Cuando el pueblo de manera consciente,
estructurado en unidades socialistas planificadas y siguiendo las metas
que trazan los proyectos para la emancipacià³n soberana del colectivo,
se asciende a un nuevo estadio en la evolucià³n de la sociedad. Esta
accià³n se traduce en participacià³n directa lo que significa que la
direccià³n del gobierno, las làneas maestras (tácticas y estratà©gicas)
que definen el rumbo de la República y la concepcià³n filosà³fica del ser
para el ejercicio polàtico, lo determina el mismo pueblo sin la
intermediacià³n de entes colaterales. Esencia, pues, de la democracia
directa. Nada fácil de alcanzar, pero es la lucha que libra hoy el
Proceso Revolucionario. La democracia directa o democracia
revolucionaria, que para mi es lo mismo, requiere de consciencia,
capacidad de asimilacià³n, voluntad y constancia del colectivo
revolucionario para poder sustituir la cultura representativa arraigada
en nuestro pueblo. Lo representativo se traduce en clientelismo,
pragmatismo y consumismo atado al ejercicio del poder de las cúpulas.
Es por lo tanto exclusià³n, sectarismo, cogollismo y pragmatismo
corruptor. Por ser usufructuaria, la representacià³n niega la
participacià³n de la gran mayoràa, generando su alienacià³n, lo que se
traduce en la pà©rdida de la consciencia cràtica. Es, en última
instancia, la contrarrevolucià³n, ya que no busca el cambio de
estructura de la sociedad, sino por el contrario aferrarse a la
manutencià³n estructural. Su práctica es la sustitucià³n de los hombre o
mujeres que administran o dirigen el aparato del Estado y de las
instancias de mando de la sociedad, pero sin cambiar la estructura
social.
El Proceso Revolucionario, cuya meta es la
consolidacià³n de la revolucià³n, sà tiene que buscar el cambio de
estructura. Si no lo busca y, por lo tanto, no lo alcanza entonces no
es revolucià³n. Es sencillamente continuar con la representacià³n y el
sostenimiento de la cúpula como ente de direccià³n. De allà que la
democracia revolucionaria como sinà³nimo de democracia directa y medio
para la práctica del Socialismo, tiene por fin el establecimiento del
poder popular. Debemos saber que el poder popular, concepto usado como
muletilla propagandàstica y el cual no es lema ni debemos abusar de su
empleo emulando a quienes lo minimizan; decàa, el poder popular es el
ejercicio directo del pueblo organizado que se deriva de la accià³n
colectiva, consciente y planificada, para dirigir la República sin
operadores polàticos.
Entonces, dada la importancia de digerir
estos conceptos y actuar, tenemos como responsabilidad primaria
estudiarlos y asimilarlos para hacerlos parte de nuestra cotidianidad
cognitiva. Debemos adquirir el hábito de la lectura, del análisis
minucioso sostenido por medio de la relacià³n de datos y hechos
observables. Debemos cosechar un pensamiento sà³lido producto de nuestra
capacidad de discernimiento y de la suma de juicios propios. Es una
obligacià³n del làder de grupos y comunidades, asà como un compromiso
con nosotros mismos, asimilar la nueva conceptualizacià³n que nos trae
la búsqueda revolucionaria para cambiar la estructura social. Estimo
que la constitucià³n de los Centros de Formacià³n Ideolà³gica (CFI) y la
creacià³n de la red ideolà³gica del Proceso, a travà©s de los CFI, es una
propuesta necesaria para superar el estadio de reforma existente
todavàa en el Proceso y ascender al de la revolucià³n. Es probable que
la reeleccià³n de diciembre dimane energàa renovada en la militancia
(cúpulas y base) para entender que el poder, en esa nueva fase del
Proceso a iniciarse en el 2007, no se encuentra en el aparato del
Estado. El poder se halla en las bases populares. De esta forma se
estaràa iniciando la práctica de la Democracia Directa o
Revolucionaria, la cual solo se puede concretar cuando hagamos madurar
nuestro nivel de la conciencia.