por Laia Altarriba
El 70% de lo que comen las venezolanas y venezolanos procede de fuera del paàs. Esta realidad contrasta con los miles de hectáreas de tierra ociosas –sin cultivar– que hay en Venezuela y que podràan contribuir a lograr uno de los retos que se propone la constitucià³n nacional aprobada el 2000: la seguridad alimentaria, es decir, “la disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito nacional y el acceso oportuno y permanente de los consumidores a los alimentos”. Y es que en este paàs donde hay suficiente tierra para alimentar toda la poblacià³n, aún hay demasiada gente que va a dormir sin haber comido un plato caliente, a pesar de que distintas iniciativas del Gobierno han reducido la cifra de manera sustancial los últimos años. La misma Constitucià³n, que abrià³ lo que se denomina Quinta República, asegura que el rà©gimen latifundista es contrario al interà©s social, y para combatir la concentracià³n del suelo en unas pocas manos, en 2001 se aprobà³ la ley de tierras con el doble objetivo de redistribuir las tierras y de garantizar la soberanàa alimentaria del paàs. Desde que se aprobà³ la ley, el INTI (Instituto Nacional de Tierras) ha distribuido un total de dos millones de hectareas de tierras que estaban ociosas entre unas 100 mil familias.
Una de las beneficiadas por esta redistribucià³n del suelo venezolano ha sido la cooperativa de Berberà©, al sur del lago Maracaibo, dentro del estado de Mà©rida. Miguel Basabe, encargado de las relaciones públicas de Berberà©, nos cuenta, mientras tomamos un cafà© en el porche donde han instalado la cocina comunitaria, que la cooperativa se constituyà³ en abril de 2002 y que, tras presentar la denuncia por tierras ociosas al INTI, en octubre de 2003 se instalaron a la tierra despuà©s de conseguir la carta agraria que les atorga hasta 563 hectáreas para trabajar y para instalarse a vivir. Ellos han tenido suerte de que la presunta propietaria de la tierra, Yolanda Pà©rez de Soto, sà³lo ha utilizado el recurso legal para intentar impedir –sin conseguirlo– que ocuparan la tierra y no ha recorrido, como pasa demasiado a menudo en esta singular revolucià³n, a las amenazas o a la fuerza. Y digo demasiado a menudo porque desde que se aprobà³ la ley de tierras ya han sido asesinados más de 110 campesinos a manos de sicarios a sueldo de terratenientes descontentos con las polàticas de Chávez. Pues en este año y medio que en Berberà© ya han estado trabajando la tierra, la cooperativa se ha convertido en una referencia tanto a la zona del sur del lago como nivel nacional. ¿El secreto? Miguel Basabe asegura que es el trabajo cooperativo en común y la determinacià³n de los socios y socias en sacar adelante todos los proyectos que se proponen.
La cocina-comedor está situada en la entrada de Berberà©, junto a los ranchos de 6 x 6 metros con las paredes de bambú y el techo de zinc dà³nde ya viven más de la mitad de los socios de la cooperativa junto con sus familias. Estas construcciones son provisionales, porque su intencià³n es que, gracias a un acuerdo con la Universidad de los Andes, dos estudiantes de arquitectura les diseñen –como proyecto final de carrera– las casas que terminarán siendo el hogar definitivo de estos campesinos, y que podrán construir con un crà©dito del Gobierno.
Mientras tomamos el cafà© y Miguel nos presenta otras personas de la cooperativa, nos cuenta que la mayor parte de socios son mujeres: 36 de un total de 45. En muchos casos, pero, la persona del núcleo familiar que trabaja la tierra es el marido o un hijo mayor, puesto que para realizar muchas tareas del campo hay que tener mucha fuerza fàsica. Pero ya trabajan para impulsar proyectos dà³nde las mujeres puedan tener una participacià³n más activa. Es el caso de la cràa de gallinas ponedoras que tienen previsto que sea una realidad dentro de unos meses, la produccià³n de hortalizas o la cràa de pescados.
Despuà©s de que Miguel nos enseñe un mapa de la cooperativa dà³nde ya tienen distribuidos todos los proyectos que quieren impulsar, subimos al tractor chino que compraron el pasado mas de octubre gracias a un crà©dito de 54 millones de euros que les concedià³ Fondafa –instituto de crà©dito estatal– y que tendrán que empezar a pagar dentro de medio año. Miguel nos lleva por una parte de las 563 hectáreas que les concede la carta agraria. Ya han plantado yuca –un tuberculo que utilizan tanto o más que nosotros la patata y que incluso sirve para la industria petrolera– y varias frutas tropicales como parchita, auyama, guayaba, limà³n criollo, cambur o plátano. Nuestro acompañante nos cuenta que la tierra del sur del lago Maracaibo es muy buena para el cultivo, y asegura que el 80% de la fruta que se produce en Venezuela sale de esta zona. Por el camino nos cruzamos con varios grupos de hombres trabajando la tierra. Hay algunos que son socios de la cooperativa, algunos que están trabajando en representacià³n de sus mujeres o madres y algunos campesinos que contrata la cooperativa. Todos, sean socios o contratados, cobran 10 mil bolàvares –la moneda nacional– por dàa, aparte de poder tomar dos comidas calientes en la cocina-comedor. Además, a fin de año entre los socios se reparten parte del excedente.
Tras pasear bajo un sol imponente por los campos que ya están en produccià³n, Miguel nos trae al vivero. Nos explica que à©l es el encargado, y que les permite no tener que comprar las semillas ni las plantas para cultivar.
Ya es la hora de comida, y muchos de los socios y trabajadores se acercan a la cocina. A las cuatro de la mañana ya se han levantado las tres encargadas de la cocina para preparar el desayuno y, más tarde, el almuerzo. Tambià©n llegan las hijas de un socio que van a una escuela privada dà³nde sà³lo dan clase por la mañana, puesto que por la tarde hay un segundo turno de alumnos. El resto de niños y niñas que viven en Berberà© van a una escuela bolivariana, impulsada por el gobierno de Chávez, y llegarán más tarde porque el horario es de mañana y tarde.
Mientras comemos un plato de arroz, yuca y platano, Miguel nos cuenta que todas las decisiones de la cooperativa se toman de forma asamblearia. En las asambleas que se realizan cada 15 dàas, entre todas las socias y socios hacen seguimiento de las tareas que se están realizando, deciden quà© nuevos proyectos quieren impulsar y discuten sobre cualquier aspecto que afecte el funcionamiento de la cooperativa. Además, hay un à³rgano permanente formado por la coordinadora general, el tesorero, el coordinador de educacià³n, la secretaria y un vocal.
Pero las personas que actualmente forman parte de la cooperativa, ¿a quà© se dedicaban antes de arrancar el proyecto? Miguel comenta que la mayoràa no tenàan trabajo estable, sino que hacàan trabajillos que encontraban o trabajaban como campesinos malpagados para algún terrateniente. Además, la mayoràa de socios y socias –un 40%– no terminà³ ni los estudios de primaria.
Berberà© está plenamente inmersa en el proceso revolucionario bolivariano, no sà³lo porque ha podido conseguir la tierra gracias a las leyes que impulsa el Gobierno, sino porque tambià©n acoge otros proyectos gubernamentales. Es el caso, por ejemplo, de la Misià³n Robinson 1 –que enseña a leer y a escribir a personas adultas– y de la Misià³n Robinson 2 –clases de primaria para quien dejà³ los estudios a hora temprana. Edexis Herrera, hijo de una socia, es el facilitador –maestro– de las clases de Robinson 2, que se imparten cada tarde en el aula que han construido junto a la cocina-comedor y nos cuenta que acostumbran a asistir unas 10 personas, a pesar de que en un principio se apuntaron 15. La cooperativa tambià©n acoge un curso de uso y mantenimiento de maquinaria agràcola, que organiza el INCE (Instituto Nacional de Cooperacià³n Educativa) y donde asisten habitantes de Berberà© pero tambià©n socios de otras cooperativas.
Un largo camino de lucha por la tierra
A pesar de que Berberà© no ha tenido tantos problemas como otras cooperativas de la misma zona –hay algunas que hace años que luchan sin à©xito por un pedazo de tierra–, el camino para llegar a ser un modelo de cooperativismo en el campo no ha sido sencillo. El 27 de abril de 1999, Miguel Basabe, junto con un grupo de compañeras y compañeros que hoy en dàa tambià©n forman parte de la cooperativa, constituyeron el Comità© Campesino Ezequiel Zamora para conseguir una tierra para trabajar y garantizar su futuro y el de sus hijos y hijas. Con el comità© participaron el mes de febrero del año 2000 de una ocupacià³n de tierras que se hizo a nivel nacional: en su caso, 205 personas entraron en los actuales terrenos que ocupa Berberà© la noche del 3 de febrero; a las pocas horas, un destacamento de policàa del estado del Zulia, la Guardia Nacional y un grupo de terratenientes los desalojaban. Aún tendràan que esperar un tiempo para conseguir el derecho de trabajar y vivir en estas tierras. Los años 2000 y 2001 fueron calientes al sur del lago, y tambià©n en en resto del paàs. Amenazas a campesinos, reuniones que no concretaban nada y el asesinato de Luis Mora, uno de los principales làderes campesinos de la zona, en enero de 2002 desmoralizaron parte de la gente que reivindicaba una tierra para cosechar, que prefirieron abandonar la lucha. Pero la determinacià³n y el convencimiento de estar impulsando una reivindicacià³n justa se pudo concretar en abril de 2002 en la constitucià³n de la cooperativa Berberà© con 85 asociados, que los obstáculos y algunos conflictos internos iniciales han acabado reduciendo la cifra a los 45 actuales.
Una vez conseguida una carta agraria, las cooperativas de campesinos pueden pedir un crà©dito para empezar a trabajar la tierra. En Berberà© consiguieron uno en diciembre de 2003 de Fundafa por 137 millones de bolàvares para sembrar las primeras 40 hectáreas de yuca. Pero cultivar 40 hectáreas de las 563 que habàan conseguido les parecàa demasiado poco, y fueron capaces de estirar este dinero y terminaron sembrando hasta 80 y desarrollaron tambià©n otras áreas productivas. Esta capacidad por superar las limitaciones que se han encontrado es lo que en gran parte, asegura Miguel, los ha convertido en una referencia para muchos campesinos a nivel nacional.
Pese a que, como comentaba al principio, no han tenido los mismos obstáculos que otras cooperativas para acceder a la tierra y trabajarla, la cooperativa Berberà© forma parte activa del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, que lucha porque la Ley de tierras se convierta en una realidad en cualquier parte del paàs pese a los obstáculos que les ponen los terratenientes –en forma de amenazas, destruccià³n de cultivos, coacciones y asesinatos– y, aun demasiado a menudo, algunos sectores de las instituciones que no trabajan realmente por profundizar la revolucià³n –como dijo Chávez que debàan hacer tras ganar el referà©ndum del 15 de agosto pasado– sino al servicio de los terratenientes. Y es que en Berberà© no han recibido coacciones reales, pero es un hecho demasiado común como para olvidarlo, y por esto cada noche hay tres hombres que hacen turnos de vigilancia para garantizar la seguridad de los campesinos que viven con sus familias.
Cuando empieza a caer el sol y nos despedimos de Miguel y del resto de cooperativistas de Berberà©, un nuevo proyecto arranca: hace unas horas han llegado las excavadoras para empezar a construir un puente que tiene que permitir entrar sin problemas a la cooperativa aunque haya llovido y el rào baje lleno de agua. Mientras tanto, el resto de hijos y hijas de cooperativistas ya han vuelto de la escuela, y se miran las obras desde el rào, donde se están bañando para hacerse pasar el calor que, junto con las abundantes lluvias tropicales, acompaña durante todo el año el trabajo de sus padres en la cooperativa.