupos? Recibirlos tambià©n. Entonces, por el hecho de que estos grupos se queden en las casas de estos camaradas, de estos campesinos, por este hecho no podemos buscarlos, ni castigarlos, ni golpearlos, porque estarà­amos violando los derechos humanos que tiene cada uno de nosotros. Sin embargo, va el Ejà©rcito, agarra los campesinos, les mete presos, los golpea –porque me consta que ha habido campesinos que han sido golpeados–, se desaparece y a los tres o seis meses vuelve otra vez; y en el transcurso de los seis meses, ¿quà© ocurre? Son zonas retiradas de las vialidades importantes, y por ahà­ camina todo el que quiere”.

Fidelina Pà©rez tiene 37 años y desde hace seis meses vive angustiada porque la Guardia Nacional arrestà³ a su marido, Omero Pà©rez Márquez. Nos recibe en su rancho en medio de la montaña, donde vive con su hijo de 10 años. Tiene otro hijo de 18 años, pero se marchà³ a casa de un tà­o en Caracas. Fidelina tiene muy presente el 19 de noviembre: “Vino el general Bracho de Guasdualito con el comandante Garrido, miembros de la Guardia Nacional y la policà­a tà©cnica judicial. Llegaron, se metieron aquà­ en la casa y lo volcaron todo… No presentaron ninguna orden de registro, sino nada más llegaron, me dijeron que me sentara en una silla y pusieron dos soldados para que yo no me moviera de allà­ mientras ellos registraban la casa. Los cinco detenidos hacà­a rato que se habà­an marchado a jugar en una cancha de básquet que hay por allà­, y les fueron a buscar. A mi marido y a dos más les encontraron por el camino y les detuvieron. Un hermano mà­o y mi cuñado ya habà­an llegado a sus casas, y les arrestaron allà­”. Ahora Fidelina se ha quedado sola para sacar adelante su casa y las cosechas que trabajaba su marido. Y tambià©n se ha paralizado el proyecto de cooperativa agropecuaria que estaban impulsando los cinco detenidos junto con otras siete personas de la comunidad. Y es que, si bien es cierto que cada familia tiene un pequeño terreno donde cosecha y crà­a ganado, la produccià³n es muy reducida y viven en condiciones muy precarias. La cooperativa les tenà­a que garantizar un futuro mejor. Fidelina nos habla de este proyecto que por ahora se ha roto: “Mi marido creà³ una cooperativa, à©l era el presidente, y estaba en proceso de registro, de hecho los papeles se habà­an llevado a Caracas y ya habà­an vuelto con el consentimiento para que se llamara Flor Azul, pero la aprobacià³n aún estaba en proceso cuando les detuvieron. Los militares dijeron que los papeles de la legalizacià³n y las fotocopias de las cà©dulas de identidad de los socios eran de la guerrilla, y se lo llevaron todo”. Y de la casa de Fidelina y Omero tambià©n se llevaron 40 mil bolà­vares, una linterna y un sobre de Tang para hacer refrescos. Por suerte, una vez en el batallà³n, les devolvieron el dinero.

Hasta seis casas de la comunidad fueron allanadas por el Ejà©rcito el dà­a de las detenciones. Nos cuentan que durante la operacià³n obligaron a todos los hombres que encontraron a tumbarse boca abajo y les tuvieron esposados hasta que se marcharon. Y de otras dos casas tambià©n se llevaron dinero. En una de estas casas vive Sergia Molina con sus tres hijas. Cuando llegamos acompañados con Fidelina, Sergia dice que prefiere no hablar, que le cuesta demasiado recordar cà³mo se llevaron a su marido, Marino Pà©rez, de 45 años. Pero la hija mayor, Marilà­, que tiene 16 años –y que desde hace seis meses no puede dedicar tanto tiempo a estudiar bachillerato en la Misià³n Ribas porque tiene que ayudar a su madre con las cosechas y los pocos cerdos, gallinas y vacas que tienen–, se ofrece para explicarnos quà© sucedià³: “Llegaron el Ejà©rcito y la policà­a tà©cnica judicial. Mi madre estaba peluqueando a mi padre y le dijeron que se parara, entonces à©l se levantà³ de la silla y le detuvieron sin presentar ninguna orden, ningún papel. Papá dijo que estaba lleno de pelo, que le dejaran limpiarse. Entonces un militar le dijo: `tú no sabes con quià©n estás hablando`, le golpeà³ en la cara y se lo llevaron para la carretera”.

Desde entonces, casi cada domingo las familias de los detenidos, que la mayorà­a son hermanos o primos entre ellos, viajan hasta la prisià³n de Santa Ana para visitarles. Fidelina nos cuenta que fà­sicamente están bien, pero no moralmente. Ni tampoco las mujeres de los presos. Una de ellas era la maestra de la Misià³n Robinson –de alfabetizacià³n de adultos– en la comunidad, pero desde la detencià³n se han parado las clases porque ya no tiene humor para impartirlas, y además tiene dos niños pequeños y una casa para sacar adelante. Fidelina se lamenta de la situacià³n de desamparo en que se encuentran las familias de los detenidos, y no entiende la actuacià³n de los militares: “es que es una locura que viniera este general a llevarse a estos campesinos… sin importarle nada, sin importarle las familias que iban a quedar en una situacià³n crà­tica. ¿Cà³mo puede dejar cuatro hogares [uno de los detenidos era soltero] completamente abandonados? Incluso dos de las mujeres estaban embarazadas cuando les detuvieron”.

El alcalde Mà©ndez tampoco se explica la decisià³n del general de arrestar a los cinco hombres: “Lo más dà©bil que tenemos dentro de nuestra sociedad es el campesinado, donde es más difà­cil el proceso educativo por las distancias que hay que recorrer, lo mismo que ocurre con la construccià³n de viviendas o el apoyo con infraestructuras. Y lamento bastante que algunos militares, en este caso el general Oswaldo Bracho, està©n respondiendo a un problema que tenemos de seguridad en esta zona tan cercana a la frontera con Colombia –y no solamente estarà­amos hablando de las guerrillas colombianas o de la venezolana, sino tambià©n del paramilitarismo colombiano y venezolano–, con la detencià³n de estos campesinos, que son la parte más dà©bil de nuestro sistema”. Mà©ndez aun va más lejos para encontrar las causas que expliquen estas detenciones y otras quejas de los campesinos: “Sà³lo hace seis años que el presidente Chávez asumià³ su responsabilidad de dirigir el paà­s, y no podemos decir que en seis años en Venezuela la revolucià³n està© altamente consolidada, de que ya no tenemos problemas con la educacià³n, de que no tenemos un problema con la seguridad, que no tenemos problemas agrarios en funcià³n de la distribucià³n de la tierra… todo lo contrario, es realmente cuando se están empezando a ver esta gran cantidad de problemas y esperamos del buen hacer de todas las instituciones para poder dar respuesta a estas situaciones. En el campo, hoy por hoy, a pesar que se le ha dado un fuerte apoyo con la Ley de tierras, los convenios firmados o las instituciones de crà©dito que se han creado, aún existe el latifundismo, existe la burocracia dentro de los organismos y tambià©n situaciones de corrupcià³n de los dueños de hatos que compran al tà©cnico que va a hacer la evaluacià³n de la tierra… Todo esto todavà­a existe y es contra esto que nosotros debemos de luchar”.

Sobre la actuacià³n del general Oswaldo Bracho no sà³lo se oyen crà­ticas desde el sur de Barinas. El sábado 14 de mayo, cerca de cuatro mil campesinas y campesinos marcharon por las calles de Guasdualito –en el Alto Apure– convocados por el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora. El objetivo era denunciar ante los representantes del Gobierno las problemáticas de los campesinos venezolanos y los atropellos que viene sufriendo este sector social. Entre las denuncias que se oyeron durante la marcha y la posterior asamblea se escuchà³ muchas veces el nombre del general Bracho. Por un lado, los organizadores responsabilizaron al comandante del Teatro de Operaciones n…º1 de las dificultades que tuvieron para llegar al evento, pues las alcabalas que el Ejà©rcito colocà³ en las carreteras retuvieron algunos campesinos hasta cinco horas, y llegaron con retraso a la marcha. Por otro lado, representantes campesinos de Apure, Barinas y Táchira denunciaron las violaciones de los derechos humanos que vienen sufriendo desde que el general asumià³ su cargo en noviembre del año pasado. Parece que dentro del ejà©rcito venezolano hay quienes aún no tienen como prioridad la defensa de los derechos de los campesinos.

Mientras tanto, Fidelina y toda la comunidad de Cañadon-Bella Vista espera que pronto dejen libres a los cinco presos –que aún no han sido juzgados– para poder continuar impulsando desde las montañas de Barinas un proceso con el que se han identificado desde que Chávez asumià³ el poder. Y que los proyectos como la piscifactorà­a que quiere construir la cooperativa y las clases de las misiones educativas les garanticen un futuro que el Presidente en quien tanto confà­an impulsa desde Caracas, una ciudad que a veces queda demasiado lejos para oà­r los problemas con los que tropieza la revolucià³n bolivariana en el campo.

13 de julio de 2005

Topic
Archive