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Venezuela: Camino a la revolución?

16. July 2006

Observaciones sobre Chávez, el Estado y la izquierda desde dentro del proceso bolivariano


 

Si tratamos de
destilar algunos elementos generales de situaciones de cambio radical de las
revoluciones del siglo 20, frecuentemente encontraremos una profunda crisis del
Estrado y de la hegemonà­a de las clases dominantes viejas, una vanguardia
polà­tica organizada del nuevo sujeto de cambio en asenso asà­ como un proyecto
polà­tico encarnado por esta vanguardia que ha sido retomado por el pueblo como
esperanza de liberacià³n de una situacià³n sentida como ya insoportable.
En el contexto venezolano actual se ponen la siguientes cuestiones: 1.)
el fin del sistema de Punto Fijo [1] ha llevado a una crisis del entero Estado
burguà©s, 2.) el presidente Hugo Chávez puede sustituir la inexistencia de una
vanguardia colectiva para profundizar el proceso de cambio iniciado con su
gobierno en 1999 hacia una revolucià³n popular y 3.) la politizacià³n y
organizacià³n del pueblo ha alcanzado un punto donde las clases pobres pueden
fundamentar una nueva estructura de poder estatal?
La presentacià³n que sigue trata de sintetizar analà­ticamente las impresiones,
experiencias y charlas de una delegacià³n del Campo Antiimperialista de febrero
2005 a las mas importantes organizaciones de la izquierda bolivariana y a
lugares centrales de la “revolucià³n bolivariana” venezolana.

Una “revolucià³n antiimperialista”?

El marxista peruano Josà© Carlos Mariategui en 1929 presentà³ la tesis – en
polà©mica con la là­nea de la Internacional Comunista y su acercamiento al
nacionalismo del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) de Và­ctor Haya
de la Torre, – que no haya un antiimperialismo que al mismo tiempo no sea
anticapitalista. [2] Esta idea general de las corrientes revolucionarias a la
izquierda de los partidos comunistas pro-sovià©ticos hoy está a la prueba con el
gobierno de Hugo Chávez. El enfrentamiento del gobierno venezolano es mas que
mera retà³rica como demuestra el intento de golpe de Estado del 11 de Abril 2002
apoyado abiertamente por los EE.UU., y se está agudizando cada vez mas. A pesar
de que Venezuela sigue siendo una reserva petrolera estratà©gica para los EE.UU.
y sigue pagando su deuda externa, este desafià³ de la hegemonà­a yanqui en
Latinoamà©rica equivale una declaracià³n de guerra en el actual mundo unipolar. Hugo
Chávez se ha vuelto un catalizador para hacer revivir una opinià³n pública
antiimperialista en Latinoamà©rica. Con su oposicià³n a los EE.UU. Venezuela se
ha vuelto un punto de ruptura de primer orden geoestratà©gico. Junto a Colombia
con su movimiento insurgente polà­tico-militar, Washington teme que la zona
norte de los Andes puede volverse una escenario central del conflicto en el
continente americano en los prà³ximos años.
Todo esto a pesar de que las transformaciones econà³micas internas de Venezuela
no han pasado mas allá de unas reformas sociales que no requerà­an mayores
cambios estructurales de la base econà³mica del paà­s gracias a las riquezas
petroleras.
El punto explosivo de Venezuela pues claramente es su posicià³n antiimperialista
frente al imperio yanqui y no la radicalizacià³n de la lucha de clases interna
que harà­a la destruccià³n completa del aparato de Estado y la construccià³n del
poder popular una perspectiva inmediata.
La unidad de antiimperialismo y poder popular postulada por Mariateguir sin
embargo sigue siendo un punto de partida analà­tico fundamental para entender la
dinámica venezolana. Pero hoy, con la globalizacià³n y la polà­tica imperial
yanqui, la lucha antiimperialista se ha vuelto el motor para politizar y
profundizar la lucha de clases y no al revez como suponà­a el marxista peruano
en otras circunstancias histà³ricas.
A continuacià³n queremos fundamentar, a partir de un análisis de elementos de la
historia y la situacià³n actual interna y externa venezolana, la tesis que las
posibilidades de vencer un Estado burguà©s reformado por parte de las corrientes
revolucionarias bolivarianas depende fundamentalmente del desarrollo de la
confrontacià³n con el imperialismo yanqui, y al mismo tiempo que la profundidad
de esta confrontacià³n antiimperialista por parte de Venezuela está influenciada
por el desarrollo de la lucha de clases interna entre una tendencia de “profundizar
la revolucià³n” y otra que busca mantener una Estatus Quo reformado de la IV. República.
[3]

Diplomacia y confrontacià³n

La tesis de la contradiccià³n fundamental entre insistencia antiimperialista
venezolana por la soberanà­a nacional y la polà­tica imperial yanqui requiere una
claridad sobre la dimensià³n de la confrontacià³n entre el gobierno de Hugo
Chávez y la administracià³n Bush en el momento actual.
La là­nea guà­a de la polà­tica internacional de Chávez es el mundo multipolar. Este
orientacià³n se concretiza sobre tres niveles. El primer nivel es la
diversificacià³n de las relaciones econà³micas del paà­s, fortaleciendo lazos con
naciones y regiones que potencialmente pueden ser un contrapeso a la hegemonà­a
yanqui. Entre otro China, Rusia, India y el mundo árabe. La compra de 100.000
fusiles AK-103 y AK-104 y 40 helicà³pteros de fabricacià³n rusa en el cuadro de
la nueva doctrina de defensa venezolana (fortalecimiento de las milicias)
provocà³ una fuerte reaccià³n yanqui a comienzos de febrero 2005, acusando a
Chávez de crear un arsenal de armas para el “terrorismo colombiano” que utilice
armas de dicha fabricacià³n.
El segundo nivel, que ya es mas polà­tico que econà³mico, es la construccià³n de
alianzas estratà©gicas entre las naciones latinoamericanas. Con Brasil se
firmaba una alianza de este tipo el 14 de Febrero, con Cuba hay estrechas
relaciones econà³micas y polà­ticas y el MERCOSUR es promovido como posibilidad
de relaciones mas profundas sur-sur. El objetivo a mediano plazo es la
constitucià³n de una Alternativa Bolivariana de las Amà©ricas (ALBA) contrapuesto
al proyecto de libre comercio yanqui, el ALCA. La importancia econà³mica de
dicho proyecto seguramente queda reducida sin poder sustituir a los EE.UU. y
Europa como principales socios comerciales de las naciones latinoamericanas. Mas
que el 50 % del crudo venezolana (1.4 de 2.6 millones de barriles) hoy todavà­a
van a EE.UU. Pero es el efecto polà­tico-simbà³lico de los proyectos de
integracià³n contrapuestos a la dominacià³n yanqui – p.e. la creacià³n de una
televisora latinoamericana, TV-Sur, como la Al-Jazeera árabe – en el cual
Venezuela y Cuba insisten. Esta interpretacià³n obviamente no encuentra el
consenso de los socios liberales de izquierda como Brasil y Argentina que mas
bien quieren fortalecer sà³lo su posicià³n econà³mica dentro del cuadro de las
relaciones imperiales siempre en consenso con los EE.UU.
El tercer elemento de la polà­tica internacional chavista es promover alianzas
entre movimientos polà­ticos y sociales mas allá de las relaciones
intra-gubernamentales en el cuadro del Congreso Bolivariano de los Pueblos. Este
esfuerzo frecuentemente choca con los limites impuestos por la diplomacia a
respetar por un Estado como demuestra el caso del militante de las FARC Rodrigo
Granda: los organizadores de Congreso Bolivariano de los Pueblos de inmediato
negaron haber invitado a cualquier representante de las FARC a su evento. Asà­
la mayorà­a de los protagonistas de esta iniciativa extra-parlamentaria quedan
en el ámbito de fuerzas poco radicales o reformistas con vocacià³n a ser
gobierno como el FSLN nicaragüense, las FMLN de el Salvador, el MAS boliviano o
el PT de Brasil, una coalicià³n conocida ya del Foro de Sao Paolo.
El caso Granda sin embargo tenà­a otra dimensià³n que va mas allá del problema
complejo de impulsar una alianza antiimperialista desde un Estado. Colombia es
la clave para la militarizacià³n yanqui en Latinoamà©rica y la palanca de la
polà­tica anti-venezolana de Washington. La frontera artificial colonial entre
Venezuela y Colombia (Apure, Táchira, Zulia – Arauca, Boyacá, Norte de
Santander, Cauca) ha conocido histà³ricamente una fuerte presencia colombiana en
territorio venezolano, entre ella tambià©n la presencia de las organizaciones
armadas. Al mismo tiempo la regià³n fronteriza al lado colombino es el
territorio central de presencia directa yanqui que cuento con unos 500 tropas
de combate (oficialmente para proteger el oleoducto Caño Limà³n de la Occidental
Oil Company), asesores militares y mercenarios de empresas privadas de seguridad.
El centro de la doctrina yanqui es el control estratà©gico y la estabilizacià³n
de la regià³n norte de los Andes bajo la consigna de la lucha contra el “narcoterrorismo”
en Colombia. Los tres elementos del Plan Colombia y su continuacià³n en el Plan
Patriota son 1.) la profesionalizacià³n y mejora del equipamiento de las fuerzas
armadas colombianas, 2.) la construccià³n de un cinturà³n de bases militares (que
actualmente se encuentran en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Panamá, Costa
Rica, El Salvador, Honduras, Aruba y Curazao) y 3.) acuerdos con los estados
fronterizos con Colombia (incluyendo a la Brasil de Lula) para militarizar la
frontera con ayuda de asesores yanquis. Bajo comando del general James Hill,
comandante del Comando Sur estadounidense hasta 2004, tales acuerdos fueron
firmados con todos los estados limà­trofes con excepcià³n de Venezuela [4]. En
Marzo del 2004 Hill hablà³ sobre el “peligro silencioso del populismo radical”
para los intereses de seguridad yanquis en la regià³n para subrayar el “deber”
del gobierno venezolano a contribuir en la lucha contra el narcoterrorismo. Ante
la crisis diplomática con Colombia despuà©s del secuestro de Rodrigo Granda,
violando la soberanà­a venezolana, la ministra de exteriores yanqui, Condolizza
Rice, denominaba a Venezuela una “fuerza negativa en la regià³n” en un discurso
ante el congreso estadounidense el 19 de enero del 2005. Para el nuevo
comandante del Comando Sur, General Bantz Craddock, un halcà³n con experiencia
de Irak, los escenarios centrales de seguridad para los EE.UU. en el 2005 son
Colombia, Venezuela, Haità­ y Mà©xico.
La polà­tica estadounidense frente a Venezuela vacila entre aceptar
pragmáticamente al gobierno de Chávez hasta que haya acceso al petrà³leo (este
pragmatismo contradice a la provocacià³n de una guerra civil con todo sus
riesgos incalculables) y los deseos hegemà³nicos imperiales que no pueden
aceptar un desafià³ antiimperialista, incluso cuando se trata de un desafià³
polà­tico-simbà³lico. El pentágono está consciente del problema de una intervencià³n
abierta de los EE.UU. que provocarà­a un conflicto aún mas arriesgado que aquel
en Irak y llevarà­a a una desestabilizacià³n incontrolable de las relaciones con
toda Latinoamà©rica. La polà­tica yanqui de la provocacià³n y de los ataques diplomáticos
contra Venezuela sigue el esquema del “apoyo a la guerrilla colombiana por
negarse a la cooperacià³n – desestabilizacià³n de la regià³n – denuncia sobre la
base de la Carta Democrática de la OEA”. Dicha “Carta” provee una intervencià³n
multilateral en caso del peligro por la democracia y debe de ser aplicado según
una propuesta yanqui para la prà³xima Asamblea General de la OEA tambià©n a casos
de “regà­menes neo-totalitarios” [5].
El paso de la lucha anti-guerrilla en Colombia hacia la frontera con Venezuela
hasta finales del 2005 puede agravar las relaciones entre los dos paà­ses y
tambià©n las acciones de paramilitares venezolanos con apoyo de mercenarios
colombianos tratan de provocar situaciones de aparente inestabilidad e
inseguridad para legitimar la intervencià³n internacional. (En mayo 2004 fueron
detenidos 130 colombianos con uniformes venezolanos en Caracas que planificaban
una aparente rebelià³n militar contra Chávez, en noviembre del 2004 el fiscal
popular Danilo Anderson fue asesinado por un coche-bomba).
La profundizacià³n de la revolucià³n bolivariana y el fortalecimiento de la
insurgencia colombiana, o sea el desarrollo del movimiento popular
revolucionario en la regià³n, determinarán si los EE.UU. se verán obligados a
correr el riesgo de una confrontacià³n abierta, si el enfrentamiento simbà³lico
se vuelve uno militar. Chávez parece consciente de este peligro e insistà­a
nuevamente, en un discurso el 4 de Febrero en conmemoracià³n del intento de
insurreccià³n militar del 1992, en la defensa territorial y la creacià³n de
milicias como elemento central de la defensa de la soberanà­a del paà­s. Y
tambià©n las corrientes revolucionarias del movimiento bolivariano insisten en
el lazo entre la profundizacià³n de la revolucià³n y la intervencià³n
imperialista, a pesar de sus dudas en la capacidad de un ejercito tradicional a
llevar a cabo una guerra popular de defensa de la nacià³n.

Un revolucià³n sin izquierdas

El motor central de la dinámica antiimperialista del proceso bolivariano son
las correlaciones de fuerza internas entre la “profundizacià³n de la revolucià³n”
y la “normalizacià³n de Estatus Quo alcanzado”. De ahà­ queremos analizar a
continuacià³n los desarrollos en la polà­tica interna de Venezuela que requieren
una corta nota histà³rica. La revolucià³n bolivariana de Chávez es un proceso
fuera de la izquierda histà³rica, mas aún, por parte es un proceso en contra de
los partidos tradicionales de la izquierda del paà­s. Esto explica por un lado
la importancia de la figura del presidente Chávez y por el otro lado las
correlaciones de fuerza al interno del movimiento bolivariano que han dejado a
las corrientes burguesas y anti-revolucionarias una importante ventaja
comparativa.
Histà³ricamente el único momento donde las fuerzas revolucionarias jugaban un
papel determinante para el curso de la historia del paà­s era la coyuntura
inmediatamente despuà©s de la caà­da del dictador Pà©rez Jimà©nez en 1958. El
Partido Comunista de Venezuela (PCV) era la organizacià³n mas importante de la
resistencia anti-dictadura y podà­a ampliar su influencia hasta las bases de
Accià³n Democrática (AD) cuyos dirigente se encontraban fuera del paà­s. Sin
embargo, por falta de un proyecto polà­tico de toma del poder, no podà­a
canalizar el corto vacà­o de poder despuà©s de la caà­da de la dictadura el 23 de
enero 1958. Obviamente la influencia de la doctrina sovià©tica de auto-limitarse
a la “revolucià³n democrática” en alianza con los partidos de la burguesà­a “democrática”
– en este caso la AD de Rà³mulo Betancourt – contrariamente a la revolucià³n
popular protagonizada por los comunistas mismos, llevà³ al partido a no tomar la
iniciativa y dejar a los partidos burgueses una tregua para aliarse en el Pacto
de Punto Fijo en contra de todo peligro revolucionario, abriendo un perà­odo
prolongado de estabilizacià³n que limitaba significativamente las posibilidades
revolucionarias.
Ante la nueva democracia totalitaria y influidos por la victoria de la
revolucià³n cubana, la izquierda se lanzà³ a la resistencia armada. El PCV sin
embargo, despuà©s de una corta opcià³n guerrillera, entraba en una fase trágica a
partir del 1965 integrándose nuevamente con las elecciones del 1969 al sistema
burguà©s en abierto desafà­o a los movimientos guerrilleros activos en el paà­s. (Vea
la polà©mica cubana contra el PCV en 1967 desde la Tricontinental sobre este
episodio.) Pero el movimiento guerrillero mismo tampoco no se podà­a consolidar
y fue cada vez mas debilitado y marginado por la represià³n y la “amnistà­a”/integracià³n
de Caldera en 1969. La nueva coyuntura de luchas y protestas de los años 70
protagonizada por el movimiento estudiantil quedà³ sin orientacià³n polà­tica
unificadora y no lograba poner en peligro un sistema que habà­a alcanzado una
estabilidad clientelista fuerte con la nacionalizacià³n del petrà³leo en 1974. Producto
de la oposicià³n polà­tica de los 70 eran los dos partidos de izquierda surgidos
de rupturas del PCV, el Movimiento al Socialismo (MAS) y la Causa R.
En 1989 el levantamiento popular del Caracazo abrià³ un nuevo perà­odo polà­tico
que significaba la muerte definitiva del sistema de Punto Fijo. Los partidos
tradicionales de la izquierda sin embargo no eran en grado de canalizar el
descontento durante este perà­odo (1989-1998) y darle orientacià³n polà­tica. Todo
lo contrario sus esperanzas se ligaban a un sistema en plena decadencia donde
esperaban poder conquistar algunos à©xitos electorales en ofertas oportunistas
de coalicià³n con las estructuras del viejo poder. [6] La vanguardia real en los momentos histà³ricos revolucionarios de Venezuela,
ante la falta de una izquierda fuerte, eran mas bien los movimientos
cà­vico-militares surgidos de las Fuerzas Armadas y apoyadas por personalidades
y pequeños grupos de la izquierda revolucionaria. La separacià³n entre los
partidos dominantes de la izquierda y los militares patrià³ticos del MBR-200
(Movimiento Bolivariano Revolucionario-200) que intentaron una insurreccià³n
militar dirigida por Hugo Chávez el 4 de Febrero de 1992, no era tanto
consecuencia de un paternalismo militar, sino mas bien de la desconfianza de la
izquierda en las posibilidades de ponerse radicalmente contra el sistema. Hugo
Chávez mismo tenà­a que experimentar el fracaso de la izquierda el 4 de Febrero
cuando esperaba un levantamiento de masas prometido por ciertos grupos de
izquierda mientras que los camiones con armas quedaban inutilizados en muchos
barrios. Asà­ el espacio de una vanguardia colectiva quedaba abierto despuà©s de
la victoria electoral bolivariana en el 1998. Los partidos de izquierda MAS y
Causa R se rompieron frente a la opcià³n de Chávez (dando nacimiento a Podemos y
el Partido Patria para Todos que forman parte de la coalicià³n chavista) y otros
como Bandera Roja (surgido de la guerrilla del MIR) incluso pasaron a la
contrarrevolucià³n radical. Sà³lo el PCV, un partido pequeño sin grandes
influencias orgánicas en las masas, se unificaba en su totalidad a la coalicià³n
chavista – siguiendo su tradicià³n de unirse a cualquier coalicià³n progresista
sin proyecto propio fuerte que abren posibilidades a la influencia
institucional.

Las cadenas de la burguesà­a de Estado

Mientras que la izquierda no era en grado de dar una direccià³n al proceso
bolivariano, partes de las elites venezolanas estaban listas a infiltrarse en
el nuevo gobierno. Para entender este otro lado del paralelogramo de fuerzas,
es necesario analizar el carácter de la clase dominante venezolana. La
oligarquà­a venezolana histà³ricamente ha sido à­ntimamente ligada al aparato de
Estado. Es una elite polà­tico-burocrático-econà³mica cuyos privilegios surgen de
su control directo de la maquina de Estado que ha sido el instrumento para
controlar las riquezas petroleras nacionalizadas en 1974. Una parte de dichos
representantes del viejo sistema entre ellos elementos del partido Accià³n
Democrática se oponà­a por sus intereses propios al cambio neoliberal que tendà­a
a minar sus tradicionales instrumentos de control del Estado.
Esta burguesà­a nacional suis generis y su ejercito de polà­ticos profesionales
tienen una experiencia prolongada de manejar el Estado y su sobrevivencia está
ligado a los puestos polà­ticos en la burocracia estatal.
La victoria electoral de Chávez no sà³lo ha dividido a la izquierda venezolana,
sino tambià©n a su elite burguesa. Mientras que aquellas partes la izquierda que
se unà­an a la coalicià³n chavista lo hicieron sin contar con un proyecto de
poder claro y mientras que el pueblo que haya apoyado con entusiasmo el nuevo
gobierno, no tenà­a la organizacià³n y conciencia necesaria para fundar una nueva
institucionalidad, los elementos de la vieja elite dispuestos a aceptar el
nuevo cuadro bolivariano han estado preparados toda su vida para controlar y
administrar el Estado. Motivados por un profundo instinto de sobrevivencia de
casta polà­tica profesional penetraron el nuevo gobierno para conservar el
tradicional aparato burocrático. Los nuevos partidos polà­ticos, en particular
el Movimiento Quinta República (MVR) y el Partido Patria para Todos (PPT) se
volvieron un amalgama de cuadros polà­ticos administrativos de la IV. República
con el objetivo de institucionalizar el proyecto radical y de izquierda
diseñado por Chávez durante su estadà­a en la cárcel y su campaña electoral y de
convertir la nueva República Bolivariana en una continuidad en nuevos colores
de la vieja IV. República.
Luis Miquelena, jefe inicial del MVR, era el representante de esta continuidad
de la IV. República en las nuevas condiciones. Era aquel que encarnaba la
oposicià³n contra el plan chavista de trasformar el modelo de la democracia
representativa en una democracia participativa, cuyo ideà³logo, William Izarra, fue destituido del Comando Táctico
Nacional (CTN), la direccià³n del MVR. El MVR fue transformado en una maquina
electoral y administrativa tradicional que Chávez se vio obligado a aceptar en
la primera fase de su gobierno para garantizar la estabilidad y el control
necesario.
Con el choque contra la oposicià³n oligárquica (golpe de Estado 2002,
Huelga-Sabotaje Petrolero 2002/03) la normalizacià³n total sin embargo siempre
fue minada. El creciente activismo popular y la radicalizacià³n de Chávez en
estas confrontaciones ha imposibilitado hasta el momento que el sector
conservador logre arrancar las riendas del proceso bolivariano.
Despuà©s de aceptar un compromiso con la oposicià³n reaccionaria por parte de los
partidos de la coalicià³n chavista (agrupados en el Comando Ayacucho) que
posibilità³ el referendo revocatorio de agosto 2004, Chávez inicià³ la
contra-ofensiva contra los “partidos polà­ticos”. William
Izarra vuelve a la direccià³n del MVR a la cabeza del Comando Maisanta, la nueva
organizacià³n de base creada para el “referendo aprobatorio” que confirma con
amplia mayorà­a a Chávez en su mandato.
A pesar de que los elementos “bolivarianizados” de la elite polà­tico-econà³mica
no podà­an imponerse polà­ticamente, controlan todas las instancias esenciales,
sean partidos, ministerios, gobernadores y alcaldà­as y bloquean la
profundizacià³n de la revolucià³n bolivariana. A pesar de que sà³lo una minorà­a de
derecha abiertamente articula su deseo de un “Chavismo sin Chávez”, conciente
que las correlaciones de fuerza actuales no permitieran una ruptura con Chávez,
el poder fáctico del control institucional de una Estado que sigue funcionando
en la là³gica de las viejas estructuras burocráticas, está marcada por la
burguesà­a burocrática venezolana omnipresente en el proceso.

Los tres niveles de poder en Venezuela

Trataremos en el siguiente parágrafo a unir los dos elementos analizados arriba
en un cuadro de la situacià³n y dinámica polà­tica actual a partir de las
elecciones de octubre 2004. Despuà©s de la perdida del referendo, la derecha
tradicional ha perdido sus últimos feudos en las elecciones para gobernadores
el 31 de octubre del 2004 quedando 20 provincias de 22 en manos del gobierno. A
partir de este momento la anatomà­a del Estado venezolano queda sà³lo un producto
de las correlaciones de fuerza dentro de la corriente bolivariana.
Por la falta de una izquierda organizada e influyente, Hugo Chávez es el factor
decisivo para el futuro del proceso de cambio. Sà³lo Chávez puede influir la
opinià³n pública y movilizar al pueblo en su totalidad. Este hecho requiere una
hipà³tesis sobre la difà­cil pregunta del carácter de la persona de Chávez mismo.
Si Chávez hubiera sido interesado en una normalizacià³n de la lucha interna y de
las relaciones con el imperialismo, siendo un supuesto “instrumento de la
burguesà­a de Estado”, lo habà­a podido hacerlo sin mayores resistencias desde
abajo despuà©s de las elecciones de octubre. La izquierda revolucionaria hubiera
tenido casi ninguna posibilidad de evitarlo. Pero justamente en este momento
Chávez proclama el “Salto adelante”, el carácter antiimperialista y social de
la revolucià³n, el objetivo del poder popular en oposicià³n abierta al “burocratismo
y la ineficacia”, en contra de la continuidad de la IV. República dentro de las
filas bolivarianas. [7] Contrariamente al pragmatismo polà­tico de los personajes neoliberales que no
hacen mas que administrar las obligaciones “inalterables” del mercado, Chávez
sigue una là­nea polà­tica-ideolà³gica que quiere realizar como proyecto para
Venezuela. No cabe duda que su actuacià³n tambià©n está marcada por las
circunstancias – la polà­tica yanqui, el choque con la oposicià³n reaccionaria y
las correlaciones de fuerza dentro del bloque bolivariano. Pero no es una
adaptacià³n pasiva a estas circunstancias, sino un intento de cambiar las
circunstancias según un plan de transformacià³n del Estado. Este plan fue
elaborado junto con un grupo de profesores universitarios de la UCV
(Universidad Central de Venezuela) bajo la direccià³n de Jorge Giordani durante
su estadà­a en la cárcel como là­nea guà­a de su campaña electoral y programa de
gobierno, aprobados en el 1996 por el MBR-200. Este programa titulado Agenda
Alternativa Bolivariana (AAB) provee en una primera fase tomar el gobierno por
la và­a electoral, para establecer en una segunda fase, denominada Proyecto de
Transformacià³n Bolivariano (PTB), un nuevo modelo de democracia y, a largo
plazo, lograr una Amà©rica Latina unida realizando el sueño de Bolà­var (Proyecto
Nacional Simà³n Bolà­var). El “Salto Adelante”, según el comentarista polà­tico
Alberto Garrido, es el paso de la primera fase a la segunda, al nuevo modelo
democrático. [8] El actual vice-ministro de exteriores William
Izarra, uno de los ideà³logos centrales de esta nueva fase, escribe: “El Estado
reformista, aunque existe la constitucià³n bolivariana de 1999, está vigente
todavà­a. En pleno surgimiento del modelo bolivariano, el Estado reformista es
el à³rgano que regula al colectivo nacional. Contradiccià³n que produce la etapa
actual de transicià³n hacia la revolucià³n. La revolucià³n, para que pueda
alcanzar su propio camino tiene que operar a nivel de la estructura de la
democracia representativa. Tiene que cambiar y erradicar el estado vigente.
Tiene que sustituir todas estas unidades polà­ticas burocráticas (como por
ejemplo, las alcaldà­as) que dominan al pueblo.” [9] Esto nos lleva a la cuestià³n central de cuales son los mecanismos para imponer
esta transformacià³n del viejo Estado cuyos poderes fácticos se oponen
fà©rreamente a todo proyecto de cambio profundo. Ahà­ está el desafà­o central
para un proyecto revolucionario nacido sin revolucià³n.
Hasta el momento este nivel de poder de la elite polà­tica burocrática que se
encuentra entre Chávez y el pueblo no se ha podido erradicar ni por parte de la
pequeña izquierda revolucionaria ni por el creciente activismo popular. En este
sentido la victoria electoral de la coalicià³n bolivariana en octubre 2004 llevà³
a la situacià³n paradà³jica de haber fortalecido el bloque chavista pero al mismo
tiempo tambià©n a los burà³cratas bolivarianos que podà­an apoderarse de los
nuevos puestos y marginar al activismo popular y a la izquierda. Es de notar
que Chávez mismo nuevamente apuntaba sobre este problema llamando a la
politizacià³n del proceso, atacando la continuidad burocrática y el clientelismo
y llamando a una “revolucià³n dentro de la revolucià³n.”
Expresià³n de la lucha entre el viejo aparato estatal y el proyecto chavista de
cambio es el frecuente cambio de ministros y los intentos de establecer
estructuras paralelas al aparato de estado tradicional. Las misiones – cuyo
origen justamente ha sido la ineficacia de una campaña de alfabetizacià³n
lanzada desde el ministerio de educacià³n – han levantado a un impresionante
activismo popular que constituye hoy, junto a la izquierda revolucionaria
organizada, el tercer nivel de poder. El Comando Maisanta y las UBE (Unidades
de Batalla Electoral) debieran, según el plan de Chávez en el “Salto Adelante”,
constituir los fundamentos de una nueva estructura de poder. Esta estructura
tiene sus expresiones en los Consejos Locales de Planificacià³n, los presupuestos
participativos, la Controlarà­a Social, los proyectos de desarrollo endà³genos y
un Ministerio de Participacià³n Popular. Estas nuevas estructuras debieran ser
coordinadas directamente desde la oficina presidencial.
El problema es que ante la debilidad de la izquierda organizada y ante un
activismo popular aún joven y con poca experiencia polà­tica, los aparatos
burocráticos tradicionales tienen una ventaja estratà©gica a penetrar tambià©n
estos nuevos instrumentos.
El segundo paradoja es la situacià³n econà³mica estable que al mismo tiempo
fortalece al proceso bolivariano y el poder del aparato burocrático y su
polà­tica de normalizacià³n, sobre todo en las zonas urbanas que tienen mayor
provecho de las misiones sociales. Durante el sabotaje petrolero del 2002/03 la
situacià³n excepcional dejà³ el papel dirigente al activismo popular frente a una
maquina burocrática paralizada. La consolidacià³n nuevamente llevà³ a la
institucionalizacià³n y burocratizacià³n de las iniciativas sociales (como por
ejemplo de los mercados populares MERCAL).
En las zonas rurales en cambio, que todavà­a son marcadas por el latifundismo y
están histà³ricamente marginadas de la presencia estatal, la confrontacià³n es
mucho mas aguda. Esto lleva a un mayor protagonismo de organizaciones populares
independientes y revolucionarias del bolivarianismo como el Frente Nacional
Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) mientras que las iniciativas de la elite
polà­tica tienen escasa presencia real y queda meras propuestas sin base real,
como el caso del la Coordinadora Agraria Ezequiel Zamora (CANEZ) o la
Federacià³n Nacional Campesina (FNC). Las organizaciones crecidas en largas
luchas histà³ricas y con base orgánica en el campesinado como el FNCEZ, sobre
todo en los Llanos, asà­ se vuelven los puntos de cristalizacià³n de las luchas
sociales campesinas. El enfrentamiento contra la burocracia del ministerio de
agricultura y del INTI (Instituto Nacional de Tierra) por lo tanto es muy
fuerte y la exigencia de un contacto directo con el presidente Chávez, mas allá
de los canales burocráticos, es una de las consignas principales. Los
campesinos claramente dicen que sà³lo los agricultores organizados mismos pueden
llevar adelante la “guerra contra el latifundio” proclamado por Chávez, y sà³lo
el pueblo organizado mismo puede realizar el poder popular y la democracia participativa.
Chávez mismo castiga en su discurso en el “Salto Adelante” la falta, la
manipulacià³n o el retraso de informaciones por la amplia red de instituciones
burocráticas.
Esta constelacià³n explica porque muchas de las iniciativas e ideas de Chávez
para promover el activismo popular y la autoorganizacià³n de estructuras de base
quedan meras proclamaciones paralizadas por los à³rganos ejecutivos en su fase
de implementacià³n. Esto es tanto el resultado de un freno conciente por parte
de los burà³cratas que temen una nueva institucionalidad popular como tambià©n de
la ineficacia estructural de los mecanismos formales del Estado burguà©s.
Sin embargo quedan casos de viejos y nuevos vicios que no pueden quedar
desconocidos de la atencià³n de Chávez y sin embargo no haya ninguna
intervencià³n del presidente. Un ejemplo serà­a la actuacià³n represiva del
General Bracho, comandante del Teatro de Operaciones N° 1 en la frontera con
Colombia que ha atacado sistemáticamente a la izquierda revolucionaria y al
movimiento popular histà³ricamente fuerte en esta zona. Ahà­ se revela un cierto
escepticismo de Chávez frente a iniciativas revolucionarias independientes que
pasan mas allá de su control directo y que no se explican sà³lo por su
experiencia negativa con la izquierda. La lealtad polà­tica de la izquierda
revolucionaria bolivariana a Chávez está fuera de cualquier duda en todas las
organizaciones. Sin embargo, las fuerzas independientes tienen su propia
dinámica, proyecto y mà©todos de lucha, contrariamente a las nuevas estructuras
de activismo popular creadas por Chávez. La falta de contacto con el presidente
por parte de los movimientos revolucionarios bolivarianos por lo tanto se
explica tambià©n por un cierto paternalismo o egocentrismo en la concepcià³n de
los militares patrià³ticos de izquierda que tienen dificultades a aceptar focos
de poder independientes con una vida polà­tica propia. Sin embargo, estas
fuerzas hasta el momento son tambià©n demasiado dà©biles, a pesar de su
impresionante crecimiento, para hacer arriesgar a Chávez, que en este sentido
es pragmático, un experimento de una nueva institucionalidad basada sobre ellos
y en confrontacià³n abierta con el aparato tradicional.
El enfrentamiento entre la izquierda y el activismo popular por un lado y la
burguesà­a de Estado bolivariana por el otro lado se centrará en el prà³ximo
perà­odo – hasta las elecciones del 2006 – en la lucha por los puestos en las
instituciones tradicionales, por la simple razà³n que una estructura completamente
nueva de poder popular no es realista. La lucha para debilitar a la elite
tradicional en las instituciones, desde lo local hasta el parlamento – a todos
estos niveles habrá elecciones en el curso del 2005 – mostrará la capacidad de
la izquierda revolucionaria a actuar como punto de referencia nacional y
canalizar el activismo popular desencadenado por Chávez. Pero la izquierda
tienen un contrayente potente y conciente de este desafà­o revolucionario, el
MVR que tiene la ventaja de ser “el partido del presidente”. La vieja elite
tiene el MVR no sà³lo para ocupar puestos administrativos sino tambià©n para
canalizar el activismo popular. Con su reciente campaña de reclutamiento el MVR
ya se prepara para las elecciones. Es posible que dentro del MVR mismo, que
aglutina todo, desde los viejos polà­ticos oportunistas desertados de AD hasta
revolucionarios honestos, y entre el MVR y los demás partidos de la coalicià³n
chavista surjan contradicciones sobre la distribucià³n de puestos. En febrero
del 2005 ya habà­a un fuerte debate entre los paridos chavistas sobre la
distribucià³n de los mandatos y dentro del MVR sobre una reforma del Estatuto
que conceda mas influencia a la base para nombrar a los candidatos.
Lo decisivo será en todo caso si la izquierda bolivariana será capaz de
presentarse como factor nacional visible tanto para la opinià³n pública como
para el presidente y asà­ arrebatar terreno a la vieja elite que se ha metido
entre el pueblo y el presidente.
La ruptura revolucionaria total hacia el poder popular como resultado exclusivo
de una profundizacià³n lineal del proceso y un crecimiento paso a paso de la
organizacià³n y politizacià³n del pueblo sin embargo no parece probable, ya que
la izquierda nunca podrá vencer las ventajas de la elite burocrática hasta que
el Estado burguà©s no entre en crisis profunda. Es por esto que actualmente las
viejas estructuras tambià©n son un campo de batalla decisivo para la acumulacià³n
de fuerzas.

La izquierda bolivariana –del movimiento popular a la
opcià³n polà­tica nacional

La izquierda revolucionaria bolivariana ha surgido desde escenarios y zonas
histà³ricas de lucha popular. En las zonas urbanas son principalmente
organizaciones nacidas en los barrios pobres. La mas famosa e influyente es la
Coordinadora Simà³n Bolà­var cuyos cuadros tienen presencia desde dà©cadas en el
histà³rico barrio 23 de Enero de Caracas. Otra organizacià³n con una base social
de barrio, pero caracterà­sticas polà­ticas diferentes es el “Proyecto Nuestra
Amà©rica – Movimiento 13 de Abril” (PNA-M13A) del barrio caraceño La Vega. Surgido
del movimiento estudiantil, la organizacià³n Utopà­a podà­a volverse un punto de
referencia polà­tico que ha logrado ampliar su área de influencia mas allá de
Caracas. La OIR (Opcià³n de Izquierda Revolucionaria) trotskista, si bien no se
considera bolivariana pero sà­ apoya al presidente Chávez, cuenta con cierta
influencia en el nuevo movimiento sindical de la UNT (Unià³n Nacional de
Trabajadores) con su punto fuerte en el Estado de Aragua asà­ como una fuerte
influencia en la asociacià³n de comunicacià³n alternativa www.aporrea.org. Una
organizacià³n mas reciente que ha logrado aglutinar diferentes organizaciones
populares en varios Estados del paà­s y que se ha vuelto una de las
organizaciones principales de la izquierda bolivariana en zonas rurales es el
Movimiento de Bases Populares (MBP) que une como plataforma polà­tica al FNCEZ,
al movimiento estudiantil UFI de las universidades de los Llanos (UNELLEZ) y a
la organizacià³n juvenil Patria Joven. Sus áreas principales de influencia son
las provincias fronterizas de Apure, Táchira y Zulia, asà­ como Portuguesa y
Barinas. La presencia del MBP en Caracas aún es poca lo que explica que no
tiene tanta incidencia en iniciativas de la izquierda urbana. Otra organizacià³n
de la izquierda bolivariana, pero de otro tipo, es el movimiento
polà­tico-militar de las Fuerzas Bolivarianas de Liberacià³n-Ejercito Libertador
(FBL-EL; vea entrevista en esta revista.)
Estos movimientos revolucionarias tienen, contrariamente al activismo popular
joven y sus centenares de iniciativas y asociaciones recià©n creadas, una
historia mas largar y una consiguiente consolidacià³n orgánica e identidad
polà­tica propia. La debilidad central hasta el momento es que todavà­a son muy
locales o regionales o presentes en un solo sector social lo que limita sus
posibilidades de volverse una punto de referencia nacional. Habà­a iniciativas
de coordinacià³n importantes, pero no han logrado hasta el momento hacer la
izquierda bolivariana una punto de aglutinacià³n nacional para el activismo
popular en su totalidad. En algunos casos tambià©n hay que notar la
subestimacià³n de la importancia de un proyecto y organizacià³n polà­tica propia
que logre conquistar sus espacios en todas las esferas de poder incluyendo la institucional
a cambio de una orientacià³n casi exclusiva al “movimiento social”.
La izquierda podà­a fortalecerse decisivamente durante los años del gobierno de
Chávez, sin embargo todavà­a no tiene la fuerza de incidir o orientar el
discurso en la opinià³n pública mas allá de su inmediata área de influencia. No
quedan dudas que la radicalizacià³n del presidente Chávez mismo y su asuncià³n de
conceptos centrales de la izquierda (profundizacià³n de la revolucià³n, poder
popular, antiimperialismo, socialismo) ha dificultado una posicià³n “diferente”
ya que asà­ sigue siendo Chávez en el cual el pueblo ve el mejor o único
instrumento para alcanzar estos objetivos.
Para vencer esta debilidad del proceso y volver la direccià³n única de Chávez
una vanguardia colectiva, la presencia de la izquierda bolivariana en la arena
polà­tica será decisiva. No se trata sà³lo de profundizar la organizacià³n popular
y politizarla mas allá del Estado. La justa crà­tica contra los “partidos
polà­ticos” no puede implicar una posicià³n “anti-polà­tica” que hoy en el mundo
está de moda con la “sociedad civil” o los puros “movimientos sociales”. Esto
porque el viejo Estado y sus mecanismos electorales seguirán siendo un factor
de poder central en el prà³ximo perà­odo y el instrumento decisivo que
determinará hacà­a donde va el proceso bolivariano. Para esto hace falta un
fuerte instrumento polà­tico de la izquierda bolivariana que desafà­a a las
viejas elites en el terreno de lucha que les es propio, las elecciones, y
arrancarles la iniciativa.
El MBP muy claramente formula la necesidad del instrumento polà­tico y tambià©n
la coordinacià³n de varias organizaciones, entre ellos la Coordinadora Simà³n
Bolà­var y Utopà­a, en una Corriente Marxista Bolivariana, indica que la
izquierda se está preparando. La victoria electoral del candidato del MBP en la
ciudad de Guasdualito en la frontera con Colombia en contra del candidato del
MVR es simbà³lico para el camino de lucha que marcará el prà³ximo perà­odo y puede
volverse un catalizador para una alternativa revolucionaria de la izquierda
bolivariana para profundizar la revolucià³n que logre adelantar una batalla
integral, popular y electoral, para el poder popular desde abajo y desde
arriba.

Notas

[1] El Pacto de Punto Fijo entre el Partido Accià³n Democrática (AD), el Comità©
de Organizacià³n Polà­tico Electoral Independiente (COPEI) y la Unià³n Democrática
Republicana (UDR) de 1958 fundamentaba un sistema polà­tico-social cerrado y
corporativo.

[2] vea: Josà© Carlos Mariategui (1929): Punto de vista
antiimperialista.

[3] La llamada IV. República es el perà­odo del Pacto de
Punto Fijo de 1958 hasta la victoria electoral de Chávez en 1998 y la nueva
República Bolivariana de Venezuela fundamentada en la nueva constitucià³n del
1999.

[4] vea: Alberto Garrido (2005): Revolucià³n Bolivariana
2005. Notas, Ediciones del Autor, Caracas 2005, p. 79 ff.
[5] El Tiempo, 26 de Febrero 2005,
http://eltiempo.terra.com.co/inte/latin/noticias/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-1989922.html
[6] vea: Dorothea Melcher: Venezuela – Reformismus und Radikalismus in einem
Erdölland. In: Die Linke in Lateinamerika. Analysen und Berichte (1997), Neuer
ISP Verlag, p. 176 pp. (Venezuela – Reformismo y Radicalismo en un Paà­s
Petrolero. En: La izquierda en Amà©rica Latina. Análisis y Reportajes.)
[7] Intervencià³n del Presidente el Dà­a 12 de Noviembre del 2004. Editado por
Marta Harnecker
[8] Intervencià³n del Presidente el Dà­a 12 de Noviembre del 2004. p. 83 pp.
[9] en Garrido, p. 123

Marzo 2005

 

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