Luchemos para que la agresià³n se vuelve un golpe contra la hegemonàa
yanqui-sionista. Delcaracià³n del Campo Antiimperialista.
En Làbano, Israel sufrià³ su derrota histà³rica mas profunda viendose
obligado a retirar sus tropas de ocupacià³n. El resultado de 25 años de guerra
fue la retirada del Sur del paàs bajo la presià³n de un movimiento popular
antiimperialista victorioso apoyado en las masas pobres chiàes que ha logrado
conquistar el refuerzo nacional de otros grupos confesionales y las clases
medias. Isreal nunca ha digerido esta humillacià³n hasta hoy dàa.
Sobre las ondas de la polàtica militarista ultra-agresiva del imperio
norteamericano, Israel ahora trata de vengarse con el objetivo declarado de la
destruccià³n de Hezbollah. Pero el ejemplo de Irak revela que es muy
cuestionable si esta guerra logrará sus objetivos. Todo lo contrario, incluso es
posible que a mediano plazo se vuelve en su contrario, creando un nuevo foco de
resistencia que erosionará aún mas las estructuras de dominio del imperio
norteamericano.
La primera fase de la guerra tiene una forma clara: destruir la
infraestructura entera del paàs y aterrorizar a la poblacià³n civil, en primer
lugar los chiàes pobres que constituyen la base de masas de Hezbollah. Todos aquellos
que han visto las imágenes de los suburbios sureños de Beirut, tienen una idea
clara que Israel intenta desplazar a la poblacià³n para limpiar el terreno para
una invasià³n. Estos crimenes de guerra contra civiles no son “daños
colaterales”, sino la esencia misma de la táctica militar israelà para destruir
el habitat social donde se ha construido la resistencia de Hezbollah.
Pero Hezbollah no puede ser destruido por meros ataques aà©reos cobardes.
Las guerras contra Yugoslavia, Afganistán e Irak ya han dejado esta leccià³n. Cuando
el comando militar israelà proclama haber destruido la midad de la capacidad
operativa de Hezbollah, es una clara mentira propagandista. Saben muy bien, e
incluso en la prensa burguesa se siente ya los rumores, que no tienen otra
posibilidad que atacar por tierra.
Por lo tanto la segunda fase de la guerra, que está iniciando, será la
invasià³n terrestre con el objetivo de avanzar las posiciones israelàes por lo
menos hasta el rio Litani. La incursàon sionista se enfrentará con una resistencia
determinada que dejará graves perdidas a los invasores. Será un enfrentamiento
de meses y no de semanas. E incluso si Israel será capaz de re-ocupar una parte
del Sur de Làbano, esto no significa de ninguna manera que habrá alcanzado su
objetivo de guerra proclamado, la destruccià³n de Hezbollah.
Si se detienen al rio Litani, ya significará media derrota para Isreal. Por
lo tanto es posible que la máquina militar sionista avanzará hacia el Norte porque
su única posibilidad de golpear decisivamente a Hezbollah seràa llegar a Beirut
y derrocar a la guerra popular en su terreno de combate. Es por esto que ahora
tratan de desplazar el mayor número posible de personas.
Hay que ser conciente que incluso la mas avanzada resistencia guerrillera
no puede detener al ejercito invasor israelà que cuenta con todo el apoyo de
Washington. Pero en esta guerra asimà©trica entre un ejercito altamente
tecnificado, que de hecho forma parte de la estructura militar global estadounidense,
por un lado, y una guerrilla popular por el otro lado, los avances
territoriales sionistas no son el criterio decisivo para la derrota o la
victoria. Todo lo contrario, mas disperso el invasor, mas terreno que tiene que
asegurar, mejor son las condiciones militares para la resistencia. Hezbollah va
a involucrar al ejercito sionista en un teatro de guerra donde ellos pueden
poner en juego todas sus fortalezas – el apoyo popular y el conocimiento del
terreno – y donde ya derrotaron a Israel un vez.
2006 ya no es 1982. A diferencia de la situacià³n desde hace 25 años, cuando
el pueblo libanà©s tenàa que construir su resistencia desde los inicios, hoy dàa
Hezbollah puede enfrentar al invasor con un ejercito irregular poderoso y
experimentado. Hoy dàa las condiciones para una resistencia victoriosa son
mucho mejores que antes.
Si Israel se retira en poco tiempo – asà como dicen – tienen que salir sin
haber cumplido sus objetivos, lo que significaràa una victoria para Hezbollah.
Por el otro lado, si se verán obligados a ocupar partes de Làbano para más
tiempo, agregaràan otro foco de resistencia polàtico-militar contra el imperio
norteamericano junto a Afganistán e Irak. La historia ha demostrado que incluso
Israel no es capaz de aguantar nuevamente años de ocupacià³n. Por lo tanto,
todos los elementos indican que la ofensiva sionista-yanqui se puede volver una
trampa para ellos mismos.
Mas durará la guerra, mas la opinià³n pública del mundo y de Europa se
volverá contra Israel. Si bien esto no puede detener la maquina yanqui-sionista,
como demostraba la guerra contra Irak, sin embargo aumentará los costos
polàticos para el imperio. Ayudará a construir un frente anti-yanqui que ya
está creciendo no sà³lo entre los pueblos oprimidos, sino tambià©n entre la poblacià³n
europea.
Mientras que hoy haya un consenso total a favor de la agresià³n dentro de
Israel, las perdidas y dificultades militares incluso cambiarán la correlacià³n
de fuerzas dentro de este pueblo colonialista y reaccionario como ya pasà³
durante la primera ocupacià³n del Làbano.
Una cuestià³n decisiva es el impacto de la guerra en el escenario polàtico
de Làbano mismo. Las fuerzas abiertamente pro-israelàes fueron definitivamente
derrotados durante la guerra civil y de liberacià³n nacional prolongada. Esto se
expresa claramente en la curiosidad que el dirigente de la derecha maronita
pro-sionista, el general Aoun, se presentaba en las últimas elecciones en un
lista de Hezbollah. La coalicià³n pro-imperialista anti-sària que surgàa despuà©s
del asesinanto del primer ministro Hariri en el 2005 tampoco no tenàa una vida
larga. Son dos cosas diferentes deshacerse de la asfixiante presencia
polàtico-militar de Sària y la construccià³n de una sà³lida coalicià³n
pro-israelà.
No cabe duda que tanto la burguesàa maronita como tambàen la burguesàa
sunnà quieren la normalizacià³n a travà©s del desarme de Hezbollah y su
integracià³n en el Estatus Quo polàtico. Pero a pesar de la presià³n imperialista
expresada en la resolucià³n de la ONU 1559 que exige el desarme de Hezbollah,
ningun gobierno puede arriesgar el desenlace de una nueva guerra civil que inevitablemente
perderá. Sà³lo la invasià³n directa del sionismo puede proponerse este objetivo.
Mientras que es improbable que Israel quede “acabar desde los raàzes” con
Hezbollah como proclaman, es un hecho que las masas libaneses son cansados de
la guerra. Para terminar el terror israelà contra las masas, no se puede
excluir que las à©lites libaneses forman una coalicià³n para presionar a
Hezbollah a aceptar un compromiso, que seràa dificil a rechazar para ellos.
Incluso sus propias bases, que mas sufren de la agresià³n israelà, podràan
presionar en este sentido. Esto significaràa que Hezbollah se retire del sur
para ser sustituido por el dà©bil ejercito libanà©s. Mas durará la guerra, sin
alcanzar los resultados proclamados por parte de Israel, mas los EE.UU. tambià©n
podràan presionar a salvar la situacià³n a travà©s de unas llamadas tropas
multinacionales para controlar un cese al fuego en el Sur. Sin embargo, esto
tampoco no significaràa una derrota para Hezbollah considerando la supremacàa
militar tremenda de Israel, porque Hezbollah podràa salvar la mayoràa de su
aparato militar.
La reciente agresià³n sionista tiene que ser interpretada como elemento del
proyecto norteamericano del “Gran Medio Oriente”. Su esencia es el sometimiento
de la regià³n – sean los “Estados malvados”, movimientos populares o resistencia
militar – por medio de la fuerza. Esto es un elemento clave en la construccià³n
del imperio norteamericano. La guerra preventiva y permanente se apoya en una
estratà©gia militar ofensiva que poco a poco se ha vuelto un orgullo desmesurado.
Los casos de Irak y Afganistán demuestran que los EE.UU. sobre todo padecen de
la suficiente hegemonàa polàtica para crear regimenes tàteres estables y
funcionantes de acuerdo a su modelo de “exportar la democracia”. Más agresiones
militares desencadenadas, mas resistencias populares surgen.
Los EE.UU. ya han entendido que los actores principales que se oponen a su
dominio no serán Estados, sino ejercitos irregulares que denominan
“terroristas”. El Islam se ha vuelto una plataforma polàtico-cultural para
estos movimientos que cuenta con un amplio apoyo de las masas.
La única forma para causar una derrota histà³rica al sionismo y al
imperialismo es la guerra de liberacià³n, apoyada en las amplias masas
populares. Por el momento el mundo árabe vive la coexistencia de unas fuerzas
islámicas colaboracionistas con los regimenes pro-imperialistas por un lado, como
es por ejemplo la red de las hermandades musulmanas, y por el otro lado unas fuerzas
islámicas radicales antiimperialistas. El problema de movimientos como Al Qaida
es su planteamiento meramente militar combinado con una agenda polàtico-cultural
sectaria. Mientras que su radicalismo y dureza militar cuentan con una cierta
simpatàa popular, su actitud sectaria nuevamente empuja a las masas hacia las
fuerzas islámicas colaboracionistas. En Irak por ejemplo la necesidad imperiosa
para la resistencia es la unificacià³n de sunnàes y chiàes contra la ocupacià³n,
mientras que Al Qaida impone una creciente separacià³n entre ellos.
Una guerra de liberacià³n en la regià³n arábe-islámica requiere un fuerte
frente de liberacià³n polàtico-cultural de las clases pobres mas allá de sus
identidades confesionales sobre una base nacional, que al mismo tiempo seràa el
gà©rmen para un nuevo Estado basado en las masas populares. Reforzar y
finalmente dirigir este proceso será el papel del antiimperialismo
revolucionario.
Campo Antiimperialista, 24 de Julio 2006